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Revisión del 16:04 3 abr 2019
La concentración parcelaria es la agrupación de diversas fincas rústicas de reducida extensión, para unificar y facilitar el cultivo. En los años 1960, como se ha apuntado al hablar de las dimensiones de las parcelas, se acometió en muchas localidades una remodelación del terreno agrícola, auspiciada desde el Estado español, que afectó al territorio objeto de nuestro estudio, particularmente a Álava, Navarra y al vizcaíno Valle de Carranza. La operación se denominó concentración parcelaria y mediante ella se pretendió una racionalización de las parcelas que debido a la fragmentación por trasmisiones familiares, el minifundio, la existencia de múltiples caminos de acceso, los regatos, etc. resultaban cada vez menos rentables, en ocasiones casi inaprovechables. Supuso una enorme labor de ajustes y compensaciones para una mayor rentabilidad de las explotaciones que cambió radicalmente el panorama de la parcelación y el tratamiento de los cultivos. Las piezas pasaron a ser de mayores dimensiones y más homogéneas. El proceso en algunos casos se alargó excesivamente en el tiempo.
Se aportan algunos datos recogidos en las poblaciones encuestadas. Comenzamos con la descripción de la concentración parcelaria llevada a cabo en Argandoña (A) y las repercusiones de toda índole que tuvo la misma, que es de aplicación a otros muchos lugares.
En esta localidad alavesa hasta los años sesenta del siglo XX en que se acometió la concentración parcelaria la situación era de una gran fragmentación de los terrenos rústicos. El precio pagado por la nueva situación fue muy caro, sobre todo por la práctica desaparición de los usos y costumbres tradicionales en torno a las rutas de comunicación entre pueblos y de acceso a las piezas de cultivo, del cauce de los arroyos y ríos, de los elementos naturales como los matorrales o pequeños bosques o grupos de árboles y de la relación del hombre con su entorno plasmada en la toponimia, la caza o la recolección.
La concentración parcelaria supuso la conversión de las pequeñas parcelas en medianas o grandes, de formas más regulares, estableciendo accesos más directos y eliminando el mayor número de barreras, sobre todo naturales. Los terrenos propiedad de cada casa, diseminados en pequeñas piezas, se concentraron en parcelas de mayor tamaño reduciendo el número de ellas a la mitad o la tercera parte. En muchos casos, si la concentración parcelaria reducía el número de hectáreas de superficie de un agricultor, se le compensaba con mejores terrenos en cuanto a rendimiento agrícola, aunque se intentó que todos tuvieran participación en las mejores tierras de cada localidad. Ello llevó consigo la supresión de los antiguos mojones y la sustitución por otros nuevos.
La concentración parcelaria trajo consigo también la roturación de nuevas tierras, ganadas al bosque[1] y entonces se hizo más patente la adaptación de los agricultores al nuevo proceso mecanizador con la suplantación definitiva de los animales de tiro por el tractor y las cosechadoras mecánicas.
Por otro lado, la concentración parcelaria provocó una reconversión de los cultivos tendiendo a reducir la siembra a los principales productos suministrados y demandados por las incipientes industrias relacionadas con el sector agrícola. Aunque todavía se daba cierta variedad, la siembra prácticamente se redujo al trigo, la cebada, la avena y el maíz, entre las gramíneas; a la hierba para el forraje, a la patata y a la remolacha azucarera. Esta reducción en la diversidad en los cultivos trajo una especialización agrícola quizá económicamente más rentable, pero también más dependiente de los vaivenes del mercado cada vez menos local y más internacional.
En Iruña de Oca (A), en los años 1960, coincidiendo con la llegada de los primeros tractores, se llevó a cabo la concentración parcelaria. Las fincas pasaron a tener más de 10 e incluso 20 fanegas. Señalan los informantes que sería conveniente una nueva reparcelación porque con la moderna maquinaria las dimensiones de las fincas han quedado pequeñas. Con la concentración desaparecieron ciertas denominaciones con que se conocían los términos porque una misma finca podía estar en dos de ellos[2].
En Agurain (A) las agrupaciones parcelarias han cambiado por completo la fisonomía de campos, cultivos y caminos, desapareciendo muchos caminos antiguos y creándose nuevas pistas. La concentración parcelaria ha constituido un cambio en los límites de las parcelas. Antes de la concentración se daba el predominio de las motas, especie de acequias con terraplén con árboles bravos y matos. En las zonas llanas existían mojones de piedra, también había algunas cercas de piedra en mal estado de conservación. Después de la concentración se han allanado y limpiado todas las motas y predominan los mojones de la parcelaria (cúbicos) que al romperse se sustituyen por piedras visibles. En el límite del monte, antes y ahora, la división se hace con una cerca de matos secos y una pequeña acequia. La Diputación Foral de Álava ha recuperado recientemente la antigua cañada que conducía desde tiempo inmemorial a los ganados de ovejas desde Agurain hasta la sierra Entzia, dado que las reparticiones parcelarias la habían cortado por varias zonas. Hoy en día los mejores caminos y sendas se conservan en las áreas de montaña y las que rodean a las anejas, como los antiguos puertos de San Juan, de Alangua, de Arrizala, de Opakua, etc.
En Ribera Alta (A) después de la concentración parcelaria llevada a cabo en los años sesenta del siglo XX, el tamaño medio de las fincas pasó a ser de ocho fanegas, aproximadamente dos hectáreas. Desde entonces el paisaje pasó a ser más uniforme: se suprimieron antiguos caminos, se eliminaron ribazos, se arrancaron antiguos robles, encinas y frutales que servían de linde y se construyeron nuevos caminos, todavía hoy día llamados “de concentración”.
En Treviño y La Puebla de Arganzón (A) al producirse el relevo de la pareja de bueyes por el tractor los pueblos pidieron la concentración parcelaria. Cuando se llevó a cabo las parcelas pasaron a ser de más de diez fanegas y algunas de veinte. Desaparecieron en su mayoría las paredes de piedra en las fincas, si bien todavía quedan algunas. Los caminos actuales son pistas rectas, todas dan a caminos de parcelaria, lo suficientemente anchas para que pase la maquinaria. Antes con el carro, lo más que podían llevar, si el camino estaba seco, era algo más de una tonelada de carga. Hoy un tractor lleva más de 10 toneladas y las grandes cosechadoras pueden pasar sin dificultad.
En Apodaka (A) a raíz de la concentración parcelaria enderezaron varios arroyos que discurren por los términos y varias cavas o regatos pequeños desaparecieron. El río Zaya atraviesa toda la jurisdicción del pueblo. Otra consecuencia fue la construcción de pistas rectas. En tiempos pasados los caminos eran carretiles, por ellos únicamente podían transitar los carros de bueyes y las caballerías, y cuando se adquirieron los primeros tractores no podían pasar por muchos caminos con el remolque. Hoy día las parcelas son grandes, de varias hectáreas.
También en Bernedo (A) se ha constatado que después de la concentración parcelaria las fincas son más extensas. Anteriormente había más caminos, que se han reducido y mejorado. Antes se distinguían entre los caminos reales que comunicaban los pueblos y por donde transitaban los arrieros y caminantes, y los caminos de los términos de servicio a las fincas y al monte.
En Berganzo (A) recuerdan que el proceso de la concentración parcelaria se dio por concluido en el año 1972; en Améscoa (N) se realizó en 1973. En el Valle de Elorz (N) se recogió que la concentración parcelaria, realizada en los primeros años 1970, solucionó el problema de la dispersión parcelaria y del minifundismo, aunque ello supuso un golpe mortal para algunos aspectos del paisaje. También en Pipaón (A) indican que el aspecto de las fincas, los ribazos y los caminos es diferente tras la concentración parcelaria.
En el Valle de Carranza (B) la concentración parcelaria tuvo lugar a finales de los años sesenta del pasado siglo XX, ejecutándose la nueva distribución de los terrenos en torno a 1970. El Valle se caracteriza por una gran superficie de terreno comunal que a veces está cerrado, pagando por ello al ayuntamiento un canon, y una menor superficie de terreno de propiedad que se localiza en torno a cada barrio o pueblo y que suele coincidir con las tierras de mejor uso agrícola. Entre las familias más humildes, la mayoría, el sistema de reparto hereditario de las tierras condujo a una enorme fragmentación de las mismas hasta el punto de que en los testamentos anteriores a la concentración la unidad local de superficie, el obrero, equivalente a 380 m2, resultaba excesiva para muchos de estos pedazos de tierra y era necesario recurrir a la braza, centésima parte de la anterior, para expresar su cabida. Tradicionalmente se desarrollaron estrategias para recomponer el mosaico de tierras de que se componían los espacios encerrados en las llosas, los que más fragmentación sufrían, para unir tierras que habían sido partidas con el reparto hereditario. Fueron así comunes las permutas mediante documentos privados y a veces simplemente de palabra.
Previamente a la concentración parcelaria se llevaron a cabo numerosas reuniones en las sacristías de las iglesias y locales similares en las que los técnicos explicaron a los vecinos en qué consistía. Se llevaron a cabo mediciones de tierras, valoraciones de las mismas y la recomposición final en que se agrupaban los numerosos y diminutos pedazos de tierra de cada casa en unos pocos y de una superficie mucho mayor. Se colocaron nuevos mojones, de hormigón esta vez, se levantaron nuevos planos y se confeccionaron escrituras también nuevas que se entregaron a los afectados. Durante todo este proceso los técnicos de la administración recibían el asesoramiento de unas pocas personas locales, se supone que las que tenían mayor conocimiento de cada barrio, que recibieron el nombre de hombres buenos y que en algunos casos no fueron ajenas a sus propios intereses y en una actitud considerada caciquil por sus vecinos, se hicieron con las mejores parcelas de tierra.
Se construyó una nueva red de caminos, con firme de piedra y arena y anchura suficiente de modo que cada parcela tuviese acceso a uno de ellos. Se llamaron carreteras de parcelaria y acabaron o al menos redujeron drásticamente el viejo problema de tener que cruzar por la tierra de los vecinos para llegar a la propia.
La concentración parcelaria supuso un cambio del paisaje como nunca antes se había conocido. Desaparecieron numerosos setos vivos de los que separaban los trozos de terreno de diferentes vecinos, se talaron muchos árboles, sobre todo los numerosos manzanos que crecían por doquier, desaparecieron las paredes de piedra, los viejos caminos para las parejas de bueyes, se generalizaron las alambradas, y las excavadoras se emplearon a fondo para recomponer las parcelas, que en los planos parecían todas similares pero dada la intrincada orografía del Valle, la realidad demostró que no era así. Y sobre todo quedó arrinconada la prolija toponimia asociada a este complejo mosaico de pedazos de tierra por el nuevo término de parcela más los adjetivos que la acompañan.
Quedó prohibida la fragmentación de cada parcela de tierra para que no se volviese a repetir el problema que se acababa de solucionar, aunque sí pudiesen acabar cada una de las parcelas de una misma casa en diferentes manos.
Todo este proceso afectó únicamente al terreno de propiedad y no al comunal y del primero no a todo, solo a lo que había experimentado mayor fragmentación. De los terrenos de propiedad que no se habían visto afectados por este proceso se decía que habían quedado excluidos.
Objetivamente la concentración parcelaria supuso una notable mejora para el desempeño de la actividad agropecuaria y así lo percibieron muchos de los afectados, sobre todo en aquellos barrios en que pudo llevarse a cabo en buena armonía. Pero en otros casos afectó seriamente a las relaciones vecinales. Hay que tener en cuenta que resultaba muy difícil aceptar por algunos que les quitaran tierras que se habían heredado dentro de la familia durante generaciones. Si a cambio se recibía una tierra mejor, el afectado veía aminorada su preocupación. Pero para que eso ocurriese otro vecino solía quedar perjudicado y eso generó numerosas tensiones.
En Urdiain (N) la concentración parcelaria se realizó en los años 1960. Facilitó el trabajo en las tierras de labor, impidiendo que muchos campos se dejaran de cultivar por falta de mano de obra. Supuso un gran avance en la mecanización.
En el Valle de Lónguida y Aoiz (N) hasta la llegada de la concentración parcelaria los carros se movían por caminos vecinales de tierra; estos eran escasos en los pueblos del Valle de Arce, a veces hoy de difícil acceso. En la toponimia de Oroz-Betelu se registra en 1892 y 1914 el nombre mandazaibide, camino de los arrieros.
En Obanos (N) al realizar la concentración parcelaria se tuvieron en cuenta las diferencias de los terrenos y se repartieron concentrados, proporcionales a los que cada propietario tenía en su zona. La concentración se realizó en la localidad en dos fases, vino a modificar la costumbre ancestral de la diversificación de los terrenos para asegurar parte de la cosecha y modificó mucho las dimensiones de las fincas, que ahora son mayores en las de propiedad privada. Ello ha influido notablemente en el paisaje y en los tipos de cultivo, además de acelerar la mecanización del campo. En la zona de los huertos comunales, Uguerta y la Fuente del Gitano, que el ayuntamiento sorteaba y sortea entre los vecinos, las parcelas se dividen según el número de solicitantes que tengan derecho a huerto.
En esta localidad navarra 663 ha son comunales (el 33.8 % de la superficie censada) que corresponden a pastizales que no los disfrutan directamente los vecinos sino que los arrienda el municipio, y a 12 o 14 huertas que quedan junto al riachuelo Robo que se sortean entre los vecinos con menor renta.
En Muez (Valle de Guesálaz) y Ugar (Valle de Yerri) (N) la concentración parcelaria se llevó a cabo a comienzos de los años setenta del siglo XX y cambió el régimen de propiedad de la tierra. En Ugar el término municipal cuenta con 91.9 km2 y de ellos en 1984 había 5286 ha cultivadas. En 1971 se realizó la concentración en la localidad y los 81 propietarios vieron cómo las 528 parcelas de que eran dueños quedaban reducidas a 124.
En Guesálaz se contabilizan 1279 ha de cultivos pertenecientes a 249 propietarios. Entre 1968 y 1980 se llevó a cabo la concentración en todo el valle pasándose de 3925 parcelas a 651. En Muez la concentración se realizó en 1972. En el pueblo hay 214 ha de unos 44 propietarios, que estaban divididas en 651 parcelas y ahora solo en 106. En Ugar no existieron disputas ni conflictos en el reparto de la nueva parcelación porque el concejo se encargó de valorar las tierras de cada vecino entre 1ª y 4ª categoría y luego los ingenieros repartieron las tierras de forma que nadie se quedó con suelo de mayor o menor valor del original. Por el contrario, en Muez sí hubo disensiones.
En ambos valles, Guesálaz y Yerri, tras la concentración parcelaria el cultivo de olivos y viñas decayó. En Garisoain e Irurre, situados en la parte meridional del Valle de Guesálaz, predominan ambos cultivos leñosos en el carasol de Arradia. Hay cultivos modernos, como el girasol y la colza, implantados con un destino industrial[3].
En Navarra, con carácter general cabe señalar la transformación paisajística que ha supuesto la concentración parcelaria que reorganizó la propiedad rústica, tradicionalmente muy dividida en pequeñas parcelas en la Ribera y Navarra Media occidental si nos atenemos a la propiedad particular, e intensificado el uso agrario del suelo, con lo que esto ha supuesto para la nueva configuración física de las parcelas y la alteración significativa del paisaje, flora y fauna. Iniciada en el año 1959, para 2004 se habían finalizado 339 zonas de concentración, con una superficie afectada de 166 604 hectáreas, viéndose implicados en ella 27 551 propietarios[4].
- ↑ Véase en este mismo capítulo el apartado “Primera roturación”.
- ↑ Más información sobre la concentración parcelaria llevada a cabo en esta localidad puede consultarse en: Primitivo REMÓN y Zuriñe SARASOLA. “Concentración parcelaria: nuevos tiempos para los agricultores” in Askegi. Núm. 9 (2015) pp. 118-125.
- ↑ Según algunos informantes, cultivos como el del girasol se han debido más a las ayudas que por ellos se recibían de Europa que a la comercialización de su producción.
- ↑ “Concentración parcelaria de Larraga” in Navarra Agraña. Núm. 142 (2004) p. 54.