Vertiente mediterránea
Apodaka (A) no es lugar de frutales, si bien en los últimos años se han plantado en las huertas y en los jardines de las nuevas viviendas. En cambio, en los pueblos del norte de Zigoitia, en las estribaciones del Gorbea, Murua, Etxaguen y caseríos de San Pedro, siempre contaron con muchos frutales, sobre todo manzanos, perales, avellanos y nísperos. En Apodaka y en los pueblos aledaños, al ser términos de secano, lo que más abunda es el nogal; otros frutales son: manzanos, perales, ciruelos, guindos cerezos y membrillos.
Estos últimos años casi todas las casas tienen frutales; algunos han plantado especies que no son de la zona: kiwis, albaricoques, melocotones, etc.
En Abezia (A) es habitual tener algunos frutales alrededor de toda la huerta y en alguna finca próxima a la casa. Los informantes aseguran que pese a que no es un lugar especialmente adecuado para los frutales debido al frío, los existentes dan bastante fruta si se cuidan bien. Incluso recuerdan haber vendido fruta en ocasiones excepcionales.
Los más habituales son los manzanos de distintas variedades (reineta, de año, de Santiago), pero también hay perales, ciruelos (rojos, claudios y amarillos), nísperos, nogales, melocotoneros, membrillos, cerezos, parras, perucos (agrios y marrones), higueras, brevas, etc. Los avellanos son totalmente silvestres y también hay castañales propiedad del pueblo. Aunque en las casas suelen disponer de un tamboril para asar las castañas, aseguran que no es frecuente recogerlas.
En Valderejo (A) se han de diferenciar dos etapas, la primera que acaba en los años 1960 y la segunda desde esa fecha hasta nuestros días. En la primera es cuando más árboles frutales existieron; este periodo terminó al despoblarse la mayor parte del Valle. A partir de ese momento los frutales fueron abandonados y paulatinamente desaparecieron sobreviviendo solo algunos ejemplares en la población de Lalastra. Otra causa de su desaparición fue la transformación de la mayor parte de las tierras de cultivo en herbales, eliminando lindes, ribazos y pequeños espacios entre fincas que era donde crecían. La zona donde más frutales y de mejor calidad hubo fue en Ribera debido a su ubicación, a menor altura que el resto del Valle y con un microclima favorable.
En la actualidad sobreviven, asilvestrados, ejemplares entre las ruinas de los pueblos abandonados (Villamardones, Ribera y Lahoz) y en los límites de las huertas que existieron en su entorno.
En esta población alavesa se ha constatado el cultivo de estos árboles frutales:
– Guindos. Pocos ejemplares.
– Cerezos. Producían cerezas denominadas pitorreras, de menor tamaño que las guindas. Entre las mismas existían unas de mayor grosor y buen sabor y otras de tamaño más reducido y sabor más amargo. Los cerezos crecían en los lindes de las fincas, principalmente ribazos y en pequeños sotos. En el entorno de las iglesias siempre existía uno o más cerezos. La calidad de las cerezas variaba en función de la localización del árbol, siendo las de mayor tamaño (con más carne y menos hueso) y sabor más agradable las provenientes de los situados en huertas o en zonas más cuidadas.
– Ciruelos. Con las siguientes variedades: negriales, de pequeño tamaño y color negro; blanquillas; pintillas; claudias, las más apreciadas; picudas o de la rosa, que solían ser de color amarillo o morado fuerte.
– Nogales. La zona donde más abundaba este frutal era en Ribera, donde daban mucho fruto. Existía alguno en Villamardones y en Lahoz. La mayor parte han desaparecido.
– Castaños. Como en el caso de los nogales era en Ribera donde más ejemplares había. También existieron algunos en Villamardones pero con frutos de menor calidad.
– Agraces. Solía haber algunos ejemplares en las huertas; se consumían directamente de la mata.
– Uvines. Trepaban por las paredes de algunas huertas; su forma se asemejaba a las parras pero con troncos y hojas de menor tamaño. Tenían un fruto en forma de pequeños racimos de grano menudo de color rosa púrpura y sabor dulce apagado.
– Membrillos. De este frutal existieron ejemplares en los pueblos de Ribera y Villamardones y algunos de ellos han perdurado perdidos entre la maleza hasta nuestros días. Su fruto era de tamaño reducido comparándolo con el que hoy día se produce, no estaban cubiertos de pelusa y su sabor y olor eran intensos. En la actualidad se está procediendo a la recuperación de los pocos ejemplares que quedan por su alta calidad.
– Parras de uva: Solo existieron dos ejemplares en el pueblo de Ribera donde sendas casas las ostentaban en sus fachadas.
– Nísperos. En las orillas de algunos huertos y en ribazos de fincas existieron algunos ejemplares. En la actualidad solo se conoce alguno en el pueblo de Villamardones.
– Perales. Las peras que se recogían, en pequeñas cantidades, eran las sanjuaneras y también los peruquillos, de reducido tamaño y escaso sabor.
– Avellanos. Generalmente ubicados en zonas boscosas, ribazos y huertas. No se les dedicaban cuidados especiales. Para recolectar los frutos se sacudían las ramas y se recogían del suelo. Había abundancia de ellos en las orillas del río Purón, entre el molino de Lalastra y el pueblo de Villamardones, tramo que permanecía seco desde julio hasta octubre. Los niños se subían a los avellanos y los zarandeaban cayendo sus frutos al lecho del río que al ser de piedra permitía recogerlos fácilmente.
– Manzanos: Existían dos tipos, unos que proporcionaban frutos con tonos amarillos y colorados y de sabor agradable, que solían estar ubicados en las huertas o herranes; los otros daban frutos de pequeño tamaño, color amarillo y escaso sabor; se trataba de los manzanos mailos (su fruto, mailas). En la actualidad han desaparecido, aunque quedan topónimos como Los Mailos. En el pueblo de Ribera se conoció también la reineta.
En Argandoña (A), salvo algunas parcelas aisladas, el cultivo de árboles frutales se reduce a las huertas junto a las hortalizas. Tradicionalmente han existido frutales plantados en zonas marginales de las huertas, junto a los muros, próximos a acequias o arroyos, en terrenos de menor productividad, etc. Esta disposición ha sido así porque la sombra impide el buen desarrollo de las hortalizas. Son mayoría los manzanos, perales, ciruelos, cerezos y membrillos. En las zonas marginales o junto a caminos de acceso o acequias se plantan nogales y avellanos.
Exceptuando los nogales, el resto de los frutales son de menores dimensiones lo que permite poder acceder a la fruta más fácilmente. En este orden se plantan manzanos, perales, cerezos, ciruelos, avellanos, nogales, membrillos, mísperos, etc. Las vides con forma de parra crecen adosadas a la fachada de la casa.
Treviño y La Puebla de Arganzón (A) no ha sido zona de explotación de frutales; se destinaban al abastecimiento de la casa y para regalar a algún pariente o vecino, raro era el que vendía fruta. Estaban plantados a la orilla de los ríos y en las huertas, pero al hacer la concentración parcelaria desaparecieron. Mención aparte merecen los nogales ya que todas las casas contaban con varios. Se conocían varias clases de nueces: una muy grande de cáscara pero poco fruto, otra pequeña muy fina y la mediana de muy buen sabor.
Ahora tienen más árboles frutales que antaño, ya que hoy se cuenta con más tiempo para atenderlos pues la mayoría de los vecinos están jubilados. En las nuevas urbanizaciones rara es la vivienda que no tenga media docena de frutales.
Las clases han sido: cerezo, guindo, ciruelo, manzano (de diversas variedades), ahurri, peral, zurbal, etc.; ahora han introducido melocotones, kakis, nísperos, etc. Entre los arbustos hay grosellas, agraces y frambuesas.
En Ribera Alta (A) los árboles frutales más comunes son y han sido el manzano, ciruelo, cerezo, higuera y nogal. Había algún peral y algún membrillo pero eran escasos. Antes de la concentración parcelaria abundaban en las lindes de las fincas pero después desaparecieron y los que hay ahora están en los huertos de las casas. Los nogales se respetaron un poco más y todavía quedan unos pocos en los límites de algunas fincas.
En Bernedo (A) no abundaban los frutales y tampoco se les prestaba mucha atención; se tenían para consumo doméstico. Los más comunes han sido los manzanos, ciruelos y perales. Entre los manzanos había una variedad más temprana llamada sanjuanera porque sus frutos maduraban hacia el 24 de junio, pero lo normal eran las tardías y de textura dura que alcanzaban la sazón a partir de octubre y que duraban en perfecto estado hasta mayo. Entre las ciruelas, las claudias, muy dulces por lo que se solía decir que había que comer un número impar y que no pasara de dos. Otra variedad era la conocida con el nombre de regañada, de color amarillo y forma alargada que solía tener una segregación seca a modo de lágrima; era menos dulce y no resultaba tan pesada como la claudia. Otras ciruelas conocidas como churles eran de menor tamaño y color negro un tanto azulado.
En Agurain (A) los principales árboles frutales son los manzanos; hay también perales, cerezos, guindos, ciruelos, nogales, higueras, parras de uvas, avellanos y membrillos. Todos plantados en las huertas y en las proximidades de las casas.
En Apellániz (A) los árboles frutales, en tiempos pasados muy abundantes, fueron perdiéndose, en especial los manzanos, por la plaga del muérdago, astura, y la falta de interés por arrancarlo de las ramas donde crecía facilitó su propagación. Otra enfermedad que sufría el manzano era el arañuelo, producido por la larva de un insecto. En las manzaneras se recogían manzanas de diferentes clases: de pera, reineta, peruca, moceta, de reiz (que eran pequeñas y muy amargas); se llamaba maguilla a la silvestre y con el nombre de currubita se conocía la manzana pequeña. En cuanto a las peras: de verano, de invierno, de limón, largas y perucos. Otros frutales: ciruelo, cerezo (con su goma o pan de cuco), guindo, albérchigo, melocotón, membrillo, higuera (con sus brevas e higos), morera, míspero o niespero, y avellano. También se recogían grosellas. La vid se cultivaba en forma de parra que trepaba por las paredes de la casa, aunque salvo contadas excepciones, el fruto no alcanzaba su completa maduración. Fuera de los cerrados, en los alrededores del pueblo, crecían los nogales, que antes eran muy numerosos, pero dado el valor de su madera se talaron muchos.
En Berganzo (A) los árboles frutales eran abundantes y proporcionaban mucha fruta. Destacaban los siguientes:
– Cerezos. Variedades de cerezas: temprana, de últimos de mayo y tardía.
– Guindos. Variedades de guindas: silvestre y garrafal, más gorda que la silvestre.
– Melocotonales, cuyos frutos, antes de que se estropeasen, eran empleados para alimentar a los cerdos.
– Pavíos. A las pavías se les denominaba melocotones abrideros porque se abrían por el medio.
– Alberchigales.
– Albaricoqueros.
– Membrillales. Eran escasos y pertenecían a la variedad común de los mismos.
– Perales. Variedades de peras: pera de invierno, de carne dura; pera blanquilla; y pera de verano, más delgada y alargada, que se recolectaba por Santiago.
– Manzanos. Variedades: manzana reineta; actualmente a esta variedad se le suman la golden y la roja o temprana de verano.
– Higueras. Variedades de higos: higos rojos; y brevas, blancas y más tempranas que los higos ya que maduran para el mes de julio.
– Ciruelos. Variedades de ciruelas: claudia, negrilla, regañada o amarilla, y silvestre.
– Vides.
– Nogales, algunos alcanzaban enormes dimensiones. Variedades de nueces: nueces rudas, que eran duras y bastas; y pajareras, más blandas.
– Avellanos. Variedades: avellanos silvestres, que aparecían en las zonas de monte y en las orillas del río; en los años 1980 se empezaron a trasplantar y a plantar avellanos comunes.
– Bortos, cuyo fruto es el madroño.
– Las endrinas eran silvestres, y con ellas y anís fabricaban pacharán. Los churris era una fruta a caballo entre la ciruela y la endrina, cuya recolección se llevaba a cabo por septiembre.
En Pipaón (A) la variedad de árboles frutales es bastante completa: ciruelos, manzanos, perales, nogales, avellanos y alguna que otra parra resguardada de los fríos.
En Moreda (A) de los árboles frutales es al olivo al que se le tiene más veneración; además es el más numeroso con 12 000 ejemplares esparcidos en una gran cantidad de olivares. Otros árboles de cultivo habituales aunque con escaso número de ejemplares son los manzanos, perales, higueras, cerezos, guindos, membrillares, ciruelos, nogales, almendros, melocotonares, albaricoques, pomares y morales.
– Entre los melocotonares los más apreciados son los de viña, con frutos pequeños pero muy sabrosos; luego están los que proporcionaban frutos de mayor tamaño que tienen más agua y son menos dulces.
– Perales hay de muchas clases, así tenemos perales limoneros, de san Juan, de Santiago y de invierno.
– Manzanos hay de dos clases: golden y raineta; predominan los primeros y se recolectan en octubre.
– Entre los ciruelos los más apreciados son los que dan ciruelas claudias; de los de santa Rosa hay menos.
– Higueras hay de diferentes frutos: los de viña o higos royos son muy apreciados; también gustan mucho los higos blancos de higueras de huertas y riberas de ríos. Las higueras crecen por todos los pagos de la jurisdicción: en viñas, hortalizas, caminos, riberas de los ríos, etc.
– Las variedades de almendros cultivadas son: común, con el almendruco redondo y pequeño; largueta, almendruco alargado y hermoso empleado para hacer almendras garrapiñadas y turrón; cristoseco, almendruco que brota más tarde que los demás y es difícil que se hiele, el precio que se paga por él es más alto; pajarero, almendruco de cáscara blanca que lo suelen picotear las aves; y marcona. De todas ellas los más habituales son los comunes y los de largueta, especialmente estos últimos por ser los más apreciados.
– En Moreda no hay nogalares como tal, pero sí nogales sueltos por las orillas de los ríos, hortalizas y terrenos frescos, es decir, en las cercanías de cursos de agua.
En 1960 los frutales con los que contaba Moreda eran: perales, 400; melocotoneros, 300; nogales, 580; cerezos, 300; manzanos, 280; almendros, 2 800; ciruelos, 300; higueras, 50.
En Izurdiaga (N) las frutas que se cultivan son: la pera, urderie, con las variedades limonera, roma, la de agua y la enana; manzana, sarra: reineta, golden y starking; ciruela, okana: claudia y japonesa; membrillo; higos, pikubek: rojos, gorrilek, y blancos, txurillek; brevas; cerezas, gillek; nueces, aintxorak, antxorrak; y avellanas, urrek, uzrrek. Los árboles frutales se colocaban en las huertas intercalados con otros cultivos pero no había ninguna pieza dedicada exclusivamente a ellos.
En el Valle de Roncal (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) (N) pocos eran los árboles frutales que podían resistir el clima del lugar: arañones, maxaranak; gurrillones; grosellas negras, beltxanburuak; ciruelas, aranak, cascabillos o ciruela claudia, arrauntzearanak o de yema amarilla, urriaranak; peras zermein que era una variedad muy especial; txagarkoa o manzana ácida. Los manzanos, perales y ciruelos se plantaron poco a poco en la huertas. La única vid que nacía en el valle era la vid silvestre labrusca denominada basamahastia o basamahatsa.
En el Valle de Arce y Oroz Betelu (N) los pequeños campos de frutales se ubican alrededor de la casa en las zonas llanas o en las laderas.
En Aoiz (N) se plantaban árboles frutales en los huertos y también junto a la casa o en el jardín. Entre ellos eran habituales los membrilleros, manzanos, perales (peras de invierno sobre todo) e higueras. Estas últimas aún se encuentran en jardines de casas antiguas de Aoiz y en los pueblos del Valle de Lónguida. También había ciruelos, algún cerezo y guindero, melocotoneros, árboles de albérchigos o albaricoques, nogales y parras de uva blanca o moscatel; entre los melocotones se siguen recordando los “melocotones y abridores de viña”. Algunos topónimos indican su mayor o menor presencia, dependiendo de la latitud del lugar.
Había otros árboles a los que se llamaba bortes, que eran los que “habían salido de la nada, que no se habían plantado”. Entre ellos las pomeras, recordadas por los más ancianos: había que comerlas muy maduras, pudiendo madurarse entre la paja o el estiércol. También avellanos, castaños, cascabeles (un arbusto que presenta una especie de pequeñas ciruelas que se comen muy maduras, cuando están rojas), nogales y pachacas, pequeñas manzanas que se tomaban maceradas en anís para combatir el malestar de estómago.
En Muez y Ugar (N) normalmente los frutales estaban o bien diseminados en los márgenes de los campos o en los huertos. Los frutales solían ser manzanos, melocotoneros, perales, cerezos, ciruelos, nogales, almendros, membrillos e higos.
En Yerri entre los cultivos leñosos encontramos la vid, el olivo, el almendro y el manzano. En Guesálaz son pocos los frutales que crecen y lo suelen hacer diseminados. Se podían encontrar desde melocotones a ciruelos. A la vid se dedican unas 5 hectáreas, al olivo 2 hectáreas y a los campos conjuntos de vid y olivo otras 2 hectáreas. Al igual que en Yerri, aquí tras la concentración parcelaria el cultivo de olivos y viñas decayó sobre todo en Arguiñano, Esténoz, Arzoz, Muzqui, Muez, Muniáin, Irujo y Viguria. En concreto en Garísoain e Irurre, situados en la parte meridional del valle de Guesálaz, predominan ambos cultivos leñosos en el carasol de Arradia.
En general ya no se cultivan tantos árboles debido a que su cuidado, al igual que el de las viñas y olivos, es más laborioso y pesado que la siembra de los campos de secano.
En Viana (N) los árboles frutales se cultivan sobre todo en las huertas y sus frutos sirven para el autoconsumo a excepción de los almendros, a los que se ha dedicado grandes extensiones, aunque ahora se hallan en retroceso.
Melocotoneros. Árboles de regadío de vida corta, alrededor de diez años. Hay diversas variedades, la mejor según algunos, el gallú colorado, según otros el amarillento terminado en la base en un piquillo; el Alejandro Dumas es muy duro y por lo tanto apropiado para embotar, pero poco apreciado para el consumo directo pues tiene “mucha resina”; el blanquillo contiene mucha agua, es de tamaño pequeño y muy bueno; era muy apreciado el llamado sanmigueleño, que por venir tarde resultaba muy dulce; otra variedad ahora muy escasa es el melocotón de viña, de pequeño tamaño por criarse en secano, aunque muy dulce.
También se pueden considerar variedades de melocotón estas otras: abridor, de mucha agua, con el hueso cubierto de arrugas y que se desprende fácilmente de la carne; pavía, melocotón aplastado de mucha agua y muy dulce; paraguayo, parecido al anterior pero más soso; albaricoque o albérchigo, con un surco en su superficie, carne blanda de color amarillento y rojizo, muy dulce y con mucha agua; nectarina, híbrido de melocotón y ciruela de carne dura, rojiza o blanca y entre dulce y agrio.
Ciruelos. Se considera que las mejores ciruelas son las claudias verde-amarillentas por su dulzura; hay otra variedad, la semiclaudia, “mestizada a claudia”, menos dulce; las llamadas japonesas son grandes, de color amarillento, de piel dura y algo agrias; otra variedad es la morada, alargada y pequeña.
Peros o perales. Las peras más tempraneras eran las de san Juan (24 de junio), los peretes amarillentos; por la Magdalena de julio se recogía una pera de tamaño pequeño llamada blanquilla; excelente es la pera de agua o de limón, de carne blanca acuosa; la pera de buen cristiano, amarilla y dura, se recogía a primeros de septiembre; la de donguindo era de invierno, ancha, de carne compacta y piel dura, que se colgaba para su maduración en los graneros. Las dos últimas variedades prácticamente ya no existen.
Cerezos. La variedad rojiza es la más temprana y la más sosa; la negra garrafal viene algo después y es muy dulce, grande y a propósito para embotar; la llamada monzón es amarilla y buena para conserva; una clase especial, muy escasa, tardía y dulce, pues viene en julio, es de color amarillento ámbar.
Guindos. La guinda común procede de los árboles que crecen a orillas de los riachuelos, de color rojizo y de sabor agrio; la garrafal es más oscura, de mayor tamaño y más dulce.
Membrilleros. Con dos variedades: el común, que huele mucho y es de tamaño pequeño; y otros de mayor tamaño pero de poco olor. El árbol puede alcanzar más de medio siglo de vida.
Manzanos. La llamada de sanjuan, pequeña y colorada; reineta, redonda, plana y algo ácida; golden, alargada, verde-amarillenta; starking, de color rojizo. Algunos árboles son añeros, es decir, dan fruto un año sí y otro no.
Pomares. Quedan muy pocos pues su fruto no es muy apreciado, aunque sí en tiempos pasados. Nunca se ha comercializado. Para recoger este fruto bien maduro, pues solo así se podía comer, había que dejar que cayese del árbol o colocarlo todavía verde en el granero sobre el trigo para que fuese madurando poco a poco.
Nísperos. Existen muy pocos.
Nogales. Ha sido un árbol muy apreciado por su fruto y por su excelente madera. El llamado de la tierra, más temprano, y el francés, más tardío y con nuez mejor y de mayor tamaño.
Avellanos. Antes había muchos en las huertas junto a los ríos, hoy quedan muy pocos.
Higueras. Hay una variedad de higos blancos que también produce brevas; también higos royos, más dulces que los anteriores; antes había una variedad de higos negros parecidos a las brevas.
Almendros. Ha sido siempre un cultivo muy apreciado para comer el fruto en seco y para la elaboración de turrones y almendras garrapiñadas o saladillas. Existen varias clases: común, redondeado; largueta, acabado en punta y muy bueno para elaborar almendras saladas o garrapiñadas; marcona, el más caro; mollor, muy gordo; desmayo, por tener la flor hacia abajo, lo que le permite evitar mejor las heladas. Hay una variedad común de sabor amargo y raíz muy fuerte que sirve de patrón para luego injertar otras variedades.
Entre los años 1950-1970 se plantaron muchas fincas de almendros debido a los buenos precios que se alcanzaron. En la década de los ochenta había 55 ha dedicadas al almendro en plantación regular. Después se arrancaron muchos y en 2005 su cultivo estaba en franca regresión por los bajos precios.
Caquis. Hacia 1950 se llegaron a plantar algunos.
En 1984 se dedicaban a la producción de manzano, peral, cerezo y melocotonero 30 ha.
En Sartaguda (N) hoy en día la fruta de hueso (melocotón, paraguayo, nectarina, cereza) y la de pepita (pera, manzana), constituyen con mucho el cultivo más importante del regadío y el principal sustento económico del pueblo.
No obstante, la importancia de la fruta está decayendo a consecuencia de la drástica bajada de los precios que se pagan al agricultor y a la creciente rentabilidad de los productos de invernadero (alubias, tomate, lechugas, etc.). Los informantes de esta población están seguros de que la fruta ya no será rentable para aquellos de entre los más jóvenes que quieran dedicarse a la actividad agraria. De ser cierto este pronóstico, el actual paisaje del regadío de Sartaguda –dominado por grandes extensiones de frutales– volverá a cambiar una vez más. Sartaguda cuenta también con alguna de las empresas pioneras en Navarra en el cultivo de fruta de producción ecológica.
En Cárcar (N) en un principio, en las parcelas de regadío tan solo crecían unos pocos ejemplares para el consumo familiar. Fue a partir de finales de los sesenta cuando fincas enteras ubicadas en zonas de regadío se orientaron hacia la producción de fruta. En el caso de la familia del encuestador, sus abuelos paternos tuvieron 10 000 árboles frutales entre manzanos y perales, todos adquiridos en Lérida y ya injertados.
Los almendros también constituyeron un cultivo muy extendido en el municipio en los años setenta y ochenta del pasado siglo. Luego fue retirado y algunas de las parcelas “se plantaron a olivos”.
En Obanos (N) no hay muchos frutales, solo para consumo familiar. En las huertas de las propias casas o en las viñas de secano suele haber y había higueras, a veces un cerezo, ciruelos, nogales, albérchigos, algún manzano y membrilleros. En algunos campos de cascajo también se han plantado almendros. En el campo, en terrenos pobres y calizos, había almendros y algún melocotonero en viña. En los orillos de las viñas había también algún cerezo, melocotonero, manzano, almendro o, pomo y poco más. Actualmente se está poniendo olivo. El subsuelo en el que se asienta el casco urbano no es bueno para los árboles, solo se dan bien las moreras.
En San Martín de Unx (N) los árboles frutales se dan principalmente en los huertos del pueblo, donde pueden verse melocotoneros, ciruelos, membrilleros, manzanos, perales, cerezos, pomos, almendruqueros (almendros), nogales, avellanos y guindos, cuyo fin es abastecer las casas para el consumo diario o fuera de temporada, ya que en muchas casas se preparan con sus frutos mermeladas. También se plantan árboles frutales en algunas viñas, sobre todo manzanos, perales y ciruelos. Los nogales se reparten un poco por todo el término.
En la década de 1970 crecieron los almendrales, habiéndose plantado las variedades largueta y marcona, que suministran a las familias un producto de fácil venta y muy beneficioso en lo económico y que al mismo tiempo es muy apetecido en las casas para preparar almendras garrapiñadas.
En Valtierra (N) los árboles frutales eran muy apreciados y cuidados, no en vano surtían de postre a las familias durante casi todo el año, bien como fruta fresca o embotada, ciruelas pasas, mermelada, carne de membrillo, manzanas asadas o compota. Hasta los años 1960 no existió un afán de especialización, todos trataban de tener todos los frutales que podían, buscando la variedad.