El cañamo
La planta del cáñamo puede alcanzar unos dos metros de altura. Su fibra se utilizaba antaño para la confección de ciertos tejidos y su semilla para alimentación de las aves y para obtención de aceite. Se sembraba en abril y se regaba varias veces. En septiembre estaba lista para poder ser arrancada. Sus manojos se dejaban secar en la misma parcela y después de recogida la semilla, se sometían al enriado y al agramado para que dejaran libres las fibras.
En 1870 se hallaban dedicadas en Navarra a este cultivo 6000 robadas de suelo ribereño (540 hectáreas). A principios de los años 1930 había quedado reducido a una sola hectárea en Corella[1].
Ya se ha mencionado arriba que siendo el lino más propio de las regiones septentrionales de Vasconia, el cáñamo prevaleció en puntos de La Rioja y en la Ribera de Navarra.
El cáñamo fue utilizado principalmente por los artesanos cordeleros. En su tiempo este oficio artesanal tuvo gran importancia. En la iglesia parroquial de Corella (N) existe en uno de sus altares laterales un magnífico retablo del siglo XVII hecho a expensas de la Cofradía de los Cordeleros de la localidad que se dedicaban al cultivo y a la elaboración de todo tipo de cuerdas y sogas utilizando el cáñamo.
También hay constancia de su cultivo en Tafalla. El último cordelero de esta ciudad tenía una producción propia de la planta, layando la tierra y sembrando en tierra de regadío nunca en secano. Cuando en septiembre el cáñamo estaba maduro se le quitaba el cañamón o simiente. Después, como en el caso del lino, se arrancaban las plantas a mano y se dejaban secar. Las ataban en manojos y las introducían en pozas de agua o balsas para la cocidura. Así permanecían por un periodo de quince o veinte días. A continuación los haces de cáñamo se sacaban del agua y una vez secos eran almacenados hasta el momento de trabajar con ellos.
Antes de ponerse a hilar, el artesano tenía que obtener las fibras del cáñamo. El primer paso era trasquillar golpeando las haces para poder extraer la fibra. Seguidamente se procedía a espadar colocando el cáñamo sobre una tabla y golpeandolo con una espada de madera para conseguir que saltase la cañamiza que recubre la fibra. Por último había que rastrillar los haces de fibras. En el rastrillo se quedaba una estopa muy corta llena de restos de cáñamo, mientras que las fibras ya mucho más limpias permanecían en las manos del artesano.
Según este cordelero tafallés tras pasar por el rastrillo surgían distintas calidades de fibra que eran conocidas, de peor a mejor, con los siguientes nombres: morcolla, levada, clarillo y pelo largo. Culminadas estas operaciones, la fibra quedaba en condiciones para ser hilada.
De cáñamo se hacían las cuerdas y los ramales para atar fardos y otras cargas que eran transportadas en carros o a lomos de caballería. También se empleaba el cáñamo para la fabricación artesanal de mallas y redes que se empleaban en la pesca fluvial: reteles, butrinos, etc[2].
La importación de la fibra sisal primeramente y la aplicación de los productos plásticos después, fueron las causas de su desuso.