Incremento de la producción de hierba

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Bajo estas premisas uno de los principales intereses, aparte de acumular tierras, era obtener la máxima producción de las mismas. Y el modo de conseguir este fin ha sido mediante dos tácticas: incrementar la fertilización de las praderas y variar la composición vegetal de las mismas.

Tradicionalmente los prados se abonaban de un modo similar a las tierras de labor. Se utilizaba para ello la basura o abono que se obtenía de la mezcla del estiércol con las camas de origen vegetal, mezcla que se mantenía a resguardo en la cuadra durante todo el invierno. Una vez aumentó el número de vacas en la cuadra, reduciéndose así el espacio disponible, el estiércol se sacó a la calle en montones, y ya por entonces contenía menor aporte de materia vegetal pues cada vez se disponía de menos tiempo para rozar basura en el monte. El abonado se llevaba a cabo por el otoño y se utilizó primero el carro de bueyes y después el pascuali. Se cargaba, se llevaba hasta el prado y se depositaba en el mismo formando pilas. Después se esparcían las mismas con la ayuda de la horquilla. Lo de hacerlo en otoño era para que diese tiempo a que los pedazos grandes de estiércol se deshiciesen y fuesen asimilados por la tierra, de modo que al llegar el tiempo de la siega ya hubiesen desaparecido.

Con la introducción de los tractores grandes apareció un nuevo apero consistente en un remolque que contaba en su parte trasera con un mecanismo que permitía esparcir el abono cargado en la cama. Sobre la misma contaba con un sistema de cadenas que iba desplazando el abono hacia la trasera para que fuese alcanzado por el mecanismo esparcidor. Se le llamó esparcedor de basura. Se cargaba a horquilladas al igual que los carros citados antes, así que resultaba una tarea laboriosa que requería la participación de varios. Sin embargo una vez en el prado ahorraba mucho trabajo.

Años después se difundió un nuevo apero, una pala que se acoplaba en la delantera del tractor y que permitía elevarla y bajarla mediante un mecanismo hidráulico. El uso de la pala para cargar la basura en el anterior remolque permitió nuevamente desplazar el esfuerzo humano.

Pero como en las nuevas granjas ya no se utilizaban camas para el ganado sino que los excrementos que producían caían a través de un enrejillado construido con viguetas de hormigón armado a un foso o depósito construido bajo el suelo de la estabulación, el estiércol, mezclado con algo de agua de lluvia, más la destinada a limpiar la sala de ordeño y el suelo por el que deambulaban libres las vacas, generó un estiércol distinto de aspecto semilíquido que comenzó a denominarse purín.

Para distribuirlo por los prados hizo su aparición un nuevo apero, la cuba de purines. Consistía en un remolque sobre el que se acoplaba horizontalmente una cuba metálica y junto a ella una bomba de presión. Mediante una manguera gruesa que se acoplaba a una compuerta situada en la parte trasera inferior de la cuba se cargaba esta con el purín almacenado en el foso de la estabulación. Para ello se creaba mediante la bomba una presión negativa en su interior. Una vez llena se cerraba la compuerta mediante un dispositivo hidráulico, se soltaba la manguera y se transportaba hasta el prado. Allí se le acoplaba un mecanismo consistente en una especie de tubo cuyo diámetro se reducía y que llevaba acoplado una plancha metálica. El ganadero hacía funcionar de nuevo la bomba de presión activando la toma de fuerza del tractor, pero en esta ocasión mediante una palanca invertía el sentido de giro de las palas de la bomba de tal modo que conseguía incrementar la presión dentro de la cuba. Una vez alcanzaba la presión adecuada, abría la portezuela trasera. El purín salía con gran fuerza y el tubo al estrecharse incrementaba la velocidad del chorro, que al estrellarse contra la plancha se esparcía formando un abanico. A la vez desplazaba el tractor a lo largo del prado consiguiendo así abonarlo cómodamente.

Esparciendo purín con el cañón. Carranza (B), 2013. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.

En un principio algunos ganaderos llamaron orinas al purín, echar orinas a esparcir purín y a la cuba la denominaron cisterna de las orinas o simplemente cisterna.

Esta nueva forma de estercolar supuso un cambio notable en la forma de aprovechar la hierba de los prados. El purín era rápidamente asimilado, sobre todo si había humedad suficiente, y en poco tiempo se notaba su acción, creciendo la hierba más rápidamente (en buena medida debido a que no se producía pérdida de los componentes nitrogenados, que sí desaparecian por lixiviación del agua de lluvia en el período en el que se sacó el estiércol a la calle para dejarlo en grandes montones). Este crecimiento rápido tras haber efectuado una primera corta para ensilar la hierba se traducía en la posibilidad de realizar una segunda.

A medida que aumentó el número de cabezas de ganado en cada explotación y este se estabuló durante períodos más largos, se incrementó notablemente la producción de purín, que era utilizado en su totalidad para abonar los prados. Los ganaderos que trataban de obtener el máximo rendimiento de los mismos seguían una pauta consistente en segar la hierba de cada prado para ensilarla y seguido abonar con purín y repetirla tantas veces como lo permitiesen las condiciones de humedad de ese año. Además se reforzaba el abonado mediante el uso de fertilizantes de síntesis. Para realizar este último trabajo, que antes se efectuaba a mano, se ofertó un nuevo apero consistente en una tolva en la que se vertía el abono químico y que contaba con un mecanismo que lo esparcía según caía de la tolva.

Parejo al aumento del número de vacas por explotación se produjo un incremento en la potencia de los motores y en el volumen de los tractores y de la capacidad en metros cúbicos de las cubas de purín. Y si bien antaño se empezaba a segar por san Juan la primera hierba destinada a ser secada, y una vez introducida la práctica del ensilado se adelantó a primeros de junio, al incrementar la fertilización de los prados el inicio de estas tareas se fue adelantando poco a poco aún más, en principio hacia la festividad de san Isidro, a mediados de mayo, y en los últimos años a abril e incluso si acompañan las condiciones climáticas a marzo.

La intensificación en el uso del purín trajo como consecuencia el desarrollo de plantas nitrófilas, sobre todo bernáulas (planta invasora del género Rumex). El problema se trató de resolver mediante el uso de herbicidas. Para ello los ganaderos grandes adquirieron aspersores compuestos por un depósito en el que se vertía el herbicida diluido en agua y dos brazos desplegables a los costados que permitían diseminar el producto a lo largo de una franja de terreno de bastante anchura.

Como indicamos antes, la segunda táctica para incrementar la producción de los prados consistió en alterar la composición vegetal de los mismos. En las últimas décadas los técnicos han continuado con su labor de aleccionamiento y han conseguido que muchos ganaderos desistan de mantener praderas naturales donde la diversidad vegetal es amplia y las sustituyan por cultivos en los que se prima la siembra de plantas que rindan gran cantidad de hierba. Hasta tal punto se ha dado este cambio que hoy amplias superficies de prados son en realidad monocultivos.

Se recomienda que en un prado se siembre una combinación de gramíneas y leguminosas (tréboles). Pero como el régimen de fertilización es muy intenso y además se realiza con purín, crecen en pocos años tantas plantas invasoras del género Rumex que arruinan el prado. Para evitarlo es necesario verter herbicida cada cierto tiempo en la pradera. Entonces ocurre que las hojas del trébol al ser más amplias y estar dispuestas horizontalmente absorben demasiado herbicida, lo que les causa la muerte. Por ello muchos de estos prados se siembran exclusivamente con gramíneas del género Lolium. El aspecto de estos prados es de una gran uniformidad.

En un principio estas siembras se realizaban mediante el uso del rotavátor, que rompía la capa superficial de tierra y después se echaba la simiente. Pero en los últimos años se ha difundido la práctica de la siembra directa. Esta práctica consiste en verter un herbicida total que extinga toda vida vegetal sobre el prado, después se acopla un complejo apero que mediante unas cuchillas abre un delgado surco en el que introduce las semillas de tal modo que el raigrás crece formando hileras. También se recurre a esta técnica para efectuar resiembras si en el prado se presentan numerosas calvas; en este caso no es necesario recurrir al uso del herbicida.