Regadío

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Con carácter general se puede decir que en todas las localidades ha crecido el cultivo de regadío respecto al de secano. Ello se ha debido en parte a que se han abandonado algunos cultivos de secano, ya que se ha acercado el agua a las tierras de cultivo con el establecimiento de sistemas de riego. El regadío ha tenido mayor tradición en Tierra Estella y en la Ribera Navarra donde merced a los sistemas de riego las tierras se volvieron muy feraces. Se produce alcachofa, pimiento, espárrago, tomate, etc. que se vende en fresco o se destina a la importante industria conservera existente en la zona.

El agua es valorada de forma especial en las comarcas de precipitaciones escasas e irregulares como es la Ribera de Navarra. En esta zona, según se constató en los años 1950, había tres de los más importantes canales de la cuenca del Ebro: el de Tauste, el Imperial y el de Lodosa. El canal Imperial entonces, en lo que respecta a nuestro tema, regaba cuatro municipios navarros; el de Tauste cinco (Cabanillas, Fustiñana, Ribaforada, Buñuel y Cortes) y el de Lodosa nueve (Lodosa, Castejón, Tudela, Murchante, Fontellas, Ablitas, Ribaforada, Buñuel y Cortes). El gran Pantano del Ebro situado en su cabecera aseguró los caudales necesarios para los riegos del valle, especialmente en los tres canales mencionados y sus efectos se notaron pronto en la ampliación de cultivos agrícolas, sobre todo en la zona afectada por el Canal de Lodosa. Después, el pantano de Yesa ha mejorado el regadío de Carcastillo a Arguedas en la Ribera tudelana y la alimentación del llamado Canal de las Bardenas. La distribución de las aguas se hace por zonas, turnos, aguadas o jarves, y, dentro de ellas, por orden riguroso de parcelas, siguiendo el curso natural de las aguas. Allá donde son escasas se hace el reparto teniendo en cuenta los cultivos[1].

Instalando el sistema de regadío. Argandoña (A), 2003. Fuente: Juan José Galdos, Grupos Etniker Euskalerria.

En el Valle de Carranza (B) indican que todo el terreno dedicado al cultivo era y es de secano no practicándose el riego. Solo se ha recurrido al mismo en el momento de plantar o trasplantar determinadas hortalizas. Se regaban los semilleros o los pequeños cuadros cuando se sembraban. Después solo se recurría al riego en caso de veranos muy secos y tras días calurosos en los que las plantas ya crecidas quedaban lacias y corrían peligro de morir.

La investigación de campo llevada a cabo en esta localidad encartada aporta interesantes datos sobre la importancia del riego y su dosificación, ya que en tiempos pasados no existía agua corriente en las casas, por lo que resultaba impensable utilizarla para regar los cultivos. Tampoco había recipientes adecuados para transportarla en grandes cantidades. Se llevaba la pareja de vacas con el carro al río a por agua y se utilizaban algunas de las barricas y barriles de los que se tenían en casa para cuando se hacía sidra. Para llenarlos se servía de un balde y un embudo.

En los veranos de gran sequía el riego siempre se realizaba por la tardecilla o al anochecido, es decir, una vez declinaba el sol o cuando ya se había puesto. En la huerta se regaba planta a planta con la ayuda de algún bote de conserva, vertiendo el líquido al tronco de cada una, por lo general poca cantidad por lo costoso que era conseguir agua. De este modo, gracias a ella y al rocío que podía caer por la noche la planta revivía, respichaba. Al amanecer del día siguiente era necesario tapar el riego que consistía en cubrir a mano el círculo de humedad en torno a cada planta con algo de tierra menuda o polvo secos. Esta tarea se realizaba siempre al amanecer y nunca al anochecer tras efectuar el riego. La razón era que a esas horas, después de un día recibiendo una fuerte insolación, la tierra se hallaba muy caliente y si se echaba sobre la regada, la primera absorbía rápidamente el agua impidiendo que llegase a las raíces de la planta. En cambio por la mañana al estar la tierra fresca e incluso húmeda por el rocío, se obviaba este problema. Se evitaba así que el sol evaporase rápidamente el agua además de impedir que se cociese la planta. Por ello nunca se regaba mientras luciera el sol y mucho menos en las horas centrales del día porque la planta moría, se cocía.

Se regaban sobre todo las plantas de pimiento en la primera fase de su crecimiento en que por exceso de calor eran propensas a quedarse lacias. Una vez medraban resistían la sequía sin morir pero si estaban con flor la perdían por lo que también se intentaba regarla para no ver mermada la producción, ya que los pimientos constituían una parte muy apreciada de la dieta durante el período estival; además resultaban imprescindibles para la matanza del cerdo, por lo que la cosecha de pimientos rojos debía ser abundante, ya que eran varios los chones que se sacrificaban en cada casa.

Se regaban también las lechugas, los guisantes que crecían en cuadro, no así los que medraban entre las patatas, las zanahorias, los tomates, y en menor medida los puerros, estos casi siempre solo durante su plantación.

Algunos cultivos en cambio no se regaban porque se consideraba que resistían mejor la sequía o porque por su extensión tal práctica era inviable. Otros no se regaban bajo ningún concepto, como era el caso de ajos y cebollas, porque la mezcla de agua y calor los pudría.

Se recurría también a otras estrategias además de las descritas para minimizar la pérdida de humedad de la tierra. En caso de tiempo muy seco se reducían al mínimo las labores de sallado o escarda para evitar la pérdida de agua al remover la capa superficial de tierra y quedar la húmeda expuesta. Además, esta labor se realizaba por la tardecilla y mucho mejor por la mañana temprano, antes de que saliese el sol, ya que la fina capa superficial, húmeda por el rocío, quedaba envuelta por la capa inferior seca consiguiendo retener esta humedad adicional.

Riego por aspersión. Treviño (A), 1985. Fuente: La Salleko Euskal Idazleen Elkartea. Euskal Herria, I, colección de diapositivas. Bilbao: 1985, p. 236.

Otro aspecto importante era echar a la tierra de las huertas mucha basura o abono ya que contenía abundantes restos vegetales. Por ello tenía una importante capacidad higroscópica reteniendo además la humedad durante mucho más tiempo que la tierra. Por ejemplo, cuando se plantaban los tomates en el hoyo se solía verter abono y una vez colocada la planta, después se cubría con tierra. Cuando se regaba la planta dicho abono se embebía de agua y la retenía durante más tiempo que la tierra del entorno soltándola lentamente para que la absorbiese la planta, llegándole además cargada con los nutrientes que arrastraba del propio abono.

En las localidades encuestadas los testimonios recogidos sobre el incremento de tierras de regadío corresponden a comarcas de secano a las que se ha acercado el agua, mediante acequias u otros procedimientos. En primer lugar, a modo de ejemplo, se aporta una descripción pormenorizada recogida en el enclave de Treviño (A):

En otro tiempo lo único que se regaba eran las huertas y estas por su pie, por encharcamiento, alguna alfalfa y poco más. Hoy día el regadío es por aspersión; los tractores bombean el agua de los ríos o de balsas. Desde la toma de agua colocan cientos de metros de tubos, de seis metros cada uno, hasta llegar a las fincas, en algunos casos hasta más de un kilómetro. Una vez ubicados en las tierras de labor, intercalan cada dos o tres tubos anchos, una T, de la que salen los tubos estrechos. Cada dos, se colocan los aspersores a los que llaman pajarillos, cubriendo un radio de unos 20 m. La fila nunca termina en aspersor, siempre en un tubo con su correspondiente tapón. Según la potencia del tractor o el desnivel riegan una parte de la finca, terminada esta, cambian la entrada del agua a otros tubos para regar otra zona.

En los últimos años se han construido grandes balsas, canalizando el agua por tuberías subterráneas, con tomas en las fincas. En muchas de ellas riegan sin necesidad de poner el tractor, en otras que no alcanza la altura, utilizan el tractor para dar presión. Las horas de riego y los metros los tienen contratados y disponen de contadores. Regar con las balsas les sale más económico y en unos pocos años las amortizan. El regadío va dirigido a la remolacha azucarera y a la patata.

En Zamudio (B) no se regaban mucho los huertos porque en los meses de invierno llovía mucho si bien en verano calentaba. Aún así, junto a la casa, y en una esquina de la huerta se hicieron pozos para recoger el agua de la lluvia. Si esta no era suficiente se iba al río con el carro tirado por el ganado y algunas barricas en desuso para acarrear agua. Para sulfatar las uvas siempre se tomaba agua limpia del río, que a veces se traía también en baldes. Empleaban también regaderas En las huertas se dejan unos bidones para recoger el agua de la lluvia y después utilizarla para regar, con baldes.

En Iruña de Oca (A) el regadío comenzó hacia el año 1960; mediante motores y turbinas aprovechaban el agua del río para el riego de las huertas. Hoy día el método utilizado es la aspersión, bombeando el agua del río o de alguna balsa y distribuyéndola por las fincas mediante tubos acoplándoles los aspersores, pajarillos, que cubren un radio de unos 20 metros. En Bernedo (A) los pueblos están preparando pequeñas presas que almacenen el agua de la lluvia y de alguna fuente para regar las patatas en verano y asegurar la cosecha.

En Cárcar (N), a mediados de los años ochenta era escaso el terreno dedicado a regadío y en él se cultivaban hortalizas, tomate, alcachofa, espárrago, patata y fruta. Con los años se ha ido imponiendo en detrimento del secano, sobre todo en el último cuarto del siglo XX.

En Sartaguda (N) a mediados de los años 1980 la mitad de las tierras cultivadas eran de regadío. Antes de los nuevos sistemas de riego, este se hacía siempre “a manta”, es decir, mojando toda la superficie del campo. En el regadío hay frutales, sobre todo melocotonero, patata y hortalizas.

En el Valle de Roncal (N) (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) las huertas que suelen estar situadas cerca de la casa o del río eran las únicas parcelas regadas en el valle, el resto de cultivos eran cereales de secano. Hoy día el riego se efectúa mediante conducciones de agua dispuestas con una manguera.

En Muez (Valle de Guesálaz) y Ugar (Valle de Yerri) (N) las piezas cercanas a los ríos se destinan al regadío y los cultivos de la huerta y son subastadas anualmente entre los vecinos.

En Viana (N), cerca de la localidad, se dan pequeños regadíos y huertas junto a los ríos; también en la zona sur hay tierras dispuestas en terrazas que resultan buenas para productos hortícolas de regadío. En los años 1920 los cultivos de secano eran más numerosos que los de regadío, que fueron aumentando en las décadas siguientes. En los decenios de 1970 y 1980 las robadas[2] de regadío aumentaron.

En Valtierra (N) el agua para regar viene desde una presa construida en Milagro, se han canalizado tanto el río mayor de la localidad como los ramales. El reparto para regar es de tres días para Valtierra y otros tres para Arguedas. Ya se cultivan unas 6000 robadas de regadío en la Bardena de Valtierra.

En San Martín de Unx (N) comparando los datos de finales de los años 1970 y los últimos de 1990 el secano había descendido algo y el regadío se había reducido más que a la mitad por la escasez de agua. El Canal de Navarra, a partir de finales del primer decenio del siglo XXI, tratará de resolver la necesidad de agua para el riego.


 
  1. Alfredo FLORISTÁN. La ribera tudelana de Navarra. Zaragoza: 1951, pp. 132-143.
  2. La robada es una medida de superficie usada en Navarra que equivale a 898.456 m2.