Los primeros tractores
En cuanto a los tractores, si bien en el Valle de Carranza (B) los más aventajados ya habían comprado algunos modelos en épocas anteriores, se trataba de vehículos demasiado altos y por lo tanto con el centro de gravedad elevado, estrechos y con ruedas de diámetros bastante distintos, lo que suponía que fuesen poco estables para un terreno tan desigual. Los informantes recuerdan algún accidente mortal causado por los mismos.
La mayor difusión de este tipo de maquinaria vino de la mano de un tractor mejor adaptado al tipo de terreno: lo vendía la marca Pasquali, de ahí que desde entonces haya pasado al léxico popular esta voz para designar este tipo de vehículos pequeños. Se caracterizaba por ser más bajo, con una parte tractora que solo contaba con un eje y un semirremolque con tracción. De este modo resultaba más estable y además al contar con tracción el eje que sostenía el remolque podía moverse por las pendientes sin patinar a pesar de estar cargado, siempre a condición de que el terreno no estuviese demasiado blando.
Este tractor podía desmontarse por su eje central y acoplarle a la cabeza tractora un grupo trasero que pasó a denominarse el rodao, al cual se le podía unir un arado, la máquina, que podía elevarse y bajarse con un dispositivo hidráulico y cuya hoja se podía girar al igual que el brabán, mediante una palanca. También un nuevo apero, que recibía el nombre de rotavátor y que suplía la labor del rastro. El remolque del pascuali recordaba al carro de bueyes, así que la terminología asociada a los componentes de este se trasvasó al primero.
La combinación de la segadora y el tractor facilitaron enormemente las tareas de recolección de la hierba y sobre todo del ensilado.
Estos años coincidieron, como ya se ha indicado antes, con un auge de la ganadería y con un intenso aprovechamiento de las praderas favorecido por la generalización del uso de los abonos químicos de síntesis, el mineral que se llamaba.
Durante este período hubo una cierta uniformidad en el tamaño de las cabañas de las distintas cuadras, de la superficie de prados aprovechada, de los modos de trabajo y de la maquinaria empleada. En los casos en que el número de cabezas variaba notablemente, tanto los que tenían muchas vacas como los que tenían pocas mantenían esa uniformidad en los demás aspectos citados.