Cuidados

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La fuerte implantación del olivo en el término de Moreda, donde en la actualidad hay registrados hasta 12 000 ejemplares en su demarcación, da pie a la exposición de las que son diferentes fases de su cultivo –poda, labra y cava, abonado y riego, plagas y su tratamiento, y recolección– en esta localidad de Rioja Alavesa.

Los olivares habituales son pequeñas parcelas de cultivo de entre media robada a media hectárea (de 500 m2 a 5000). El número de árboles puede oscilar entre unos pocos, diez o veinte, hasta los cien por olivar. Su ubicación está muy repartida, desde barrancos hasta cogoteras (pequeñas elevaciones del terreno). En algunos casos la plantación de olivos se asocia al cultivo de cereal y viñedo.

Poda

Época

Se inicia una vez han sido recogidas las olivas, a finales del mes de diciembre y perdura hasta el mes de mayo. Los mejores meses para la poda son enero, febrero y marzo; aunque a algunos les guste podar tarde en los meses de abril y mayo, incluso junio en que el olivo ya está en flor, argumentando que lían mejor al sangrarlos cuando les fluye la savia. A esta práctica se opone el refrán popular que dice: “En abril poda el ruin”.

Los días de poda son aquellos en que, por haber llovido de noche y estar el suelo blando o por otras circunstancias, no se pueden hacer otros trabajos como podar viña o sembrar cereal.

Herramientas

La principal herramienta de poda es el serrucho, al que acompañan y complementan otras como la hachilla, la tijera, el gancho y el horquillo.

El serrucho, de hoja de metal dentado y mango de madera, sirve para cortar las ramas, brotes o brazos más gordos del árbol. Para que corte bien debe estar muy afilado y triscado, es decir, que los dientes tengan buena traba, que estén separados alternativamente uno para cada lado.

La hachilla, de cabeza de hierro y largo mango de palo, sirve para cortar los pequeños brotes del tronco y que crecen por los brazos, nudos y partes altas del olivo, especialmente por la cara interna del árbol, y que no se quieran dejar como nuevos brotes para el siguiente año.

La tijera pequeña de mano sirve para cortar pequeños ramilletes de las ramas y dejar más entreclarado el árbol, disminuyendo su ropa.

El gancho, especie de corquete u hoz grande de vendimia, hace las mismas funciones que la tijera de mano. Con el gancho se entreclara el olivo. Es una herramienta antigua en contraposición a la tijera que es moderna.

El horquillo, de seis púas largas de hierro unidas a un largo mango de madera, sirve para recoger las ramas u oliveñas podadas del olivo y amontonarlas para luego prenderles fuego.

A finales de la primera década del siglo XXI se va imponiendo como herramienta de poda del olivo la motosierra manual, particularmente para cortar troncos y ramas gruesas llamadas brazos. Favorece el trabajo del labrador “que aguanta más” y la poda es más rápida y eficaz.

Forma de podar

El podador va circundando al olivo contrariamente a las agujas del reloj. Corta las ramas secas, dañadas, altas, negras, amarillas, enfermas y defectuosas. Lo mayor se corta con el serrucho. El interior del olivo se procura dejarlo abierto, sin ramas, para que entre la luz y el sol.

Si la primera pasada o vuelta al olivo se hace con el serrucho, la segunda se realiza con la tijera o el gancho con el fin de ir entreclarando las ramas del olivo, operación que en Viana (N) llaman desabujar. Se cortan ramilletes descargando al olivo de ropa, de tal manera que al coger las olivas corran las manos con fluidez por las ramas y ramilletes del olivo.

Con la mano izquierda se peinan las ramas para ver si están sueltas y con la derecha se cortan con la tijera donde estén prietas o se monten unas en otras. No conviene que los olivos estén muy prietos en cuanto a su ramaje, ni que tengan mucha ropa o vegetación. No obstante tiene que haber un equilibrio entre el tronco del olivo y sus ramas. Del tronco seco no se quita nada, siempre de las ramas verdes. Se poda la rama vieja y se deja la nueva.

Hasta aquí la poda de invierno del olivo. Una segunda poda más superficial se hace en verano, hacia el mes de agosto o septiembre, al eliminar con la hachilla los llamados verguizos o chupones del olivo que brotan del pie y tronco del árbol, con el fin de no desperdiciar los pocos y escasos recursos hídricos que tiene el árbol durante el estío. De esta manera puede engordar el fruto.

En la poda conviene no dejar mucho palo liso sin ramas. Mala poda es aquella que solo deja ramilletes en las puntas con largos palos pelados. Es mejor dejar brotes cortos más que largos. El árbol tiene que estar en un perfecto equilibrio en cuanto a su vegetación.

Poda de olivos. Moreda (A), 2005. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

Uso y destino de las oliveñas

Las ramas y ramilletes desechados del olivo mediante la poda acaban siendo pasto de las llamas. Se queman a las afueras del olivar en un montón u hoguera. Arden con gran facilidad y hay que tener cuidado para que el calor, llamas o humo que desprende su combustión no quemen las ramas próximas de otros olivos.

Los palos gordos de los brazos del olivo se limpian de brotes y ramilletes, y se transportan a casa para ser utilizados en el fogón de la cocina como combustible para cocinar y dar calor , pues la leña del olivo arde muy bien.

Las oliveñas, ramas verdes podadas del olivo, se juntaban antes en gavillas y una vez atadas con lías[1] eran llevadas a las cuadras de las casas para que se las comiesen las cabras. Si no estaban manoseadas o sucias les gustaban mucho.

También es utilizado el ramo de olivo en el ritual religioso, su forma más conocida es la del Domingo de Ramos para su bendición al inicio de la Semana Santa. En Obanos (N) las ramas bendecidas en tal día se ponían generosamente en cuadras y balcones para la protección de animales y personas. En esa localidad y en San Martín de Unx (N) se colocaba una ramita de olivastro por la festividad de san Pedro Mártir (29 de abril) en los campos de cereal, y al encontrarla los segadores durante su trabajo hacían una parada para echar un trago de vino.

Asimismo, algunos labradores dejan recogidas las oliveñas en pequeños montonillos por toda la finca con el fin de que los bichos y otras plagas de animales del olivo vayan a parar a estas oliveñas y no a los árboles. Una vez secas, después de unos meses son quemadas y destruidas.

Labra y cava

Época

Tras la llegada de la primavera se comienza a remover la tierra de los olivares. A esto se le llama cava, que es una labor más profunda que la edra, esta más superficial consistente en quitar la hierba casi al ras del suelo mientras que en la primera se voltea la tierra más hondamente. A esta labor de desfonde en Obanos, al límite septentrional del olivar en Navarra, llamaban hacer ondalán. La primera mano se da durante los meses de marzo y abril. El resto del año apenas se vuelve a mover la tierra, salvo si echa hierba, en tal caso se edra. En el mes de junio se le suele dar una segunda mano (removida).

A estas operaciones, en Allo (N), una de las poblaciones históricamente más olivareras de Tierra Estella, se añadía el esfornocinar, es decir, el cortado de ramas y renuevos a ras del suelo para impedir el crecimiento del árbol en altura y anchura.

La cava de los olivares no ha experimentado cambios. Antes, se comenzaba la cava del olivo en febrero y duraba hasta junio. Se decía que los jornaleros venían a cavar los olivares desde el día Candelas –2 de febrero– hasta san Juan, 24 de junio. Como el día era más largo, durante estas fechas, el amo de los olivares estaba obligado a dar a los obreros la olla, comida del mediodía consistente en legumbre con algún tropiezo de chorizo, tocino o morcilla. La legumbre que tomaban consistía en alubias o habas.

Los jornaleros, unos eran del pueblo y otros de muy diversos lugares de La Rioja y Castilla, eran conocidos como paneros. Al inicio de la primavera cavaban los olivares y al comienzo del verano los edraban.

Desde el verano al invierno ya no se remueve más la tierra. Se deja tal y como esté para esta época.

Trabajo manual y caballar

Antiguamente, los olivares, fuesen grandes o pequeños, se cavaban todo parejo por varios cavadores mediante el empleo de azadas o moriscas. Se hacía tanto alrededor del árbol como entre los olivos, todo el olivar de forma similar. En primavera se cavaban profundamente, y al inicio del verano se edraban más superficialmente.

Ha sido costumbre el desacollar los olivos. Labor que consiste en cavarlos alrededor del tronco retirando la tierra, se les echa fiemo procedente de las cuadras de los ganados y se vuelven a tapar y cubrir de tierra formando una especie de pernada en el tronco del olivo. A los olivos les conviene tener un buen montón de tierra en la base de su tronco para cubrir sus raíces y así guardar mejor la humedad.

Cuando la tierra está muy pisada y dura se dice que el terreno está recochado. Esto suele ocurrir si los suelos se han quedado regados por una tormenta y luego al orear y secarse la tierra esta se queda como el cemento. En tales circunstancias resulta muy difícil trabajar la tierra y por eso es preciso dar mano al olivar cuando está a tempero (en buena sazón).

El brabán, tirado por dos ganados, ha sido empleado en las zonas anchas de los olivares. Y donde no podía entrar, por ejemplo en las zonas prietas de olivares, se cavaba a mano. Algunos agricultores, aunque en menor medida, han hecho uso del arado con vertedera y del forcate (arado con dos varas en lugar de timón para labrar con una sola caballería). Con el forcate siempre había que ir para la derecha, mientras que con la vertedera se podía ir tanto para un lado como para el otro. Como el forcate era fijo, un año se le daba para un lado y al siguiente para el otro con la finalidad de igualar la tierra. Si el olivar hacía cuesta se le daba con la vertedera para abajo. La vertedera volvía la tierra. A los lastones (hierbas finas) y tomillos de los olivares se les pasaba el brabán. Luego en primavera, tras las lluvias, se repasaba con la grada. Este tipo de aperos empezó a usarse hacia 1950.

Trabajo mecanizado

El uso de maquinaria agrícola moderna, fueran monocultores (también conocidos como mulillas mecánicas) o tractores tanto articulados como fijos, se ha empleado en los olivares desde la segunda mitad del siglo XX.

La mula mecánica solo muele o tritura la tierra si se le añade como apero complementario el rotavátor, con el que el labrador se puede arrimar al tronco del olivo y dejar menos terreno yeco para cavarlo con azada. A este espacio bajo las ramas llaman en Viana (N) goteraje.

Los tractores articulados emplean el cultivador en la primera mano y el rotavátor en la segunda. Esta maquinaria, al ser pequeña y no tener cabina, se puede arrimar más al olivo haciendo el trabajo parecido a los motocultores. Mientras que los tractores fijos, de mayor tamaño y en la mayoría de los casos con cabina, se emplean para dar una pasada de cultivador o rotavátor a las calles más anchas. Durante el invierno, o mejor en primavera, a los olivares se les pasa el cultivador y en verano el rotavátor.

Abonado y riego

Época de abono

El abonado se realiza preferentemente en primavera, hacia los meses de marzo-abril, siempre y cuando sea abono de echar al suelo y enterrarlo para que lo absorban las raíces del árbol. Si el abono es floreal se echa más tarde, en el mes de junio, justo antes de que los olivos abran las flores cuando están embotonados (en yema). Este abono se echa disuelto en agua sobre el ramaje del árbol.

Clases de abonos

Se acostumbra utilizar el mismo abono de la vid, abono complejo de tres numeraciones tales como 9-18-27 y 8-24-8, es decir nitrógeno, fósforo y potasio[2]. Antes, sin embargo se empleaba el fiemo o porquería de las cuadras de las caballerías, establos o corrales de ovejas, pocilgas de cerdos y gallineros.

Cuando los olivos están tristes y raquíticos, con ramas amarillas y poco desarrollo, es bueno abonarlos con amoníaco. Este abono reverdece al árbol y hace que brote o arroje con más fuerza sus ramajes y hojas. Lo de abonar con amoníaco se hace de vez en cuando, no anualmente. El año que se tratan los olivos con amoníaco traen menos aceituna.

En los últimos tiempos se han comenzado a emplear abonos floreales que llevan vitaminas y aminoácidos para las plantas.

Formas de abonar

Antes se echaba el abono a voleo de forma manual. Con capacilla u otro recipiente como por ejemplo un saco atado en sus dos extremos con una cuerda sujeta a dos piedras que porta en su interior para darle firmeza. La cuerda se coloca encima del hombro y con la mano del brazo contrario se va sacando el abono y se arroja esparciéndolo a puños por todo el contorno de los olivos. Luego se tapa o entierra con el tractor que tira del cultivador.

Hoy día el abono se echa con la abonadora que porta el tractor. Esto bien puede ser a voleo por esparcimiento o bien con rejón enterrándolo directamente. Si se echa por el primer sistema también es necesario al poco tiempo pasar el cultivador para taparlo.

Riego

Dicen que antaño durante el invierno se regaban los olivos para que cogieran humedad. Incluso, en muchas cabeceras de olivares había balsas donde se recogía el agua de lluvia del invierno. De estas balsas se guiaba el agua a los olivos para su riego mediante el zadón (azadón), y en torno a sus troncos se les hacía un surco para que el agua quedase retenida y de esta forma se encharcasen, y después de su absorción se tapaba. También se da el caso de vecinos que transportan el agua desde el pueblo hasta los olivares en garrafas, bidones, atomizadores, etc., con el fin de regarlos. Los dichos nos aclaran la conveniencia o no del riego: “Agua de mayo no da aceite y quita grano”. En verano con el calor es malo regarlos, se ponen negros: “El agua por san Juan –24 de junio– quita vino, aceite y pan”; “El sol de agosto hace el aceite y el mosto”. También es perjudicial el regar en tiempo de nublado, los olivos se ponen negros y las vides amarillas.

Más recientemente se emplea el riego por goteo.

Plagas y tratamientos

De invierno

Los tratamientos con productos cúpricos, acaricidas, etc., con los que se combaten las plagas o enfermedades que atacan a los olivos se aplican principalmente en el primer semestre del año, particularmente en verano. Los agricultores de Moreda (A) se interesan más que por combatir las enfermedades por actuar para prevenirlas.

En invierno, después de la poda (de enero al mes de abril) se tratan los olivos que están negros, es decir aquellos árboles a los que durante la campaña anterior les haya pegado mucho “la cochinilla de la tizne o negrilla”. Este ácaro suelta una especie de moho negro que hace de los olivos afectados que aparezcan oscuras sus ramas y hojas como si estuvieran manchados de carbón. Lo mejor en estos casos es realizarles una poda radical y su inmediato tratamiento con los diversos productos que hay: sulfato de cobre al 50 %, cal, lejía, azufre micronizado y polvos de lavar o detergentes.

Una forma muy eficaz y natural de combatir la negrilla son los inviernos con nieve y heladas fuertes. Los hielos limpian los olivos de lo negro, las nevadas también. Se queda el suelo todo negro como si hubiera caído tinta.

La investigación de campo realizada en Viana (N) registra también la plaga de la palomilla o polilla del olivo y del arañuelo, araña pequeña, que anida en los brotes, chupa la savia y la rama se seca. Ambos se combaten con venenos del comercio.

Unas y otras plagas eran combatidas, cuando los remedios naturales no resultaban eficaces, por medio de rituales religiosos usando el brazo, el agua pasada por la cabeza de san Gregorio Ostiense, y la misma cabeza, que se traía desde su santuario de La Berrueza en Sorlada (N). Pero lo ordinario es que bastase para combatir las plagas el agua bendecida a su paso por la cabeza de san Gregorio, que los alguaciles de los pueblos comarcanos retiraban todos los años del santuario de Sorlada para echar por los campos y proteger así los árboles y frutos de todo tipo de insectos[3].

De primavera

La segunda mano de tratamientos se suele echar hacia finales de mayo o primeros de junio. Los componentes de los productos que se echan son, como en invierno, sulfato de cobre de contacto y algún acaricida para combatir los insectos y demás bichos mediante una sulfatadora o mochila. También en esta mano se trata contra el barrenillo que ataca la madera y la agujerea como si fuese un taladro. Las ramas perforadas acaban secándose a partir del agujero.

De verano

Los olivos echan la flor en junio y lían (cuajan) por san Juan. El peligro de nublados y tormentas es fuerte. Dice el refrán que “Aguas por san Juan quitan vino, aceite y pan”. Algunos labradores antes de la liación (o ligado, desaparición de la flor antes de salir el fruto) echan con la mochila sulfatadora abono floreal al olivo.

Se conoce como aceitunas niebla al fruto pequeñísimo, resultante de una mala liación de los olivos. Cuando en el mes de junio, después de la floración de los olivos, la muestra de oliva que queda es diminuta, del tamaño de perdigones de escopeta, se dice que solo ha quedado niebla.

Pero lo frecuente es que durante el verano se traten los olivos dos veces: en julio y a finales de agosto. Los productos que se echan son sulfato de cobre y un acaricida contra la cochinilla para evitar que se pongan negros. Dicen que la mejor mano es la que se echa a finales de agosto o como más tardar a primeros de septiembre.


 
  1. Según el DRAE “soga de esparto machacado, tejida como trenza, para atar y asegurar los fardos, cargas y otras cosas”.
  2. La mayoría de los fertilizantes están compuestos de tres elementos primarios, muy necesarios para el crecimiento de vegetal, que establecen las proporciones que de cada uno de ellos contiene. Estas se expresan mediante números. El primer número es para el nitrógeno (N), el segundo para el fósforo (P) y el tercero para el potasio (K). Es decir, que si la etiqueta del envase del abono indica 9-18-27 es que el abono contiene esos porcentajes de cada uno de los dichos elementos.
  3. Juan José BARRAGÁN. “Las plagas del campo español y la devoción a San Gregorio Ostiense” in CEEN, X (1978) pp. 273-298.