Cereales

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Carranza (B) la avena se sembraba junto a la arrica en una o dos piezas que hubiesen estado a borona. Se empleaban para dar de comer a los bueyes en primavera, en una época en que no se tenían otras comidas, ya que en ese tiempo del año solo se disponía del verde o hierba fresca de escasa altura que no se les podía suministrar, ya que se estimaba que a los bueyes para que pudiesen trabajar se les tenía que dar comidas duras. La avena medraba durante el invierno y echaba la espiga de modo que para abril ya se podía cortar. Se segaba a hoz y crecía tan densa que en una escasa superficie se podía recolectar la cantidad suficiente.

En Ajuria (B) la avena, oloa, se segaba en julio y se le daba al ganado porque en verano no quedaba hierba fresca.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) a mediados del mes de julio se empezaban a segar las cebadas con guadaña o con hoz. Para segar con la hoz se ponían en la mano izquierda la zoqueta a fin de protegerse de posibles cortes.

Según iban segando le daban una vuelta al manojo y lo dejaban en montones. Otros ataban los haces, para ello extendían una lía (cuerda) o un vencejo (de paja de centeno). Una gavilla se ponía en la mitad de la cuerda, la otra encima de la paja de la que estaba debajo y así sucesivamente, alternando cabezas y paja; cuando habían terminado el haz, que solía ser bastante grande, se aplastaba con la rodilla y se ataba fuertemente.

Después de atados los haces los ponían en montones para su fácil acarreo a los carros; a estos montones los llamaban malates. Otros ponían los haces tiesos, con las espigas hacia arriba.

En Carranza (B) en tiempos pasados el maíz no se cosechaba de una vez sino que se iban recolectando sus partes paulatinamente. La borona se comenzaba a recoger por la parte más alta. En primer lugar algunos le arrancaban el ramillete que constituye la flor masculina, la cirria. Se cortaba antes de que madurase y se destinaba a la alimentación de las becerras. Después se quitaba la pajapunta, paja o vara. Recibe este nombre la parte más alta de la planta de maíz que va desde el nudo de la panoja o mazorca hasta la punta. Se tenía en cuenta que al quitarle la pajapunta el maíz "dejaba de hacer la panoja", es decir, cesaba de engordar y comenzaba a madurar, por lo tanto no convenía cortarla demasiado pronto. El tiempo preciso para ello era cuando el cabello de la panoja comenzaba a ponerse negro; entonces se sabía que la mazorca ya estaba completamente formada. Mientras el cabello presentaba el característico color rubio, la mazorca no estaba totalmente hecha. Si venían tiempos de seca y no había nada para darles de comer a las becerras, se arrancaba la mitad superior de la pajapunta. De este modo la panoja no sufría y continuaba engordando. Cuando ya había alcanzado el tamaño deseado y comenzaba a sazonarse se cortaba el resto.

Cosechando cebada. Moreda (A), 1980. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

Una vez que se terminaba la paja o pajapunta, a finales de agosto o primeros de septiembre se comenzaba a quitar las hojas. De esta operación se decía que facilitaba la maduración de las mazorcas. Al final en la pieza quedaban los palitroques[1] pelados, o tallos, con las panojas.

Las plantas que presentaban macón, es decir, aquellas en las que la mazorca se había visto invadida por el hongo parásito conocido como tizón del maíz, tenían la peculiaridad de mantenerse verdes y frescas durante más tiempo que las normales. Estas se buscaban por la pieza de borona y se cortaban para dárselas a las becerras porque al ser más blandas las comían mejor. Se dice que resistían más tiempo sin endurecerse porque "no daban panoja".

Cuando se deshojaban las mazorcas los hojones o brácteas se aprovechaban también para alimentar a las vacas, tanto a las de leche como a las secas. Todas las noches se les echaba en el pesebre un coloño de hojones. Era la última comida que se les daba.

Los carollos o zuros solo se les daban a las vacas cuando las mazorcas se desgranaban golpeándolas de tal modo que aquellos quedaban fragmentados y con algunos granos de borona. Si la operación se efectuaba a mano, que era lo habitual, los carollos enteros resultaban demasiado secos y muy poco apetitosos para el ganado. Además constituían un excelente combustible para encender el fuego por lo que se solían reservar para este destino.

Los palitroques constituían la última comida que se cosechaba en las piezas. Los más frescos se llevaban a la cuadra para utilizarlos como alimento del ganado pero los más secos se amontonaban en las orillas o márgenes de las piezas para que se descompusiesen allí, ya que solían estar tan duros y secos que los animales no podían comerlos. Algunos aprovechaban la mayor parte de los mismos: En invierno colocaban un par de sábanos[2] extendidos en el suelo de la cuadra y sobre ellos un madero en el que se cortaban los tallos en pequeños trozos con la ayuda de un hacha. El que realizaba esta operación permanecía sentado. Una vez picados los palitroques se echaban al pesebre de las vacas por la noche. Al día siguiente los restos que habían dejado se esparcían por el acil[3] para que sirviesen de camas.

Los tallos secos del maíz se almacenaban en las piezas para que se pudriesen cuando por exceso de trabajo no podían dedicarse a picarlos con el hacha. Sin embargo los que disponían de más tiempo sí se ocupaban de esta tarea, ya que constituían una cama muy seca y de buena calidad para los cerdos y las ovejas. Los palitroques jamás se utilizaban enteros a modo de camas, pues no se pudrían de un año para otro y constituían un auténtico incordio cuando había que cargar la basura a horquilla, ya que se quedaban enganchados en las gangas o púas dificultando este trabajo pues continuamente había que parar para retirarlos.

En Abadiño (B) cuando la planta de maíz estaba crecida y había florecido se arrancaba la punta para que el viento no la tumbase. Más tarde se cortaba el galiñe, extremo superior de la planta que quedaba por encima de la mazorca, que se utilizaba como forraje durante el verano. Si la planta estaba muy seca y estropeada solo se recogían las mazorcas, buruek, el resto se dejaba en el huerto y se quemaba. Las hojas, malutak, que recubren las mazorcas se aprovechaban como forraje para el ganado o para hacer colchones para camas o cunas, lastomarragie. Algunas mazorcas resultaban defectuosas y quedaban solo con el txorokil (zuro) o algún grano que otro, se las denominaba arto-txaparrak, y estando aún verdes se les daban al ganado.

En Amorebieta-Etxano (B) se recogían primero unas ramas llamadas gañelak para dar de comer al ganado. La perfolla que cubría la mazorca se usaba también como alimento del ganado.

En Bedarona (B) cuando el maíz florecía se cortaba la flor, laztana, a mano planta por planta y se recogía en cestos para dar al ganado. La planta de maíz que no tenía mazorcas o las presentaba pequeñas con apenas granos, txaparrak, se cortaba con el machete y se le daba a los animales. Los tallos que quedaban se cortaban con la hoz o machete y se llevaban a la cuadra para comida de las vacas. La farfolla también se le daba al ganado.

Secadero de maíz. Arazuri (Olza-N), 1975. Fuente: La Salleko Euskal Idazleen Elkartea. Euskal Herria, I, colección de diapositivas. Bilbao: 1985, p. 261.

En Sara (L) cuando se había formado la mazorca era costumbre arrancar la parte superior, kapeta, de la planta, la cual constituía un buen alimento para las vacas; kapetatu era como llamaban a esta operación. A fines de septiembre arrancaban las hojas, arto-lumak, a las plantas, labor llamadafarrasta. Cada manojo de hojas así arrancadas era atado con una de estas y colocado en la horquilla que formaba la caña de una de las plantas de maíz con su mazorca; así se secaban las hojas y luego eran llevadas a casa para comida del ganado. Después se segaban las cañas de maíz, zangarrak, y se esparcían en el iastorra, donde se descomponían durante el invierno, y mezcladas con el estiércol de las cuadras servían de abono a los campos de cultivo.

En Donazaharre (BN) el aprovechamiento de la planta de maíz era así: En la parte más alta están las flores masculinas, arto-liliak o arto-lisak, que se quitaban. El tallo que se extendía desde la cima hasta la primera mazorca, artokukula/ kukulla, se cortaba posteriormente, alrededor del 15 de agosto, y se hacían pequeños haces que se apretaban con sus hojas. Se almacenaban en montones en el granero para utilizarlos como alimento de las vacas. En el resto del tallo quedaba una mazorca, arto-burua, raramente dos, que se recolectaban hacia el diez de octubre, pasando con cestos entre las hileras de plantas. Hacia finales de septiembre se arrancaban las largas hojas secas, arto-barastak, y con ellas se hacían fardos, multzo ttipiak, que se dejaban secar del todo. Se guardaban en la casa para dárselos a las vacas en invierno ya que se consideraban buen alimento. El tallo que quedaba se dejaba secar, arto-zangoa. Los ancianos lo segaban porque el de la variedad que cultivaban era más fino que el de las híbridas que aparecieron posteriormente.

Las mazorcas se guardaban en el granero. Como ya indicamos en un apartado anterior, durante las noches de invierno se hacía arto-zuritzea (pelar el maíz) entre los vecinos. Se pelaban levantando las brácteas que las cubrían, arto-xuikinak. Estas hojas tiernas se aprovechaban para dárselas a las vacas. Las mazorcas limpias se almacenaban a granel. Según se necesitasen se desgranaban a mano o a máquina, conociéndose esta labor como arto-bihitzia. El grano obtenido se metía en sacos y el zuro que quedaba, buruxka, se conservaba para hacer fuego. El grano se guardaba a medida que se desgranaba en grandes arcas de madera, gatzuriak.

En Bera (N) del 10 al 12 de julio se cortaban las flores masculinas del maíz, arto-liliak, artopuntak. Del 14 de agosto al 14 de septiembre se quitaba al maíz la parte superior del tallo y las hojas, operación que recibía el nombre de galdurrua. Del 14 de septiembre a san Miguel, 29 del mismo mes, se ataban las hojas bajas y se doblaba el tallo de la mazorca o cabeza, mataxa, tarea a la que se denominaba txirrista. La planta seca se dejaba en el campo y luego se hacían montones, zomorruak, mozorruak, que más tarde aún, en el caserío, se utilizaban sobre todo para hacer estiércol.

En Abezia (A) el grano del maíz se utiliza para alimentar a los animales (gallinas y cerdos) además de para hacer talo. En lo que respecta al tallo, lo normal era quitar las puntas a últimos de septiembre para el ganado (se consideraban muy buenas para engordar los cerdos) y dejar secar el resto para alimentar a los animales. Luego se cortaba con una especie de hoz que se fijaba a una columna.

En Bernedo (A) se sembraba poco, ya que siempre estaba expuesto a heladas prematuras. Se cultivaba maicillo que se recogía verde y se picaba como forraje para el ganado. Para la recolección del maíz en primer lugar se despuntaba en septiembre la flor superior para dársela al ganado. En octubre se recogía la espiga de maíz ya seca.

En Apellániz (A) cuando se formaba la mazorca se arrancaba la parte superior de la caña, llamando catar a esta operación. De este modo se consideraba que maduraba mejor, resultando la parte cortada un buen alimento para las vacas. El grano servía de comida a las gallinas y bien molido su harina se empleaba para cebar a los cerdos.

En Iruña de Oca (A) el maíz se llevaba a moler, pero no hasta convertirlo en harina, sino que se dejaba granulado, ya que se utilizaba para el ganado y se consideraba mejor así.


 
  1. También se oyen las voces palicotres y palicotes para designar los tallos secos de las plantas de maíz.
  2. Un sábano es una especie de sábana confeccionada con tela de saco con cuatro cabos, cada uno en un extremo.
  3. Lugar de la cuadra situado junto al pesebre, en el que pisan y descansan las vacas y otros animales mientras permanecen atados.