Diferencia entre revisiones de «MANO DE OBRA Y FUERZA EMPLEADA EN LA AGRICULTURA/fr»
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El mantenimiento de familias extensas en cada casa parece haber sido un buen método para obtener el máximo aprovechamiento de los recursos obtenidos a partir del medio natural así como los logrados de la propia actividad agropecuaria, basada como estaba en el autoabastecimiento. | El mantenimiento de familias extensas en cada casa parece haber sido un buen método para obtener el máximo aprovechamiento de los recursos obtenidos a partir del medio natural así como los logrados de la propia actividad agropecuaria, basada como estaba en el autoabastecimiento. |
Revisión del 11:23 6 feb 2019
El mantenimiento de familias extensas en cada casa parece haber sido un buen método para obtener el máximo aprovechamiento de los recursos obtenidos a partir del medio natural así como los logrados de la propia actividad agropecuaria, basada como estaba en el autoabastecimiento.
En la sociedad tradicional había una escasa circulación de dinero y a menudo una buena parte del mismo iba encaminada a pagar impuestos y a la adquisición de alguna maquinaria o equipo. Cuanto más atrás nos desplacemos en el tiempo, menor es el movimiento monetario, efectuándose los pagos en especie, generalmente en mano de obra.
El mejor aprovechamiento de los recursos se efectuaba sin recurrir a fuerzas externas y se conseguía diversificando los cultivos y aprovechando las distintas potencialidades de todas las especies de ganado conocidas, que permitían transformar fuentes de energía no asequibles a los humanos en alimento, fuerza de trabajo o estiércol, un elemento esencial para mantener girando la rueda de la actividad del labrador.
Pero esta estrategia generaba mucho trabajo, lo que exigía la implicación de todos los miembros de la casa y que además su número fuese más bien numeroso. En una familia típica y extensa que por ejemplo se localizase en un pueblo alto, próximo a los montes comunales, se podía apreciar una cierta especialización en el trabajo y no solo la condicionada por el sexo que se ha señalado, sino que cada hombre atendía preferentemente a una o varias especies del ganado que mantenían. Estos trabajos obedecían a los gustos y habilidades de cada uno y eran intercambiables, lo que permitía suplir el trabajo del familiar en caso de que este no pudiese llevarlo a cabo. Sin embargo en labores que requiriesen abundante mano de obra, como las siembras o las cosechas, todos los miembros del grupo familiar se volcaban en los mismos.
El mejor aprovechamiento de los recursos exigía un trabajo coordinado y organizado, a menudo bajo la dirección del cabeza de familia. Dada la precariedad de estas economías, nadie podía reclamar un salario a cambio de su trabajo, bien al contrario, el hijo o hija que trabajase fuera de casa, entregaba el dinero obtenido a cambio del mismo por lo general a la madre mientras permaneciese soltero y a la mujer una vez casado, ya que eran ellas las que gestionaban la economía familiar. Esta fragilidad era la razón por la que no se recurría al trabajo asalariado, que podía ser suplido por la colaboración vecinal. Igualmente los hermanos y tíos emancipados que trabajasen como asalariados en áreas urbanas colaboraban en los trabajos de la casa sobre todo en los períodos en los que se requería más mano de obra, como en la recolección de la hierba. A cambio obtenían alimentos producidos en la casa. Esta siempre representaba para todos una garantía de supervivencia en casos de crisis siguiendo el principio de que la tierra siempre permitía la obtención de la comida necesaria.
La tierra que poseía cada casa era más bien escasa por lo que la capacidad para mantener una población numerosa ha sido limitada, razón por la cual, y teniendo en cuenta que el Valle de Carranza ha sido eminentemente agrario, se ha producido tradicionalmente una fuerte emigración bien a áreas urbanas cercanas como la Margen Izquierda del río Nervión a cubrir puestos de trabajo vinculados a la siderurgia, o más lejanas como Madrid y diferentes países de Centro y Suramérica, especialmente México.
Se entiende que la fuerza humana está estrechamente vinculada a la alimentación, de tal modo que determinados trabajos, muy exigentes, requieren el consumo de alimentos que se consideran energéticos. Hay varios dichos que constatan este vínculo: “Tripas llevan a piernas; Con chorizos y huevos se siega.”
Se aprecia también una relación con la esmerada alimentación que se proporcionaba a los bueyes. Se les daban comidas consideradas energéticas como habas o panojas, mazorcas, y el forraje debía ser sobre todo hierba seca, no verde. Por eso se considera que la alimentación humana, en unos tiempos en que casi era vegetariana, debía tener un componente más energético como la carne y la grasa, sobre todo cuando se debían realizar trabajos penosos. Ya lo asegura el dicho, que aunque aplicado a los humanos recurre a la figura del buey: “Al buey viejo poca verdura.”
En tiempos pasados se reservaba parte de la matanza (carne del cerdo) para el período estival de la recolección de la hierba seca. Además se adquiría un pellejo de vino para acompañar estos trabajos. Durante todo el año se requería una fuente de grasa, más cuando se precisaba hacer un importante esfuerzo físico. La grasa convertía en más agradable la ingesta de la comida (el aceite de oliva era escaso y muy caro), pero además constituía una importante fuente energética. Una buena parte del año se obtenía a partir de la manteca y el tocino del cerdo, ya que eran varios los chones que se sacrificaban en cada casa. Pero esta carne y sus derivados no llegaban más allá del verano, así que en la octubrada, en el otoño, antes de que a partir de noviembre se comenzase a matar una nueva tanda de cerdos, se producía una falta de estos alimentos que se suplían con el sacrificio de alguna oveja. Algunos informantes recuerdan haber hecho mantequilla cuando excepcionalmente no había otra fuente de grasa para cocinar.
En la encuesta de la localidad alavesa de Bernedo se describen las labores más frecuentes del mundo rural y los útiles de los que se servían para ello: escardar se hacia a mano con la azada. También con la azada rozaban la hierba y sacaban las patatas. La hoz y la guadaña servían para segar la mies; con la guadaña se segaba más cantidad, con la hoz quedaba mejor segado. Con ambas herramientas se cortaban la alfalfa y demás forrajes verdes. Con el rastrillo se recogía lo segado por la guadaña o se pasaba por la pieza después de segada, recogiendo lo que se desperdigaba. El rastro, de distinta configuración que el rastrillo, servía en la era para recoger y amontonar la parva. Las horcas y bieldos de madera completaban esa labor en la era. Las horcas servían además para cargar en el carro los haces o gavillotes. Además había bieldos de hierro para recoger la basura o las patatas en los almacenes. Acabada la recolección de cereales, se recogían en el monte las hojas caídas de los árboles y se bajaban a casa en carros para camas de los ganados. Otro tanto se hacía con los helechos para las camas de los cerdos. Otra tarea doméstica consistía en picar la foguera y bajarla a casa para cocer la comida y calentar la casa. También había que sacar tiempo para cocer carboneras en el monte. El carbón se cargaba en la caballería para llevarlo a los pueblos de Rioja intercambiándolo por pan, vino y aceite. La patata daba otros trabajos durante el invierno seleccionándola en las bordas para quitar las estropeadas o dárselas al ganado como pienso.
En Berganzo (A) en las labores de labranza se utilizaban el aladro, el brabán y la rastra. Para la siembra se servían del cultivador y el marcador. En la recolección de los cereales se valían de la gavilladora, la guadañadora y la atadora. El carro con la caja forrada con tableros, estacas o barreras se utilizaba para transportar la cosecha a casa, al almacén o a la era para la trilla.
En Moreda (A) el agricultor aplica la fuerza de brazos y manos directamente sobre los siguientes aperos y herramientas: azada y zadones para cavar y edrar, tijeras para podar la vid, serruchos para podar olivos, tijeras y corquetes para cortar la uva, cestos para llevar la uva y olivas, las propias manos para sacar piedras o mover y transportar los sacos de abono.
La fuerza bruta, como se conoce al esfuerzo y trabajo con las manos, cada vez se realiza menos. De esta manera, son recuerdo del pasado el uso de las layas para voltear la tierra, el cavar viñas y olivares, el manejo del arado romano, aladro-golpino, brabán, vertedera, grada y rastro en los labrantíos, el uso del forcate en viñas y olivares, la siega de las mieses con las hoces, el traslado de los haces en carros y galera, el empleo en las eras de trillar del bieldo, horca, horquillo, llegadera, pala de aventar, trillo, la subida al hombro de los sacos de trigo y cebada hasta los altos de las casas, y otras labores similares.
Directamente, agarrados con las manos y movidos por la fuerza de los brazos, se utilizan actualmente las siguientes herramientas: azada-morisca, zadones y zadillas para remover la tierra, hoces para quitar hierbas y matorrales de las orillas de las fincas y de los regajos, hacha para hacer leña, serrucho para podar olivos, tijera de podar para cortar sarmientos, herrón para hacer agujeros y plantar vides, tijeras y corquetes para cortar la uva. Colgados de la espalda, como si se tratase de una mochila, se lleva la azufradora y sulfatadora para proceder al tratamiento de cepas y olivos. Colgado del cuello va el cesto con el que se recogen las olivas. Y en las manos se llevan los cuévanos de plástico en donde se echa la uva recién cortada para trasladarla hasta el sacauvas o al remolque.
En Valderejo (A) aplicaban la fuerza humana directamente en el trabajo utilizando las manos, con la azada, el bieldo, el rastrillo, cestos, guadañas, hoz, layas, etc. En Pipaón (A) el dato recogido es similar.
En Abadiño (B) señalan que la mayor parte de las herramientas se utilizaban de forma manual: igitaia, la hoz; eskuarea, el rastrillo; sardea, el bieldo; atxurra, la azada; korainea, la guadaña; laia, la laya..., pero había máquinas y fuerza animal que ayudaban en este esfuerzo.
En Améscoa (N) se ha consignado que a principios del siglo XX la mayor parte de la energía empleada en la agricultura era humana, pues incluso en las labores que se servían de animales, era necesario un esfuerzo humano complementario. El esfuerzo que el hombre desarrollaba en el manejo de los aperos era considerable y el que exigían la azada y la hoz era penoso y durísimo.
En las investigaciones de campo también aparecen mencionadas la energía hidráulica utilizada para mover molinos (Treviño, La Puebla de Arganzón y Berganzo-A; Hondarribia-G), las bombas para extraer el agua de los pozos y la energía eléctrica para las ordeñadoras mecánicas, estas últimas introducidas en los años setenta del siglo XX.
En primer lugar describiremos la fuerza humana empleada en las labores agrícolas, con un apartado específico para los obreros contratados temporalmente, y a continuación las prendas que se utilizan para trabajar en dichas faenas. La segunda parte está específicamente dedicada a la fuerza animal.