Uso agrícola de la cal

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Como ya indicamos antes, el uso de la cal estuvo generalizado en tiempos pasados. Pero algunos informantes aún conservan el conocimiento de que su empleo continuado acarreaba a largo plazo una pérdida de productividad de la tierra.

Así se ha podido constatar en Abezia (A) donde consideran que no es bueno excederse en su uso; así suelen decir: “La cal enriquece al padre y empobrece al hijo”.

En Elgoibar (G) también afirman que si bien el primer año aumenta el rendimiento del terreno, de continuar en años sucesivos con este procedimiento, paulatinamente disminuye el mismo.

Como era habitual que procediese de la producción propia si se generaba un excedente debía conservarse en condiciones adecuadas para su futura utilización.

En Beasain (G) hasta mediados del siglo XX todos los caseríos disponían de cal viva, que se guardaba tapada dentro de casa, en el lugar llamado kare-aposentue. Era una especie de gran caja hecha en el suelo con losas de piedra, en una dependencia que tuviera poca humedad.

En Elgoibar (G) debido a la cantidad de cal obtenida en una misma hornada, no todas las piedras cocidas se utilizaban de una vez, por consiguiente las que sobraban eran guardadas en un lugar seco y bien protegidas para ser utilizadas en años posteriores.

Obviamente se utilizó sobre todo para enmendar terrenos ácidos o escasamente productivos.

Karea botatzen. Abadiño (B), 2005. Fuente: Rosa M.ª  Ardanza, Grupos Etniker Euskalerria.

En Abezia (A) utilizaban la cal como fertilizante en casos excepcionales, como en terrenos no calizos, en roturas y en yecos. Se echaba en el mes de octubre.

En Agurain (A) hasta mediados del siglo XX se esparcía en los campos que se cultivaban en lo que actualmente es monte y que se llaman los liecos. Las caleras se quemaban en las fincas en lugares apropiados y la cal se utilizaba para el fortalecimiento de estas tierras que tenían menos cualidades para el cultivo. Incluso ha quedado el topónimo de las Caleras, que designa un término del monte.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A), en las tierras de Obécuri, Bajauri, Pariza y Laño, que tienen tierras ácidas, y en algún otro pueblo, se hacía cal para abono. Las demás tierras de todo el Condado son muy calizas y no la necesitan, solo alguna arcillosa.

Una vez cocidas las piedras se dejaban a la intemperie y se descomponían en polvo o bien echándoles agua. El polvo se utilizaba como abono mineral en las fincas. Lo normal era cocer cal para la construcción y solo el sobrante se destinaba para abono del campo.

En Argandoña (A) prácticamente se ha abandonado la práctica de esparcir cal en las fincas. De todas formas, tanto el uso de estiércol como el de cal o ceniza se han reducido a las huertas y terrenos de pequeñas dimensiones.

En Abadiño (B) en tiempos pasados de todos los abonos el más preciado era la cal. A juicio de los informantes debía surtir además efecto como insecticida, ya que entonces no había pesticidas y tampoco tantos bichos perjudiciales como ahora.

La cal se hacía en casa, se vendían los trozos grandes y se dejaban los restos para esparcirlos en los huertos. La mayoría de los compradores eran agricultores que necesitaban la cal para el campo, pero también se usaba en las obras y para encalar las paredes. Se echaba cuando empezaban a labrar, gijettan, los huertos, luego había que esperar a que lloviera para que se descompusiera y mezclara con la tierra. Según llovía se veía como surgía humo de la tierra. Entonces se podía seguir labrando. La tierra lo agradecía. Los que podían o disponían de dinero echaban cal en los campos todos los años. Servía para recoger mejores cosechas. La cal se consideraba especialmente buena para los cultivos de maíz, alubia y pimiento.

En la actualidad se utiliza menos y se puede comprar en la tienda. En Mendilibar echan cal al cultivo de maíz porque dicen que si no los cuervos arrancan las plantas.

En Bedarona (B) la cal se llevaba en carro a la heredad y se esparcía por el terreno con palas de hierro. La lluvia, la humedad o el rocío de la noche la descomponían y hacían que penetrara en la tierra. Luego se pasaba la bailarina, frantses-burdinara.

En Ajangiz y Ajuria (B) en tiempos pasados también se utilizó como abono la cal, karie, que se traía de los caleros. Concretamente en la comarca de Gernikaldea del calero de Forua. Se transportaba en el carro, burdije, arrastrado por bueyes, idijek, y más antiguamente en un carro de mayor tamaño llamado bolantie, volante. Como la cal venía en bolas, kare-bolak, había que mezclarla con agua para que se rompiera, heustu. Era una labor a la que había que prestar atención porque la cal podía provocar fuego. Finalizada la operación, en el carro de bueyes se transportaba a la heredad, soloa, donde mediante palas se esparcía por todas partes, “bota han-hor-hemen”. Era conveniente echarla en las huertas donde se sembraban la alubia y el maíz.

Se decía que era buena para matar los bichos, kokoak erre, y además esponjaba, apaztu, la tierra. Era importante realizar la operación con buen tiempo, porque como lloviese el agua arrastraba con todo; también había que mezclar la cal con la tierra inmediatamente después de echarla. A continuación de haberla esparcido había que pasar la grada, aratu.

En Gautegiz Arteaga (B) en tiempos pasados había unos caleros en las casas que recibían el nombre de ota-karabijek, caleros de árgoma. Consistían en un hueco donde se ponía primero árgoma, encima madera de roble, encina, etc., y arriba del todo piedra caliza, kareharrije. Cuando estos caleros domésticos dejaron de funcionar, hubo un calero, karabije, en el barrio de Islas desde el que se surtían las casas.

En Gautegiz Arteaga durante los decenios de 1940 y 1950, en el mes de agosto se echaba cal en las heredades en las que se iba a sembrar nabos. En invierno no se podía realizar esta labor porque si llovía se estropeaba la cal y perdía su eficacia. Venía hecha una piedra a la que llamaban dobelie. Con una pala se esparcía por la heredad. El frescor matutino abría la dobela. Luego había que pasar la grada, arie, para que quemara y se mezclara bien con la tierra. El resultado es que esponjaba la tierra, poniendo la heredad como la arena fina, harie lez. Antiguamente se recomendaba que las heredades se abonasen con cal, karetu, cada cinco años.

En Nabarniz (B) abonaban con cal viva, kare bizije, determinadas heredades, como aquellas en las que se iba a sembrar trigo. En esta población había dos caleros, kare-zuluak.

En el Valle de Carranza (B) la cal viva se echaba en las piezas recién maquinadas o aradas. Las piedras de cal se arrojaban entre los surcos de modo que quedasen dispersas. Después, a medida que llovía, se iban deshaciendo y si uno se acercaba a la pieza veía cómo humaban.

El año que se decidía echar cal había que maquinar la tierra pronto y desperdigar las piedras de cal cuanto antes para que al llegar el tiempo de sembrar la borona o maíz la cal ya estuviese matada y como consecuencia totalmente pulverizadas las piedras. Ese año la tierra proporcionaba muchas alubias.

En Urduliz (B) también se utilizaba la cal, pero los informantes consideran que no todas las tierras la absorbían bien. Por ejemplo a la que llaman arte-lurre no le proporcionaba ninguna mejora el encalado, bien al contrario, la perjudicaba, ya que al ser más dura no dejaba que penetrase, no la absorbía, “eztau konsumitzen karea”.

En Elgoibar (G) la cal iba destinada en gran parte a la construcción de edificios y también ha sido muy utilizada como abono de los campos. Hasta los años 1950 se utilizaba mucho. Era muy buena para eliminar toda clase de insectos dañinos y refrescar la tierra, pero hoy en día resulta demasiado cara para poder utilizarla. Hay algunos que todavía la emplean en pequeñas cantidades para la huerta.

Para el abonado de la tierra, después de haberla roturado, dejaban varias piedras de cal, luego le echaban un poco de agua por encima y se deshacían, posteriormente la esparcían por el terreno.

En Donazaharre (BN) en otro tiempo hubo hornos de cal. Las personas mayores la compraban a particulares y después a cooperativas. Una vez que se echaba el trigo se abonaba la tierra con cal antes de sembrar el nabo. Había que hacerlo, ya que si no le afectaba una enfermedad de las hojas, kalitza, y se amarilleaban.

Aparte de su función como abono, la cal, como ha quedado reflejado en algunas de las anteriores descripciones, ha tenido otros usos agrícolas, así se le atribuye la cualidad de controlar las plagas.

En Abadiño (B), a juicio de los informantes debía surtir efecto como insecticida ya que entonces no había tantos bichos como ahora.

En Amorebieta (B) se usaba sobre todo para eliminar gusanos y otros bichos perjudiciales para las semillas. El Elgoibar (G) se consideraba muy buena para eliminar los bichos dañinos.

En Abezia (A) además de como fertilizante se emplea para encalar los troncos de los árboles frutales, para que no suban los insectos y en las huertas para matar insectos.

En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) se empleaba como desinfectante en las cuadras y para los frutales. Si se utiliza para blanquear paredes y frutales, previamente hay que cribar el polvo para quitarle las impurezas y después hay que matar la cal, para ello se rebaja con agua. Los frutales se encalaban al finalizar el invierno. Les daban cal desde el suelo hasta donde empiezan las ramas. La cal se empleaba también para desinfectar las cuadras y para el blanqueo de las casas. Cuando tenían enfermedades en las cuadras echaban cal viva por los suelos.

En algunos sitios emplearon la cal para el escarabajo de la patata; disolvían la cal viva en un cubo con agua, la dejaban reposar y al día siguiente la rebajaban un poco y con un caldero en una mano y una escoba corta en la otra, la aplicaban a las patatas. Los primeros días morían las crías de escarabajo, pero si llovía, no servía para nada. En las huertas la ponían en polvo por las orillas para que no entrasen los limacos.