Servicios prestados por vendedores ambulantes
En el cuestionario de agricultura confeccionado por Barandiaran que sirve de base a la investigación de campo, en el apartado de compra de semillas, plantas y abonos, y ventas en mercados y ferias agrícolas, también se contemplan como actividades complementarias los servicios a domicilio prestados por vendedores ambulantes. A continuación se ofrecen algunos ejemplos recogidos en las localidades encuestadas pero que son extensivas a muchas otras de todos los territorios.
En Argandoña (A) se ha consignado que la venta de pan se hace a domicilio ya que hoy día no se muele harina para consumo humano y en ninguna casa se amasa ni se cuece pan. El pan procede de panificadoras ubicadas en Vitoria-Gasteiz o en las villas donde disponen tiendas para su comercialización. A los pueblos y aldeas acuden furgonetas expendedoras de pan, casa por casa, barrio por barrio. Hacen sonar su claxon para avisar de su llegada y los compradores salen de sus casas para acercarse al vendedor ambulante. En otros casos, esta venta ambulante se realiza de manera indirecta. El panadero deja el pan en una bolsa o en una especie de buzón o caja preparado para ello junto a la casa, que el comprador recoge en el momento que lo necesite, pagando la cuenta una vez por semana. El panadero aprovecha el viaje para ofrecer otros productos como repostería, huevos y prensa escrita. Los domingos, el panadero no lleva pan a los pueblos, por lo que los vecinos acostumbran a congelar el pan en sus congeladores o acuden a las panaderías más cercanas.
Otros vendedores ambulantes, como el fresquero o pescatero lo hacen semanal o quincenalmente y distribuyen productos frescos y congelados valiéndose de furgoneta frigorífica. Esporádicamente también aparece algún frutero. En las zonas marginales del territorio alavés, alejadas de los principales centros comerciales, esta venta es más habitual. En esos supuestos, en los últimos años acude un camión de grandes dimensiones que vende de todo un poco, a modo de supermercado ambulante. Otros vendedores, como el del butano y el gasoil para consumo doméstico o agrícola, atienden respondiendo a la llamada telefónica del vecino necesitado.
A Bernedo (A) venía en furgoneta un pescatero de Vitoria a vender pescado. Anteriormente lo hacía en bicicleta trayendo la mercancía en una caja de madera. Una forma de pago era la permuta con huevos. A su vez el pescatero vendía los huevos a otros clientes. Los quincalleros recorrían la comarca con la caballería cargada de géneros de lencería y mercería. Otros vendedores ambulantes eran los alfareros de Marañón, que cada cual tenía sus clientes y acudían con las caballerías cargadas de vasijas. Al decaer estos, fueron sustituidos por los procedentes de Logroño con furgones. A los alfareros se les pagaba con trigo o con dinero.
En Abezia (A) las compras de alimentos y productos básicos se hacían en los pueblos cercanos, por ejemplo en Izarra había una pescadería y una tienda en la que se vendía “de todo”. La venta ambulante es frecuente. Al pueblo llegan vendedores con mercancía diversa (aceite, dulces, cestas, etc.) y artesanos que, además de ofrecer sus productos, arreglan piezas defectuosas. Los informantes recuerdan que solían venir alpargateros, quincalleros con productos de mercería, vendedores de tela y de animales. Antiguamente se desplazaban caminando o en burro, hoy día lo hacen en automóviles.
En Berganzo (A) hubo varias tabernas, alguna de las cuales funcionaba como un pequeño ultramarinos donde expendían: alpargatas, tomates, etc. Llegaban vendedores ambulantes ofreciendo gran variedad de productos. De Miranda de Ebro (Burgos) y Haro (La Rioja) venían los artesanos y comerciantes colocando su mercancía casa por casa.
En Moreda (A) hay dos tiendas de ultramarinos que venden de todo un poco. Para las reparaciones se recurre a los gremios de las distintas especialidades que se desplazan de las vecinas localidades de Logroño, Oyón o Viana. En el pueblo hay un restaurador de muebles. Acuden vendedores ambulantes y repartidores de frutas y hortalizas, un camión frigorífico ofrece pescados frescos y productos congelados, una camioneta reparte bombonas de butano. Gitanos que vienen en furgonetas realizan arreglos diversos tanto de las casas como de los distintos objetos que contiene.
En Pipaón (A) hasta comienzos de los años sesenta del siglo XX en una tienda de la propia localidad se vendía carne de oveja y de cabra de matanza doméstica. Hasta mediados de los años cuarenta del siglo XX el pescado venía en caballería desde Haro y a partir de entonces una empresa mediante furgonetas lo distribuye semanalmente por todos los pueblos de la Montaña Alavesa. Se conoció la permuta de huevos por pescado. Antiguamente venía el quincallero de Loza ofreciendo en una cesta su mercancía y años después se presentaba en una caballería con dos cajones especiales donde traía toda la quincallería. Tres o cuatro vendedores ambulantes y otros ocasionales venían con furgonetas ofreciendo fruta, bebidas y los géneros más variados de prendas de vestir, menaje de cocina o artesanía. De 1960 a 1970 fue desapareciendo la venta ambulante. Hoy son sendas casas de Miranda de Ebro (Burgos) y de Bernedo quienes acuden semanalmente con un surtido completo de productos de ultramarinos, la primera lo hace los jueves y la segunda los sábados. El pan lo distribuye los miércoles y los sábados una empresa de Meano.
En Ribera Alta (A) hasta los años sesenta del siglo XX hubo dos tiendas de ultramarinos en el pueblo de Pobes. Un vendedor de Vitoria recorre todos los pueblos de la zona en su furgoneta, llevando diariamente el pan. Otro tanto ocurre con la carne, el pescado y la fruta, que es ofrecida por diferentes vendedores que acuden también en furgonetas. Es un servicio útil pues la mayoría de los vecinos son jubilados y les cuesta desplazarse a Vitoria a realizar las compras. También desde los años cincuenta hasta casi hoy día, un comerciante de ropa de Vitoria se acercaba a los pueblos de la zona a vender su mercancía.
Treviño (A) es la capital del condado. Había que acudir a ella por asuntos administrativos y era la que contaba con más establecimientos: carnicería, pescadería, almacenes de abono, taberna, ferretería, maquinaria, etc. También había sastre, modistas, zapatero, alpargatero, tejedor, al igual que en La Puebla, Albaina, Pariza y Añastro. Los carniceros de la zona vendían la carne por los pueblos, antes en caballería, con dos cestos, uno a cada lado de la albarda, después motorizados.
A todos los pueblos de este Condado, grandes y pequeños, acudían vendedores. La mayoría con caballerías o burros, otros con una tartana, más tarde con moto y furgoneta. La loza la traían de Marañón o de La Rioja, venían varias veces al año, sobre todo en invierno, en la época de la matanza, en verano con botijos y jarros. Las tinajas y barreñones los traían siempre en carros. En los pueblos pequeños pasaban por las casas ofreciendo la mercancía; en los grandes vendían en la calle. Otro tanto ocurría con los quincalleros. En la tartana o furgoneta traían de todo: telas, hilos, camisas, pantalones, colonia, etc. Muchos vendedores se surtían de los almacenes de Haro, Vitoria o Miranda, sobre todo las telas. Otros vendían productos alimenticios y, a menudo, realizaban la operación de trueque de huevos, alubias, garbanzos, etc. En la temporada de julio a septiembre venían los fruteros de Navarra trayendo fruta, tomates y pimientos. El vino lo traían, unos de La Rioja, otros de Navarra y de la Rioja Alavesa. Lo distribuían en pellejos. En los pueblos grandes lo traían en galeras cargadas de cubas. Los almacenistas y taberneros lo vendían por cántaras y cuartillos. El lugar de venta en muchos pueblos era la plaza. En Obécuri y Bajauri eran los niños quienes solían pregonar la llegada de los vendedores a cambio de unas monedas.
Al Valle de Valderejo (A) acudían comerciantes ambulantes en mulos, carros y luego furgones, ofreciendo toda clase de comestibles, vino y pescado. Procedían de Barrón o de las vecinas localidades burgalesas de Arroyo de Sanzadornil, San Pantaleón, San Millán de Sanzadornil y Miranda de Ebro. También visitaban el Valle periódicamente quincalleros que primero transportaban su mercancía en unos cajones que cargaban a sus espaldas y más tarde en machos o asnos a los que adosaban sendos cajones en los flancos y sobre la parte superior de la montura colocaban las telas y prendas. Procedían de Fresno y Quintanilla de Valdegovía.
También hacían acto de presencia otros muchos gremios como los componedores o estañadores que acudían en grupos familiares una o dos veces al año. Afiladores orensanos que avisaban de su presencia haciendo sonar el chiflo. Capadores, el capador y los dueños de los animales acostumbraban comer en un almuerzo los productos de la castración. Chatarreros, laneros, pellejeros procedentes, entre otros lugares, de Villanueva de Valdegovía, cereros, traperos, aceituneros, pimentoneros, carameleros, artesanos, carpinteros, albañiles, herreros, zapateros, tejeros y carboneros.
En Bernedo (A) las gitanas pasaban dos veces al año a vender cestos y jillas (moldes para hacer quesos) de mimbre. En Pipaón (A) los aperos de mimbre se compraban o intercambiaban a los gitanos que de vez en cuando pasaban por el pueblo, a cambio de huevos, tocino, patatas y queso. En Moreda (A) la fabricación de cestas y de otros recipientes similares hechos de mimbre o cuerdas eran trabajos propios de gitanos y de artesanos ambulantes que iban por los pueblos, y algunos vecinos se los daban para que los remendasen y arreglasen. A Berganzo (A) venían las gitanas de Payueta a fabricar y vender cestas de mimbre. Por tratarse de una localidad pequeña había pocos artesanos y estos solían venir de Haro y Miranda de Ebro.
A Abadiño (B) acudían vendedores ambulantes que recorrían la localidad de caserío en caserío para vender o arreglar diferentes artículos. Se trataba de traperos; quincalleros; paragüeros; cacharreros; afiladores; mieleros; mendigos, eskekuek, y vendedores o arregladores de cedazos, bahieruek. Los traperos compraban tanto ropas viejas como colchones viejos, pieles de ovejas y corderos. Los quincalleros ofrecían muchos productos, tales como cintas para medir el ganado, navajas, cordones para el calzado, colonias, etc. Los afiladores anunciaban su llegada con el sonido de la armónica que se escuchaba desde las heredades. Los cacharreros arreglaban utensilios de cocina: pucheros, galdeilak; cazuelas; sartenes... Los paragüeros arreglaban paraguas, cambiaban varillas, cosían telas... Normalmente estos dos últimos oficios eran desempeñados por las mismas personas. Los mieleros vendían miel al grito de “miel de la Alcarria”. A los baserritarras les venía bien la presencia de la venta ambulante en la localidad porque a algunos les daba apuro llevar a arreglar cacharros viejos a las ferreterías de Durango y de esta manera los aprovechaban al máximo. Los vendedores ambulantes solían ser castellanohablantes, se les conocía con la denominación genérica de gallegos y no había problemas de comunicación con ellos.
A Bedarona (B) acudían muchos vendedores ambulantes tales como el paragüero que reparaba paraguas y cazuelas, su presencia se advertía desde lejos porque se anunciaba al toque de la filarmónica y decían que su llegada era augurio de mal tiempo. Los traperos compraban lana y ropas viejas; los bayeros venían en mulas a arreglar cribas; los quincalleros, a quienes se conocía como todo barato, venían con sus blancos burros viejos; los gitanos aparecían a comienzos del verano a esquilar burros; los mieleros que traían las tinas de miel colgadas al hombro y llamaban la atención de los vecinos a la voz de ¡mielero! ¡mielero!; las sardineras de Bermeo y Lekeitio acudían a vender pescado.
A Telleriarte (G) venía el panadero de Legazpi. También el pescadero pero no a diario. Se desplazaba en bicicleta con un pequeño remolque donde traía pescado fresco como anchoa, chicharro, palometa... incluso besugo y para alguna casa, merluza. Luego lo hacía en furgoneta. Venían quincalleros y chatarreros que arreglaban cazuelas y sartenes. También afiladores, txorrotzaileek, que primero se desplazaron caminando, luego en bicicleta y después en moto.
En Muez (N) los alimentos frescos, como verduras y frutas, no se comercializaban porque todo el mundo tenía huertas y se autoabastecía. Lo que sí se despachaba eran alimentos no perecederos y aceite que se traía en pellejos a lomo de caballería desde Muniain de la Solana. El vino venía de Cirauqui o Mañeru a lomos de caballerías en pellejos o garrafones de cristal. La tienda del pueblo era Casa el Quincallero, apelativo que le venía de los desplazamientos a lomos de un macho o una yegua para vender productos de forma ambulante, recorría muchos de los pueblos del valle, al ser el suyo el único comercio de la comarca de Guesálaz. Antiguamente se pagaba tanto con dinero como con trigo. Si no se compraba allá había que ir a Estella, que era donde se proveía también la tienda. Desde que en el decenio de 1960 cerró dicho establecimiento no ha habido en el valle de Guesálaz ningún comercio estable. El reparto de pan por todo el valle desde Estella o Villatuerta (Yerri) lo realiza diariamente una furgoneta. Hasta hace no mucho tiempo, otra camioneta vendía un día a la semana pescado, fruta y otros productos de ultramarinos. Hoy día los vecinos tienen que desplazarse a Estella para comprar todo excepto pan.
En Obanos (N) a mediados del siglo XX la pescadería no se abría más que ciertos días, por eso se consumía más carne que pescado y también bastante ajoarriero. De Puente la Reina solía subir una anciana con la burra y la balanza romana a vender pescado de río: barbos, madrillas... Tiendas de ultramarinos ha habido siempre, dos y hasta tres simultáneamente. Se procuraba hacer gasto equitativo en las tres, cada una tenía algún producto mejor que las otras. En ellas se vendían de todo por la menuda: comestibles, algunas herramientas, algo de droguería... Cuando hacía falta algún producto específico, por ejemplo sosa para hacer jabón con las grasas sobrantes, se bajaba a Puente la Reina. Hoy se compra en los hipermercados de Pamplona, de Estella o de Puente aunque el pueblo está bien surtido, pues dispone de supermercado.
En esta localidad obanense ha sido, y sigue siendo, habitual el paso de vendedores ambulantes en una camioneta que lleva de todo: fruta, ropa... y montan sus puestos en la plaza principal. También llegan en sus camionetas vendedores de fruta procedentes de la Ribera que recorren el pueblo anunciando su mercancía a toque de bocina. Antiguamente avisaba el alguacil, que echaba bando en determinadas esquinas. De vez en cuando venían estañadores con soplete para arreglar jarras, baldes y otros objetos de latón o de zinc. También era característico el anuncio de la llegada del afilador, en bicicleta, hoy todavía pasa en moto, con la flauta característica. Gallegos en su mayoría. Por los años cincuenta y sesenta del siglo XX, en tiempos previos a la siega, llegaban al pueblo los sogueros que se instalaban en unas eras con su máquina para trenzar sogas, esparto y hacer cuerda.
En el Valle de Roncal (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) (N) se compraban a domicilio ajos, fruta, pescado y aceitunas aragonesas que los comerciantes traían junto con otras muchas mercancías variadas que iban desde alpargatas a ropa y colchones. En ocasiones, aparecía el afilador y las mujeres les llevaban a afilar cuchillos y tijeras. Otros enseres, como por ejemplo cestas, se compraban a artesanos que desde la Ribera del Ebro acudían a elaborarlas al gusto del cliente, portaban mimbre de sus lugares de origen y lo recogían también en los ríos de la comarca pirenaica. Algunos traían las cestas ya fabricadas.
En Donazaharre (BN) se ha consignado que pasaban por las casas ofreciendo sus servicios quienes practicaban determinados oficios, como el carpintero, las cardadoras de lana, la costurera y los gitanos, bohémiens, que venían en grupo a arreglar sillas y a vender cestos. Los gitanos también suministraban champiñones, castañas, pescado y caza a particulares, a clientes habituales y a los restaurantes del núcleo de la localidad.