Diferencia entre revisiones de «El trabajo en comun de la familia»
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Revisión del 10:21 22 jun 2018
En Abezia (A) se ha consignado un dato extensible a todo el mundo rural. En los caseríos lo ordinario era que todos los miembros de la familia, desde niños hasta ancianos, trabajaran en las labores agrícolas y ganaderas. En Moreda (A) el personal dedicado en una explotación agrícola normalmente está compuesto por padres e hijos y en algunos casos por los abuelos.
Igual consideración sobre la participación de todos los miembros de la familia, hombres, mujeres y niños, en las labores agrícolas se ha recogido en Berganzo, Treviño y La Puebla de Arganzón (A); Ajangiz, Ajuria, Bedarona, Gautegiz Arteaga, Nabarniz, Urduliz, (B); Hondarribia[1] (G); Izurdiaga, Valle de Roncal (Ustárroz, Isaba y Urzainqui) (N) y Donazaharre (BN). En Beasain (G) dicen que en general todas las personas que habitaban el caserío hacían alguna labor en él, precisan que incluso quienes trabajaban en talleres fuera de la casa.
En Zamudio (B) señalan que el padre, la madre y los hijos mayores trabajaban la tierra y los más pequeños ayudaban en tareas de recolección, acarreo de agua o cuidado del ganado que estaba pastando. Los hombres se ocupaban del ganado en la cuadra y las mujeres del arreglo de la casa, etxea atondu, y de la preparación de la comida.
En Telleriarte (G) indican que en otro tiempo todos los de la casa realizaban tareas domésticas y señalan que para ello lo conveniente era que hubiera como mínimo tres varones y una mujer. En Cárcar (N) anotan que el personal dedicado a la explotación agrícola dependía del tamaño de la hacienda y del nivel económico de las familias. Lo habitual y lo más generalizado, sin embargo, era que en las faenas de campo ayudaran todos los miembros de la familia.
En Ribera Alta (A), en la explotación agrícola trabajaba toda la familia. El padre, el hijo que se queda para casa, el criado, las hijas y también la madre trabajaban directamente en la finca. En Apodaka (A) en las tareas agrícolas se implicaba toda la familia. El trabajo era duro en el campo, no como hoy día; de mayo a agosto se iba tarde a la cama y se madrugaba mucho.
En Argandoña (A), en una casa de labranza prácticamente toda la familia está dedicada a la agricultura si no en integridad, a tiempo parcial o en su tiempo libre. Hay labores regulares durante todo el año que las lleva a cabo el agricultor, normalmente el cabeza de familia, y su mujer y/o algún hijo/a. En cuanto al trabajo regular durante todo el año, lo habitual es encontrar a un agricultor y su esposa, a veces con un hijo, y otras veces con un criado, para llevar adelante una explotación agrícola media.
En Bernedo (A) tradicionalmente la actividad de la casa de campo ha sido amplia y dura. Las labores del campo y de la huerta ocupaban a toda la familia sin distinción de sexos en continua actividad. La mano de obra personal era muy necesaria sobre todo en las épocas fuertes de siembra, escarda, riego de huertas en verano, siega y recolección. Además había que ocuparse de las tareas domésticas como abastecer la despensa con la matanza y sus derivados, amasar y cocer el pan de quince en quince días por lo menos, hacer las coladas de la ropa, traer agua de la fuente del pueblo, alimentar a los ganados de casa, cocer las calderas para los cerdos, limpiar las cuadras, hilar el lino y la lana, etc.
En Agurain (A) la actividad dominante era la agropecuaria que se practicaba a escala familiar, ya que las casas vivían en régimen de autarquía. A tal fin, hasta hace unos años, se daba el policultivo encaminado a lograr la autosuficiencia en la alimentación de los animales, que a su vez era un factor decisivo en el abastecimiento de las necesidades humanas.
En Berastegi (G) el personal dedicado a la explotación agrícola es el de la casa. Incluso el mayorazgo destinado a la sucesión que trabaja en alguna fábrica próxima, fuera de horas ayuda a sus padres en las labores de ordeño, limpieza de cuadra, etc. Eventualmente, los hijos se involucran en labores puntuales, como segar la hierba o realizar algún cercado. Pero, por lo demás, el trabajo cotidiano recae en los padres ya metidos en años.
En San Martín de Unx (N) todos los hombres trabajan para el campo, ni los obreros de fábrica ni aquellos que atienden negocios, se han apartado de él. En general, todo el pueblo está vinculado a este modo de vida y gran parte de los recursos se toman de la agricultura. A fines de los años setenta, se decía que las personas mayores se iban retirando de las labores agrícolas, pero antaño “nadie se jubilaba para el campo, salvo los enfermos”.
En Sara (L) consignó también Barandiaran en los años 1940 distintos medios de empleo de la fuerza humana. Así, los transportes se podían realizar en varias formas: a hombros, sobre la cabeza, a mano, mediante animales de carga, mediante animales de tiro o en carros y, más modernamente, en autocamiones, en autobuses y en automóviles y bicicletas.
El transporte a hombros era frecuente, sobre todo de la paja de trigo, de la leña, etc., en pequeñas cantidades. Para esto, los objetos se apilaban en haz, zama, que se ataba con cuerda o con mimbre. El transporte de sacos cargados de grano u otros géneros se efectuaba también a veces a hombros. En tales casos, los sacos eran atados con bramante o con mimbre. Era también frecuente el transporte a cuestas de cereales y otros géneros en cestos, saskiak.
A mano se llevaban las jarras, kaikuak, y otros recipientes pequeños cargados de agua, de leche, etc. A mano se llevaban también las angarillas, angailak, cargadas de basura que se transportaba al estercolero, o del cerdo recién muerto que luego era conducido al sitio donde debía ser chamuscado a la llama de una fogata.
Muchas mujeres transportaban sobre la cabeza herradas, ferretak, y cántaros, pedarrak, llenos de agua, cestas y sacos cargados de hortalizas, de frutas, de granos, etc., y aun haces de leña. Para mejor asentar sobre la cabeza la herrada, el cántaro y la cesta, usaban una almohadilla discoidal llamada buruitia.
- ↑ En la investigación de campo se aporta el dato de que en esta localidad a finales de los años 1960 se dedicaban a la agricultura 878 personas, que trabajaban 160 fincas, lo que representaba el 9 % de la población y el 25 % del territorio, respectivamente.