Evolución de la siega y trilla de cereales
En las siguientes descripciones se recogen ejemplos de cómo ha evolucionado la cosecha de los cereales. A grandes rasgos, la forma tradicional de realizarla a mano ayudándose de la hoz y posteriormente de la guadaña se sustituyó por máquinas que inicialmente eran arrastradas por animales. Las primeras segadoras formaban gavillas pero sin atarlas, después hicieron su aparición segadoras que las ataban y con el tiempo aparecieron las cosechadoras, ya totalmente mecánicas, que al principio eran de saco y por último de tolva, de donde el grano pasa a los remolques de los tractores que lo llevan al almacén.
El uso de las modernas cosechadoras ha modificado de raíz las labores de siega y ha terminado con la trilla; además, ahora el grano va directamente de la tierra de cultivo al almacén, sin pasar por casa.
La introducción de maquinaria aconteció mucho antes en la vertiente mediterránea, como es lógico, por ser netamente cerealista, y como se ha indicado ha evolucionado hasta las modernas cosechadoras; en la atlántica solo se llegaron a conocer máquinas relacionadas con la trilla, como la aventadora y la trilladora. El cultivo terminó por desaparecer debido a que la producción era muy mermada en esta zona y por lo tanto no continuó la incorporación de nuevas máquinas.
== Vertiente mediterránea de Álava: siega, herramientas, máquinas; acarreo y transporte; trilla, trilladoras y cosechadoras; almacenaje del grano y de la paja; enfardado; gavilladora; segadora; aventadora; atadora; volvedera )
En Valderejo la forma de realizar la recolección de los cereales ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.
Siega. En sus inicios se segaban con la hoz y la persona que la manejaba se colocaba, a modo de protección, la zoqueta en su mano izquierda. Esta era una pieza de madera hueca, de forma triangular con una abertura donde el segador introducía los cuatro primeros dedos protegiendo el pulgar con un dedil; en el extremo, en su parte más estrecha, la zoqueta disponía de un orificio y quedaba sujeta a la muñeca con una cinta o una cuerda.
El segador empuñaba en una mano la hoz e iba cortando la mies en manojos depositándolos en el suelo. Tras él venía otra persona, mujer generalmente, ataviada con manguitos y un delantal, cubierta la cabeza con un pañuelo anudado en la nuca y sobre él un sombrero de paja para evitar que los rayos del sol quemaran su piel. Iba recogiendo los manojos hasta conseguir formar una gavilla que ataba con tallos del mismo producto uniendo los culos y las cabezas girándolos sobre sí mismos e introduciendo las espigas debajo de los tallos; durante esta maniobra ejercía presión con la rodilla sobre la gavilla para que quedase bien apretada.
Existían tres clases de gavillas: gavillas propiamente dichas que se ataban con el mismo cereal; gavillotes, de mayor tamaño (dos gavillas) y atados con tallos de centeno; y haces, compuestos por cinco gavillas y atados con cuerdas de esparto.
Cuando la finca había sido recolectada se procedía a espigar, trabajo que consistía en recoger las espigas que habían quedado dispersas por la finca. La operación se realizaba a mano si era poco el producto existente o con rastrillo si había más cantidad.
Tras la hoz apareció el dallo, instrumento consistente en una guadaña a la que se acoplaba un listón por el que se pasaban unos alambres curvos hacia adentro que ayudaban a recoger la mies cortada por la guadaña y a apilarla contra la que aún permanecía sin segar. La segada era recogida por otra persona, mujer generalmente.
Para reparar los desperfectos sufridos por el dallo durante el desarrollo de estos trabajos, se le pasaba por el corte una piedra de afilar que el segador llevaba colocada en un cuerno de buey vaciado, lleno de agua, y que pendía de su cinturón. Asimismo, y para reparar los daños mayores en el corte, se procedía a picarlo; operación que se solía realizar a la hora de la siesta, cuando apretaba el calor y no se podía ir a segar. La persona que realizaba esta faena se sentaba en el suelo con las piernas abiertas, clavando un pequeño yunque entre ellas; sobre él colocaba el corte de la guadaña y con un martillo iba dando pequeños golpes para hacer desaparecer las mellas hasta que quedaba un corte fino.
En los años 1950 apareció la segadora, que consistía en una máquina provista de dos ruedas metálicas con resaltes; esta máquina era arrastrada por bueyes e iba provista de una siega o corte formado por dos cuchillas con varias piezas de forma triangular, que se desplazaban una sobre otra en sentido contrario; al moverse las ruedas se movían las cuchillas, pues iban unidas a ellas mediante una biela. La siega podía ser elevada verticalmente para facilitar el transporte de la máquina.
La mies cortada por la segadora caía sobre una plataforma ligeramente elevada hacia arriba compuesta por una serie de tablillas; la plataforma iba conectada a un pedal que la persona que iba sobre la máquina, sentada en un sillín, manejaba, soltando el pedal cuando consideraba que había una cantidad suficiente para formar una gavilla. Esta persona portaba una vara larga con la que inclinaba la mies hacia el corte, sobre todo cuando se trataba de zonas donde el viento había tumbado los tallos. Las porciones de mies depositadas en el suelo eran atadas por otras personas que participaban en la labor de la siega.
Tras la segadora vino la gavilladora, que era una segadora a la que se había provisto de unos brazos (rastros) unidos en su base a un engranaje que los hacía girar con el movimiento de las ruedas. Los brazos eran de madera y al girar iban oprimiendo la mies contra la siega de la máquina, desplazándola también sobre la plataforma allí existente hasta un hueco final por el que caía al suelo, donde era recogida y atada por una persona. No hubo muchas de estas máquinas en Valderejo.
Después hizo su aparición la atadora, máquina que realizaba las tareas anteriores pero que introducía una importante variante: hacía las gavillas y las ataba. Para ello disponía de un compartimiento en el que se alojaba un rollo de cuerda que cada vez que se reunía mies para formar una gavilla la ataba mediante un mecanismo que funcionaba con el movimiento de la máquina. La mies cortada por la siega caía sobre una lona que se desplazaba con un movimiento sinfín mediante unos rodillos de madera y la desplazaba hasta la posición donde era atada. Después depositaba las gavillas en el suelo.
Para poder emplear todas estas máquinas en las fincas era preciso desorillarlas previamente, trabajo que se realizaba con el dallo. De esta manera se conseguía una calle que rodeaba la finca en todo su perímetro facilitando el paso de los animales y la máquina que arrastraban en su primera vuelta. Durante la siega de las fincas iban surgiendo liebres y codornices, sobre todo en las últimas vueltas.
El paso siguiente fue la introducción de la cosechadora, a finales de los años 1960. Esta máquina autopropulsada realizaba todas las tareas detalladas hasta ahora y además trillaba la mies, depositando la paja en el suelo. Las primeras que existieron eran las llamadas de saco, ya que no tenían tolva de almacenamiento. Cuando se les incorporó la tolva, el grano se iba depositando en ella y cuando estaba llena se trasladaba su contenido a un remolque de tractor o camión mediante una tubería.
Antes de la aparición de la cosechadora las gavillas se apilaban en hacinas, de pie, con los culos apoyados en el suelo y las cabezas mirando al cielo; sobre ellas se colocaban otras gavillas a modo de cubierta. La finalidad de colocarlas de esta manera era evitar que el viento las desplazase y que el agua las mojase si llovía.
Acarreo. En esos tiempos, para el acarreo de la mies se empleaba el carro en el que sustituían las cartolas por las zarras, que consistían en unos palos gruesos de dos metros de largo aproximadamente, cuyo extremo inferior era de forma cuadrada o redondeada para acoplarlos en unos agujeros existentes en los contornos laterales del carro, mientras que la superior era afilada para poder introducir en ellas las gavillas.
Una persona se colocaba delante de los bueyes para llamarlos, guiarlos; iba provista de una vara con aguijón y una rama para despejar la cabeza, morro y ojos de los animales de los tábanos y evitar que hicieran movimientos bruscos al ser picados, provocando el desequilibrio de la persona que sobre el carro apilaba las gavillas. También se colocaba a los bueyes unos morrales para que no se inclinaran para comer, moviendo el carro.
Otra persona valiéndose de un horcón, útil de madera de una sola pieza con dos púas en el extremo superior, proporcionaba las gavillas al cargador, quien cuidadosamente iba apilándolas en capas sobre el carro con los culos hacia fuera y las cabezas hacia adentro, sobresaliendo la carga unos 40 centímetros de la cama del carro. Esta tarea era importante, ya que de su correcta realización dependía que la mies no se cayera en el trayecto de la pieza a la era.
Trilla. La trilla se realizaba con animales. El enterrollo era el collarón de centeno trenzado que se colocaba en el cuello de los mismos y que previamente se sumergía en un cubo de agua para que "cogiese correa" y no se quebrase con el calor. Al enterrollo se fijaban, en el lado derecho en el sentido de la marcha, las trilladeras, que consistían bien en una cuerda gruesa o en una cinta de tejido fuerte que en el otro extremo se anclaban en el enganche que tenía el trillo. Para el arrastre del trillo también se empleaba otro sistema consistente en suprimir el enterrollo, de modo que las trilladeras rodeasen el cuello del animal por delante del pecho.
Habitualmente se empleaban caballerías, yeguas principalmente, con sus tres enterrollos y sus trilladeras. Los animales estaban sujetos unos a otros con unos ramales que se anclaban en las cabezadas. A la cabezada del animal que se situaba a la derecha y que era más próximo a la persona que los conducía, se unía un ramal cuyo extremo sujetaba esta persona. Se ayudaba de una zurriaga o tralla que estaba compuesta por un palo de un metro al que se fijaba una tira de cuero de dos metros; la blandía en el aire y con un movimiento brusco la hacía restallar; el sonido ocasionado animaba a las caballerías a avivar el paso; no se empleaba para azotarlas. La persona iba tocada con un sombrero de paja de ala ancha o un pañuelo al que practicaba cuatro nudos, uno en cada esquina, convirtiéndolo en un sombrero improvisado para así defenderse del sol. Al cuello llevaba anudado otro pañuelo de cuadros para enjugarse el sudor.
Una vez finalizada la trilla se retiraban los animales y los trillos y se procedía a quitar la paja. Con un rastrillo de púas de madera se iba recogiendo y colocándola sobre unas mantas de esparto, cuadradas y con cuatro cabos, que una vez llenas se ataban cruzando los cuatro cabos. Seguidamente una persona se ocupaba de tras-portarlas sobre los hombros al pajar.
Una vez la era quedaba libre de la paja permanecía en la misma el grano, las granzas (espigas con o sin grano), tierra y briznas de paja. Todo ello se recogía con el rodillo y se reunía en un montón para ser beldado, aventado. Cuando la era estaba recogida se procedía a barrerla y el fruto de barrido también se rodillaba.
En Moreda las operaciones que se llevaban a cabo eran las siguientes:
La siega. La cebada se comenzaba a segar para el día 11 de junio, festividad de san Bernabé; el trigo más tarde, a finales de mes, hacia el 29 de junio, festividad de san Pedro.
Numerosos peones de otras tierras acudían a la siega de los campos de Moreda, donde ganaban buenos jornales. Venían gentes de La Rioja, Castilla y especialmente de Galicia. Pero los primeros segadores que se contrataban eran locales. Para la contratación de peones para la siega, los labradores, jornaleros y propietarios acudían a la plaza pública de la villa. Lo hacían de víspera, al anochecer, y "la subasta de segadores" apenas duraba media hora. Se iniciaba a las 21:30 y para las 22:00 finalizaba. No obstante, existían unos cuantos jornaleros ajustados como fijos para un patrón para todo el verano que eran conocidos como agosteros. El resto eran peones libres que debían acudir a la plaza.
Los jornaleros se sentaban en el suelo y los patronos se ponían enfrente de pie. A esta subasta o puja por los peones acudía mucha gente, incluso niños. Primero hablaba el patrón y en la plaza se oía un "fulano a ¿cómo estás?". El jornalero le respondía con un "a 86 pesetas" o "a 20 duros". Posteriormente, unos y otros iban pujando por el peón y el precio podía subir. Esto sucedía en los años 1956-60. El patrón que se lo quería quedar estaba obligado a pagar en la puja una peseta más. La subasta de segadores finalizaba a las 22:00 en punto, en cuanto el reloj de la torre daba las campanadas. Algunos patronos estaban pendientes del reloj de bolsillo y esperaban a subir el salario al final. De un comienzo suave en la subasta se solía pasar a un final muy picado entre los propietarios contratadores.
Muchos obreros o pequeños labradores acostumbraban a "echar la maitinada", esto es, madrugaban mucho para "hacer lo suyo" y luego iban a jornal para otros. Algunos también madrugaban mucho para segar en Labraza y Barriobusto. Al mediodía comían en casa y luego iban a segar y "hacerse lo suyo".
Útiles y herramientas para la siega. La herramienta más importante era la hoz. Las primeras hoces eran curvas y dentadas, de acero. Luego, quizás con la venida de los jornaleros gallegos, se introdujo la hoz gallega que es curva, sin gin-ches y con el filo no dentado. Los segadores afilaban estas hoces con una piedra de afilar que llevaban en el bolsillo del pantalón.
El segundo útil empleado era la zoqueta: pieza de madera ahuecada que los segadores adaptaban a los dedos de la mano izquierda, dejando libre el pulgar, para así resguardarlos de los cortes con la hoz.
El segador con la izquierda, protegida por la zoqueta, agarraba un puñado de mies y con la hoz que portaba en la mano derecha la cortaba. Cada uno de estos cortes hacía una manada, de tal modo que las espigas eran colocadas en diferentes posiciones unas de otras cuando se dejaban sobre el rastrojo, un puñado o manada se depositaba con las espigas para un lado y el siguiente se dejaba con las cabezas para el lado contrario. Cuatro o seis manadas hacían la gavilla y cuatro gavillas formaban el haz. Los haces eran atados con cuerdas de esparto o con vencejos. Los vencejos eran las cañas o pajas del centeno trenzadas con los dedos y sacudidas para que ganasen flexibilidad, de modo que se domasen para luego poder atar los haces.
Segadoras gavilladoras y segadoras-atadoras. Tras los tiempos en que se segaba a mano llegaron las gavilladoras, máquinas que además de segar la mies la dejaban tendida. Posteriormente había que ir con el rastrillo a recogerla y atarla. La gavilladora era tirada por un solo ganado, era una especie de aguadañadora. Con tres gavillas o hacillos formaban una gavilla grande o haz que ataban con lías de esparto.
Las segadoras atadoras llegaron tras las gavilladoras o aguadañadoras. Eran movidas por tres o cuatro ganados. Estas máquinas cortaban y ataban la mies, por eso también recibían el nombre de máquinas atadoras. La máquina segadora más popular fue la Corvi.
Previamente a usar estas segadoras había que segar la mies a mano alrededor de la finca, conociéndose esta labor con el nombre de desorillar los sembrados. Luego ya podían pasar con la segadora arrastrada por ganado en un principio y posteriormente por el tractor, sin que pisasen el cereal.
Acarreo y transporte de la mies. El acarreo con caballerías se hacía mediante la llamada taja. Las tajas eran aparejos de madera o armazones compuestos de varios palos paralelos sujetos a otros arqueados, que se colocaban sobre los bastes para llevar más sujetas las cargas de las mieses. Se colocaban cinco haces a cada lado, de modo que un total de diez haces equivalían a una carga.
Otro medio de transporte podía ser el carro, la galera o a última hora un remolque. En los carros, a los que se ponían picas en barandas, hacinaban hasta dos cargas, 20 haces, para llevarlas a las eras y pajares. A los remolques se les quitaban las cartolas y se les ponían picas en los piqueros laterales de la cama. Y a las galeras se les colocaban bolsas y pulseras. Las bolsas resultaban de quitar las tablas de la cama y de poner colgado con unas cadenillas un bajo fondo de tabla largo donde se metían los haces. Las pulseras iban a los costados como si fueran una repisa. Llevaban seis adelante, tres a cada lado, y otras tantas detrás. Por fuera colocaban una baranda.
En total el número de haces que cogían en los distintos medios de transporte y acarreo eran los siguientes: con tajas, 10 haces o una carga; con carro, 20 haces o dos cargas; con galera, hasta 10 cargas; con remolques, hasta 20 o 22 cargas.
Las cargas de haces en los carros se colocaban encima de las camas. A los lados de los carros se ponían picas en las que se hincaban también los haces. Las piqueras se ataban con la finalidad de acarrear mayor número de haces. A veces, incluso se ponían barandillas más altas. Por debajo unas tablas, a modo de bolsas, colgaban de la cama del carro hacia el suelo, cuyo hueco era empleado para colocar haces. Como se ha indicado los carros podían llevar hasta ocho o diez cargas de mies. Las galeras al ser alargadas, por tener cuatro ruedas, podían transportar más carga que los carros; no obstante, no podían llevar haces debajo. Sin embargo, en los laterales sí que llevaban picas en donde a cada lado se colocaban hasta seis haces. La galera requería más ganado para arrastrala, por lo menos tres o cuatro cabezas. Para que los haces de mies no se cayeran los ataban con maromas o fuertes sogas gruesas y largas.
Se acarreaban las mieses hasta las eras, donde se depositaban en grandes montones o hacinas. Abajo se colocaban los haces en forma de paredes y según se iba subiendo se estrechaba el diámetro hasta acabar en punta. En caso de que lloviese el agua no los calaba.
Trillos para la trilla. Los trillos separaban el grano de la paja en las eras, junto a los pajares. El trillo consistía en un tablón ancho, trapezoidal, armado por abajo con trozos de pedernal, cotes o cuchillas de acero; los había también mixtos de piedras y cuchillas. Las cuchillas servían para cortar la mies y las piedras para desgranar las espigas.
Primeramente, con horcas de madera se extendían los haces de mies sueltos por la era, que recibían el nombre de parva. El trillo era arrastrado por una caballería que daba incontables vueltas por encima de la parva, separando el grano de la paja. El agricultor iba subido sobre el mismo y este unido al ganado a través de un balancín. Al animal se le ponía collarón y se le guiaba mediante un ramal. El trillo podía ser arrastrado por un solo ganado, aunque lo normal era que lo fuera por dos.
A la parva se le seguía dando vueltas con las horcas, y la mies trillada y molida era revuelta con horquillos (con mango de madera y púas de hierro). Para que salieran mejor las cabezas y quedasen desgranadas se golpeaban con palos. Con escobas de brezo se barría alrededor de la era con el fin de meter hacia dentro las cabezas. Luego los ganados tirando de una tabla enganchada con tirantes, llamada llegadera, amontonaban el grano disperso y la paja a lo largo de la era. Seguidamente, con una horca, bieldo o pala se procedía a aventar el grano y la paja. El bieldo estaba formado por un palo largo que llevaba otro pequeño, provisto de cuatro dientes o púas, atravesado en un extremo. La pala de aventar estaba hecha de una sola pieza de madera, tanto el palo de agarre como la pala de la base. Se empleada para echar el grano revuelto con la paja al aire a fin de que la paja volase y el grano cayese limpio al suelo.
Trilladoras. Al trillo le sustituyó la trilladora, que en un principio funcionaba con un motor de camión acoplado. El chasis de la trilladora iba sobre ruedas de hierro. Como combustible se empleaba gasolina y se arrancaba a manivela. Para que no se calentara el motor en exceso se le colocaba un bidón de 200 litros de agua para su refrigeración.
Las primeras trilladoras que llegaron a la localidad fueron de la casa Ajuria de Vitoria. Otros recuerdan una de la marca Ruston. Luego se les comenzó a acoplar tractores para su funcionamiento. Aún no tenían elevador para la mies así que la vertían por encima subidos en una mesa. Tampoco poseían lanzapajas, por lo que un labrador se tenía que colocar en el culo de la trilladora y retirar la paja con un rastrillo. En la labor de trillar participaban muchos agricultores organizados, cada uno con una función específica. Uno alimentaba la máquina, otro cortaba las cuerdas de los haces con una navaja, otro echaba los haces del suelo a la mesa, otros arrimaban la mies de la hacina y finalmente uno más se encargaba de poner y quitar los sacos llenos de cereal.
Mediante este sistema obtenían hasta 100 sacos al día. La trilladora tenía dos trampillas por donde caía el grano trillado. Primero se llenaba un saco y cuando este se completaba se cerraba dicha trampilla abriendo la del saco vacío que así comenzaba a llenarse. Después se ataban, se pesaban y con una carretilla se dejaban aparte. Los de trigo eran de 67 kg, es decir, 3 robos, que sumaban 66 kg más uno del saco. Los de cebada pesaban menos, unos 60 kg. Posteriormente se llevaban a las casas en carros, para luego subirlos al hombro hasta el alto o desván.
Cosechadoras. Actualmente no se trilla, ya que la recolección del cereal se efectúa con modernas cosechadoras que separan el grano de la paja. Estas máquinas han evolucionado mucho desde los primeros modelos que salieron al mercado. Las primeras según iban cosechando llenaban los sacos que eran descargados sobre el rastrojo de la finca. Con el tiempo incorporaron una tolva de almacenamiento de grano que, cuando se llenaba, se descargaba a través de un tubo en el remolque del tractor. La paja la expulsaban sobre el rastrojo.
Las cosechadoras inician la labor entrada la mañana ya que primera hora y con rocío no se puede cosechar. Las mejores horas son las del mediodía, la tarde y el anochecer. Si llueve la recolección se suspende. El sistema de funcionamiento es el siguiente: Con el peine corta la mies y la introduce a su interior donde se produce la separación del grano y la paja; el grano limpio queda almacenado en una tolva y la paja es arrojada picada al exterior sobre la pieza.
Hoy llegan a la localidad cosechadoras de fuera y varios agricultores se unen a una de ellas. Van cosechando por términos o pagos de la jurisdicción. Los agricultores que tienen fincas que cosechar en esos lugares están atentos a su pieza hasta que es recolectada por la máquina. Esta echa el grano en el remolque del propietario de la finca y el dueño de la cosechadora apunta o bien el tiempo o bien las robadas cosechadas, ya que de esto depende el precio a cobrar por la recolección de las fincas. Luego sigue con otras piezas del resto de los labradores que tengan posesiones en ese término hasta que acaba de cosechar todas.
El trigo y la cebada se transportan a granel en remolques arrastrados por tractores, que tienen de velez (capacidad) desde 6000 kg hasta más de 18 000 kg.
Producción de cereal. Antaño los rendimientos del trigo eran de tres cargas por robada, unos 200 kg, y de la cebada de 250 kg por robada. Hoy los cereales producen bastante más: el trigo entre 150-500 kg por robada (lo normal es 300 kg), y la cebada entre 200-400 kg por robada (siendo lo normal 350 kg). La cosecha de cebada es más regular y segura que la del trigo; de este cereal se recolecta menos y solo se da una buena cosecha cada cierto número de años.
Traslado y almacenaje del grano. De una parva de grano y paja se sacaban 30 robos de trigo, unos 10 o 12 sacos de grano. La parva tenía 13 cargas. El grano se llevaba en sacos de tres robos (66 kg) encima de los ganados o en carros hasta las casas.
Trigo, cebada y avena se subían en sacos al hombro a la parte alta de la casa, hasta el desván o alto. No lo dejaban abajo por falta de sitio. Solo se quedaba una pequeña parte en las arcas de granos para dar de comer a los animales. Dicen que subirlo a los altos tenía más ventajas que dejarlo en la parte baja de la casa; arriba había menos humedad ya que este espacio estaba mejor aireado y los ratones criaban menos.
Traslado y almacenaje de la paja. Como las eras y pajares estaban juntos no tenían que hacer grandes traslados de la paja para meterla en los segundos. Cuando trillaban a trillo, cada labrador lo hacía en su era y junto a su pajar, que poseía ventana por la parte superior, la que colindaba con la era. El pajar se hallaba a desnivel, abajo la puerta para sacar en su día la paja y arriba la ventana, próxima a la era, para introducirla.
Hasta el pajar se llevaba la paja arrastrándola con rastrillos o con las tablas llevaderas (tablas de metro y medio y palo en el centro) arrastradas por machos. Dejaban la paja en la boca del pajar y volvían a por más. Después con horquillos y arpillas debían empujarla para que cayera por la ventana hasta el suelo del pajar. Las arpillas eran parecidas a los horquillos, pero las púas las tenían curvas en su unión al mango de madera y servían para arrastrar la paja hacia el labrador; los horquillos eran de púas casi rectas y servían para echar la paja u otros materiales hacia delante.
Cuando cada uno dejó de trillar en su era por hacerse socio de una trilladora cooperativa, tuvieron que transportar la paja desde el lugar común de trilla a sus respectivos pajares. El traslado se hacía en angarillas, con redes puestas entre las picas de los carros o con mantas en carros y ganados. La paja la cargaban con grandes horquillos de madera.
Las angarillas venían a ser unas andas pequeñas utilizadas en el transporte de materiales. Estaban formadas por un armazón de cuatro palos clavados en cuadro, de los cuales pendían unas bolsas grandes de redes de esparto, cáñamo u otra materia flexible. Se empleaban para transportar a lomos de ganados cosas delicadas como vidrios, loza, etc., pero en Moreda lo que más se llevaba en ellas era la paja de la cooperativa a los pajares particulares. Algunos fabricaban las angarillas con tablones pequeños, colocados a lo largo del jumento sobre las tajas de madera. Para transportar paja ponían una red que llegaba hasta el suelo por los dos lados.
Pajares cubiertos había muchos, todos juntos y alrededor del pueblo. Almiar solo uno en las eras de Santa Ana. En vez de presentar el típico palo en el centro tenía una columna de piedra alrededor de la cual se echaba y apretaba la paja.
El labrador llevaba la paja del pajar a la cuadra de su casa, metida a presión con el puño, en sacos y también en mantas y sábanas; los sacos y mantas los cargaban al hombro.
Enfardado de la paja. Hoy la paja se queda sobre el rastrojo formando hileras. Las cosechadoras arrojan por su parte trasera la paja larga. Ya no se lleva a casa, pero en algunos casos se empaqueta con máquinas enfardadoras arrastradas por tractores.
Se enfardan las fincas que han tenido buena paja y larga. La mejor es la de la cebada con destino a los animales, es menuda y blanda, la comen bien y resulta buena para cama del ganado. La paja de trigo al ser más basta no se utiliza, se pica para abono o se quema. Los fardos, de forma rectangular (no se hacen fardos redondos), salen atados con dos alambres o cuerdas. El traslado se efectúa en remolques y camiones. El destino suele ser fuera del pueblo, los llevan camiones a granjas y establos de animales: para ovejas, caballerías, etc. No obstante, en la mayoría de las fincas cosechadas la paja queda sobre el rastrojo.
La quema de rastrojos. La forma de eliminar la paja y el rastrojo de las fincas cosechadas que no son enfardadas es quemándola. Esta labor se realiza a primeros de octubre y está controlada por la Diputación Foral de Álava y el Ayuntamiento de Moreda, a los que hay que pedir los permisos pertinentes.
Antes de la quema el labrador da una vuelta alrededor de la finca con el tractor y el cultivador o la gradilla (con esta en casos en que haya quedado simiente con el fin de que vuelva a nacer y poderla eliminar mediante una segunda labra) moviendo la tierra y tapando el rastrojo a modo de cortafuego. Luego prende el rastrojo, que arde siguiendo las hileras de paja que ha dejado la cosechadora. El agricultor suele estar con una rama de oliveñas por si el fuego salta de la finca a causa de una racha de viento y así poder apagarlo. Las máquinas picadoras de paja apenas se utilizan.
El destino de los cereales. La trilla duraba desde julio-agosto hasta septiembre. La cebada quedaba para casa, solo una pequeña parte de la cosecha se vendía. Se destinaba para alimento de los animales, incluso se molía para los cerdos, conejos y gallinas. La avena se recolectaba en el tiempo de la cebada (meses de junio y julio), se guardaba en casa y servía para alimento del ganado. Tras la recolección de la cebada se iniciaba la del trigo y el centeno. Este último cereal se sembraba poco, se molía para comida de los cerdos y su paja servía para hacer vencejos con los cuales atar luego los haces y las gavillas.
El trigo se llevó siempre a los silos del Servicio Nacional de Cereales. Una pequeña parte de la cosecha se quedaba para simiente. También se molía para hacer harina con la cual elaborar el pan. Ha sido utilizado tradicionalmente como moneda de pago para ciertos oficios y profesiones. Así se pagaba el salario del maestro y del médico. Al médico del pueblo, por ejemplo, los vecinos de Moreda le pagaban a mitad del siglo XX un saco de sesenta kilos de trigo por casa. La ofrenda de añal y candela hecha a los difuntos por sus familiares en la iglesia consistía en encender una vela y poner un cestaño de trigo sobre la sepultura[1].
El Arca de la Misericordia. Fue una caja de previsión agrícola en donde los vecinos cogían prestado el trigo que necesitaban para sembrar sus campos. El Arca de la Misericordia de Moreda fue fundada como institución benéfica en la iglesia parroquial de Santa María en 1592 con 55 robos de trigo para repartir entre los vecinos necesitados. Esta cantidad inicial se fue aumentando con mandas y donaciones de los moredanos. Perduró hasta principios del siglo XIX.
Eran arcas de granos de trigo cuya misión consistía en prestar la cantidad de este cereal que los vecinos necesitados pidiesen en los años malos para sembrar y remediar el hambre. Tras la recolección de la cosecha se devolvía el grano prestado más unas pequeñas "creces" con el fin de que el arca mejorase.
En Apodaka el cereal se empezaba a segar en julio, a hoz o con guadaña. A la guadaña le colocaban un peine, de modo que al segar dejaba los tallos en fila y así se recogían bien para atarlos. Los que segaban a hoz se ponían la zoqueta en la mano izquierda, y la mies la depositaban en gavillas. Las alholvas, yeros y menuncias se segaban con guadaña.
Hacia 1915 aparecieron las máquinas gavilla-doras, que dejaban la mies recogida en gavillas pero que presentaban la desventaja de que si había viento cuando la máquina soltaba la gavilla, la volvía a esparcir. Por esos años ya en el municipio de Foronda, hoy Vitoria, tenían máquinas segadoras y atadoras.
Para que las máquinas segadoras entrasen a segar tenían que desorillar a mano o a guadaña. La mies de desorillar se ataba a mano con vencejos y últimamente con cuerda de atadora. La segadora atadora pronto se propagó por toda la zona; en 1945 todos segaban con ella y tenía la particularidad de que dejaba los haces atados. Lo que no segaban con atadora eran los yeros y menuncias.
En las piezas que segaban a mano, las gavillas las ataban con lías y antes con vencejos. Tendían una lía o vencejo y ponían una gavilla en medio de la cuerda; luego otra gavilla encima pero con las cabezas orientadas al lado puesto y así sucesivamente; luego lo ataban haciendo un nudo tejedor.
Si venía mal verano, los haces los ponían en montones plegados, a esto se le llamaba malate, o en montones tiesos con la cabeza para arriba. Por la pieza se pasaba el rastro para recoger las llantas y las espigas caídas; después se ponían en un montón y se ataban.
Cuando iban a acarrear el cereal, al carro se le ponían las barreras y barrerillas, para ello se le quitaban los tableros y algunos colocaban cuatro banzos para que quedasen las ruedas dentro de las barreras. Estas tenían cuatro picas. Con una horquilla de madera o de hierro se echaban los haces al carro y el que estaba subido en él los iba plegando bien. Cuando salían de las barreras ponían las espigas hacia dentro y en las picas clavaban los haces. Cuando el carro estaba cargado se pasaba la soga de un lado a otro apretando la carga fuertemente. Esta operación se debía realizar correctamente pues si se aflojaba, se podía caer la mies en los baches. El carro cargado se llevaba a la era, se descargaba y se dejaba en un montón o malate para hacer otro viaje. Si el portegado2 era grande, el último carro se dejaba cargado; esto de dejarlo en malate y cargado era porque así no cogía rocío por la noche, lo que permitía empezar a trillar antes. Cuando empezaron a trillar con trilladora llevaban la mies directamente con el carro y de este la echaban a la máquina quitándole previamente las cuerdas.
Se ayudaban entre varios vecinos y con el tiempo alquilaron una máquina que traían de fuera. La primera trilladora que se compró la adquirieron entre dos vecinos y era de la marca Ruston, de Múgica y Arellano; se alimentaba por arriba. En el año 1959 el pueblo compró dos trilladoras de Ajuria con elevador movidas con un tractor Ferguson y un Ebro.
Cuando trillaban con trillo tendían los haces por la era y con una hoz o navaja iban cortando las cuerdas de atadora por el nudo y después las empleaban para hacer sogas o ramales; el vencéjo y las lías se soltaban y se guardaban para el año siguiente.
Una vez que la parva estaba tendida se pasaban las yeguas sin trillo para que desmenuzasen los haces. Después se ponían los trillos, dos o tres según el tiro de caballerías. Una vez habían dado la primera vuelta a la parva, uncían la pareja de bueyes con el trillo grande, al que se subía toda la chiquillería. Cuando los bueyes defecaban se paraba y con una pala se recogían los excrementos o moñigas y se echaban a un cesto; también los de los caballos o yeguas, que se llamaban ca-rajones. Las yeguas se movían en sentido contrario a las agujas del reloj; el que las dirigía llevaba en una mano la soga que sujetaba la cabezada de la yegua guía y en la otra la tralla para arrearles. Cuando la parva ya estaba trillada por una cara, entre varias personas le daban la vuelta con las
2 Véase Idem. Casa y familia en Vasconia, op. cit., p. 187. horcas. Mientras tanto se paraba a los bueyes. La siguiente vuelta a la parva se empezaba por el lado que se terminó la anterior. Cuando estaba completamente trillada se retiraba la paja y se transportaba al pajar; el tamo con el grano se llevaba al ablentadero.
La paja se ponía al lado de la trampa del pajar y allí con las horcas grandes se echaba a su interior; otras personas a su vez la iban arrojando con las horcas a un montón que se pisaba bien, ocupándose de ello alguna persona mayor y los chavales.
Lo primero que se trillaba era la cebada, luego el trigo y la avena y lo último las menuncias. Al trillar la cebada la paja que quedaba se llamaba bálago; también se hacía bálago de avena y ambos se almacenaban aparte en el pajar.
El grano y el tamo se recogían con el rastro tirado por un buey o una caballería; los demás iban con los rodillos recogiendo la parva hasta el montón y otros barrían por detrás. Lo ponían en el aventadero y si tenían suerte con el viento norte, entre cuatro personas lo aventaban a mano. Utilizaban unas horquillas planas y la paja obtenida la apartaban para el pajar. Cuando se había quitado lo mayor lanzaban el grano al aire con palas de madera. El tamo obtenido de la rampa de las espigas se guardaba aparte, no se echaba al pajar, y se aprovechaba para camas. El grano limpio se llevaba en sacos a los graneros que estaban en el portal o en una habitación de la planta baja.
En los casos que tenían aventadora la ponían en medio de la era. Con la ablentadora no tenían problemas con el viento, uno se ocupaba de darle a la manilla de la máquina para generar aire, aunque la mayoría tenían un pequeño motor eléctrico, y otro echaba con el horquillo el grano y los restos de paja a la tolva. Por un lado salía el grano, por otro las granzas y por otro la paja y el tamo.
La menuncia se acarreaba con una horquija grande de cinco o seis puntas, la misma que se empleaba para echar la paja al pajar. Como las menuncias y los yeros no estaban atados, el que estaba subido en el carro tenía que pisarlos bien. Por detrás de los que iban acarreando se pasaba el cachuero, rastro, para recoger las llantas. Los yeros y alholvas sacaban mucho polvo al trillar. La paja de menuncia era muy buena para el ganado.
Fig. 113. Trilla en Álava, c. 1940.Al triguero en Zigoitia le llaman albaina. El rastro de madera para retirar el grano de la aventadora es llamado por unos badaqui3 y por otros badoki.
En Abezia (A) la cosecha del trigo se realiza después de Santiago (25 de julio). Antaño se segaba a guadaña: Un hombre iba por delante segando y otra persona, habitualmente una mujer, por detrás haciendo gavillas para que se secasen las espigas. Se ataban por las dos puntas con pajas de centeno largas enlazadas que se confeccionaban previamente y que recibían el nombre de vencejos.
El proceso de fabricación del vencejo era el siguiente: Se elegían varias pajas con cabeza incluida; se golpeaban contra un trillo para que cayese el grano; a continuación se igualaban las pajas, se mojaban y se iban anudando de dos en dos formando cuerdas. Se dejaban secar y se guardaban hasta el año siguiente. En otros casos los vecinos fabricaban los vencejos a me-
8 Badaqui era el instrumento para recoger el grano después de aventarlo, que constaba de un mango de madera largo en cuyo extremo lleva una madera en forma de pala colocada en sentido vertical. LÓPEZ de GERENU, Voces alavesas, op. cit., p. 198. dida que los necesitaban con la paja del propio trigo.
En una gavilla la espiga se colocaba hacia un lado y en la siguiente hacia el opuesto y se iban dejando en el suelo. Varias gavillas formaban un haz. El número de gavillas variaba en función de los gustos o preferencias de cada persona, al igual que el tamaño de las mismas pero era imprescindible colocar una gavilla en un sentido y la siguiente en el contrario. Las máquinas atadoras que se introdujeron años después dejaban todas en la misma dirección, pero eran más pequeñas. En general, no debían pesar en exceso para facilitar su traslado.
Lo normal era que dos gavillas formasen un haz pequeño y cuatro uno grande. En las roturas solían hacerlos más grandes pero pesaban mucho. Además los de tamaño grande se plegaban peor.
Lo habitual era amontonar o apilar los haces en la finca y dejarlos durante unos días hasta que el grano endureciese. Para protegerlos de las condiciones atmosféricas adversas, se colocaban cuatro filas de seis haces en el suelo de pie con el culo (la parte de la espiga sin grano)hacia el norte para que el grano se sazonase y no se humedeciese. Sobre estos se disponían otros haces formando una especie de tejado. De esta forma la lluvia resbalaba por la paja y caía sin mojar los haces interiores. Pese a ello, recuerdan que a más de un agricultor se le perdió toda la cosecha al mojarse y solo pudo salvar los restos para el ganado.
Para acarrear la mies, es decir, trasladarla a la casa, era necesario cargar el carro de forma correcta: en la parte inferior se colocaban doce haces y en la superior, formando tejado, otros seis, ocho o más. Los consultados cuentan que una vez concluida la siega era fácil saber cuántos carros había en función de los haces: diez haces constituían una carga, lo que suponía alrededor de una fanega de trigo.
Esta labor se hizo a mano hasta la llegada de la primera atadora. En los años 1930 en el pueblo ya había atadoras, por lo que solo se veían obligados a atar gavillas en las orillas de las fincas.
Terminada la recolección se procedía a espigar, es decir, a recoger las espigas caídas al segar. Una vez concluida esta labor, el ganado ya podía entrar a pastar.
Mientras, en la casa, existían dos opciones: almacenar los haces o llevarlos directamente a la era. En el primer caso se dejaban plegados en la cabaña y luego se iban sacando a la era para la trilla. En la era se tendían con la espiga hacia arriba, un poco inclinados para que se desgranasen al paso del animal arrastrando el trillo. Los bueyes con el trillo giraban primero hacia un lado y luego hacia el otro. Después de media hora se le daba la vuelta a la paja con la horca para garantizar que se separara toda la cabeza del grano. Lo normal era que dos personas trabajasen con la horca y dos con la pala, apartando el grano. Una vez concluida la trilla se separaba la paja o tamo (paja que queda muy desecha al trillar) con una rastra.
Los informantes señalan que en casi todos los pueblos había trilladoras con motores de gasolina desde los años veinte del pasado siglo, por lo que solo utilizaban el trillo para minucias o en casos excepcionales. Las trilladoras solían ser propiedad de varios vecinos. Contaban con unas correas elevadoras en las que se echaban los haces para alimentar la máquina. Una vez trillado el trigo, la paja y el grano salían al exterior por conductos diferentes. Las máquinas más antiguas echaban la paja al suelo y luego había que subirla al pajar con mantas. Las más modernas contaban con un sistema de traslado de la misma hasta el pajar.
Respecto al trigo, era necesario limpiarlo. Solían aventar el trigo en el aventadero. La operación consistía en lanzarlo al aire; el desecho que quedaba se utilizaba para alimentar a las gallinas. Más adelante se introdujo la máquina aventadora para realizar esta labor. También empleaban el triguero o una máquina llamada la limpia con diferentes cribas o cedazos.
En Iruña de Oca (A) en los años posteriores a la Guerra Civil la cosecha de trigo se dividía en tres partes: Una se reservaba para maquila, que era la cantidad que se quedaba en casa para moler, otra se guardaba en los trojes (departamentos del granero) para sembrar y otra era la que se entregaba al Servicio Nacional del Trigo, en Nanclares, Rivabellosa, Zambrana y en los últimos tiempos en Puente Alto. No se entregaban cantidades importantes ya que se sembraba poco y como normalmente eran muchos en las casas, se guardaba para consumo propio.
En el mes de julio se empezaban a segar las cebadas. En un principio este trabajo se hacía con la hoz, protegiendo la otra mano con la zoqueta para no cortarse. La labor se iniciaba al amanecer y se dejaba a la caída del sol. Solo se paraba para almorzar y comer. La comida se la llevaban desde casa, tras lo cual echaban la siesta a la sombra. Para mitigar la sed bebían agua que guardaban en garrafones, que unos introducían en la tierra para conservar el agua lo más fresca posible y otros los dejaban al sol porque decían que así no les daba más sed.
Con posterioridad se empezó a usar la guadaña, a la que se le acoplaba un rastrillo que apartaba la mies que se acaba de cortar y la dejaba lista para hacer montones o gavillas. Estas se ataban con vencejos confeccionados con paja de centeno o con lías, cuerdas. Se unían unas cuantas gavillas y se dejaban con las cabezas hacia arriba y la paja hacia abajo para que en caso de lluvia resbalase el agua y las cabezas pudieran orearse. Para hacer los haces se ponía una gavilla en la mitad de una cuerda y a continuación otra encima pero alternando cabezas con paja y así hasta hacer un buen montón que se ataba, ayudándose con la rodilla para hacer presión y poder aplastar las gavillas.Cuando se segaba con bueyes los días de bochorno, se paraba antes y se reanudaba la tarea más tarde, con la fresca, para evitar que la mosca picase a los animales, ya que si sucedía salían corriendo llevándose todo por delante, tanto si estaban sueltos como sujetos al carro o a una máquina.
Una vez que se empezaron a utilizar las segadoras fue necesario realizar previamente la labor de desorillarlas fincas para que la máquina pudiera dar vuelta; se hacía con la guadaña. Al ir segando con los bueyes solían salir culebras de entre la mies. Para protegerse del sol, los hombres utilizaban boina, sombrero de paja o pañuelo con cuatro nudos para que quedase fijo en la cabeza, por su parte las mujeres llevaban manguitos y pañuelo a la cabeza para que les cubriese.
La gavilladora no era más que una segadora a la que se le habían añadido en la plataforma unos rastros que recogían la mies que se iba cortando y la agrupaba en montones en el suelo de la finca. Por los años 1950 aparecieron las primeras segadoras-atadoras y desaparecieron las segadoras simples. Todas estas máquinas eran arrastradas por la pareja de bueyes. La firma que más vendió fue Ajuria, junto a McCormick y Massey-Harris.
En la década de los años 1970 se comenzaron a comprar las primeras cosechadoras, de las marcas: Dania, Deutz Fahr, Claas, Clayson, John Deere, etc. La cosechadora realiza todas las tareas, siega, trilla, esto es, separa el grano de la paja y lo echa al remolque. Puede trabajar día y noche, dependiendo de la humedad. La paja que queda en la pieza se enfarda, bien en los fardos tradicionales o en rollos, teniendo diversas aplicaciones: ganadería, transformación de energía calorífica en eléctrica, obtención de fibras artificiales, etc. Antes se efectuaba con enfardadoras manuales y resultaba una labor muy dura.
En los tiempos previos a las cosechadoras, una vez se habían recogido todos los haces con las horcas y se habían colocado en el carro para acarrear la mies a casa, se pasaba un rastro de mano para recoger lo que había quedado suelto, se ataba y se colocaba encima de todo lo demás; después se pasaban unas cuerdas de lado a lado para sujetar bien los haces.
Previamente a la trilla se echaba arcilla encima de las grietas y baches de la era y se regaba
Fig. 114. Trilla. Álava, 1929.
Fig. 115. Trilla en Arriaga (A), c. 1930.
con agua que se había subido del río, se le pasaba una tabla y se alisaba, luego se dejaba secar. Quedaba tan dura como el cemento. Era entonces cuando se cortaban las lías de los haces o los vencejos y se extendía la mies que había sido transportada desde la finca en el carro de acarrear. Metían entonces las mulas con su trillo y los bueyes con el suyo, siendo este último mayor que el de las caballerías.
En las mulas y yeguas el trillo se enganchaba a un balancín y este a su vez al collarón, al menos los que tenían dinero, los demás al torrollo, que era una especie de collarón hecho de sacos (otros lo hacían con juncos de río trenzados o con vencejos, paja de centeno) procurando que la cuerda, llamada trilladera, no rozara las caballerías. El trillo quedaba siempre a la izquierda de las caballerías. A los bueyes los juncían, uncían, y de los extremos del yugo arrancaban las cadenas que se enganchaban al trillo. Encima se le echaban piedras y a veces se montabanchavales. Hubo trillos con unos discos que daban vuelta a la paja. Lo habitual era que llevasen piedras de pedernal, a veces alternando con hojas de sierra o bien estas solas. Cuando sufrían desperfectos (se les escapaban las piedras), eran unos gallegos que iban de pueblo en pueblo los que los arreglaban. Las piedras que utilizaban era pedernal de Treviño.
Siempre había una persona que guiaba tanto a las caballerías como a los bueyes y se ayudaba de un látigo llamado tralla que servía para arrearlos. También estaban atentos por si los animales iban a defecar, entonces le ponían una pala para recoger los excrementos, moñigas, y si no les daba tiempo paraban para poder recogerlos de la parva y continuar.
Si calentaba el sol la trilla se realizaba fácilmente mientras que si el ambiente era húmedo la paja se ponía correosa y costaba mucho más. A la mies se le daba vuelta unas cuatro o cinco veces con las horquijas. Una vez que se había dado la última vuelta se retiraban los trillos para que las yeguas sacudieran bien la paja y el grano cayese abajo.
Para saciar la sed durante el trabajo bebían agua y a veces preparaban ponche, que no era otra cosa que agua fresca del pozo con unos huevos batidos y bolaos, azúcar sólida en forma de panecillos que compraban en Vitoria o en Miranda de Ebro. Finalizada esta labor, primero se retiraba la paja y luego se abeldaba o ablentaba (aventaba) al aire y más tarde en la aventadora a la que se accionaba mediante una manivela movida a mano. Eran máquinas fabricadas en Vitoria por Ajuria. y las había de diferentes numeraciones, del 1 al 7, según proporcionasen más o menos viento, tuviesen mayor capacidad, etc.; después se les acopló un motor. El grano caía al suelo y allí era amontonado con un belaique, que era una tabla a la que se le hacía un agujero y se le ponía un mango. A esta operación se la llamaba arrollar, y de aquí se echaba a la media fanega y a los sacos. Después estos se cargaban en el carro y se llevaban a casa, y en esta se subían al desván a hombros, donde estaban los graneros divididos en trojes, compartimentos. La paja la amontonaban y la llevaban al pajar en mantas. En los pajares había un orificio por el que después se tiraba abajo conocido como pajareta. A la paja pequeña, casi triturada, se la llamaba tamo y unas veces se tiraba y otras se aprovechaba para camas de los bueyes o para el corral de las gallinas. La paja larga se llamaba bálago.
Las primeras trilladoras aparecieron a comienzos del siglo XX. Eran máquinas muy aparatosas movidas por grandes motores a gasolina o gasóleo y en cierto modo peligrosas. Con posterioridad se accionaron mediante una correa unida al tractor y después se les aplicó un motor eléctrico. Se les echaba la mies por la parte superior y caía directamente a un rodillo picador ya que carecían de elevador de paja; este no se introdujo hasta los años 1930 y no fue hasta los años 1950-60 cuando todas lo presentaban. Ajuria S.A. fue una de las firmas que se dedicó a la construcción de este tipo de maquinaria en Vitoria y de Bergara (G) procedía la marca Gogor.
Primero se trillaban las cebadas, luego las menuncias (yeros, avena, etc.) y después el trigo. Si la trilladora había sido adquirida por varios vecinos la trasladaban de era en era con los bueyes para trillar lo correspondiente a cada casa. Cuando este trabajo se encargaba a un tercero, el alquiler de la trilladora se pagaba en función de los kilos de cereal recogidos, en sacos de cincuenta kilos.
En Treviño para segar el trigo solían venir segadores de fuera, de La Rioja, Castilla, León, etc. De La Rioja más de cien, cada uno con su hoz y zoqueta. Cuando se segaba a mano se llevaba el almuerzo y la comida a la pieza. Empezaban a segar al amanecer y dejaban el trabajo a la puesta del sol. La comida la llevaban las mujeres en una cesta de mimbre. Durante la siega solían cantar. A los hombres les pasaban el porrón y a las mujeres el botijo de agua. Los segadores de fuera de la localidad dormían en el pajar o en la borda.
Cuando se segaba con los bueyes, si la pieza estaba lejos se comía en la misma. Los días de bochorno se paraba antes y se reanudaba la tarea más tarde, con la fresca, porque con el calor se desgranaba la mies (la de ahora no se desgrana). También se actuaba así en prevención para que la mosca no picase a los bueyes. Si esto ocurría cuando la pareja estaba juncida y atada al carro o a la máquina segadora podía huir despavorida causando un accidente.
Después de atados los haces los ponían en montones, llamados maletas, para su fácil acarreo. Otros ponían los haces tiesos, con las espigas hacia arriba.
Fig. 116. Vecinos trabajando en las eras. Alegría-Dulantzi (A), c. 1940.Tras atar y recoger los haces, los chavales pasaban un rastro de mano. La paja y cabezas así obtenidas las ataban y las depositaban las últimas en el carro.
Para acarrear la mies se ponía una cama más larga al carro; la anchura era idéntica porque el eje era el mismo, así que para conseguir ampliarla se colocaban cuatro banzos. En los carros normales las ruedas quedaban fuera de las cartolas mientras que en los de acarrear dentro. Las barreras llevaban cuatro travesaños que terminaban en punta llamados picas. En la parte de los bueyes se ponía la barrerilla para que la mies no dañase a los animales. Al acarrear se colocaban los haces hasta la altura de las barreras y al llegar a ese punto se introducían por su mitad por las picas con las cabezas hacia adentro, si eran de atadora; los haces hechos a mano los subían por una escalera y los gavillotes los echaban con la horca.
Mientras estaban cargando, un chaval tenía que estar delante de los bueyes para quitarles las moscas y tábanos ayudándose con unas ramas. Los días de bochorno o días falsos se acarreaba temprano o tarde, al igual que se ha explicado antes para la siega con bueyes, por temor a que les picase la mosca y saliesen corriendo con el carro llevándose todo por delante.
A principios del siglo XX algunos labradores de La Puebla de Arganzón y de pueblos como Treviño o Ventas de Armentia trajeron gavilla-doras. Eran unas máquinas segadoras que contaban con cuatro rastros, de modo que cuando la mies caía segada en la plataforma, los rastros la arrojaban al suelo a intervalos. Cada uno de estos montones era una gavilla y como no estaban atadas, cuando soplaba viento fuerte las desparramaba. Con cuatro o cinco gavillas se hacía un haz.
Las primeras atadoras se compraron por los años veinte del pasado siglo. Eran de la marca Darin, inglesas. Ataban las gavillas en pequeños haces llamados gavillotes. Para que entraran a segar, previamente se tenía que desorillar la pieza, labor consistente en segar a mano con la hoz o con la aguadaña todo el orillo de la misma; la anchura era de un metro y medio a dos metros, lo que ocupaba la pareja de bueyes. Cuando se generalizaron las atadoras por los años 1950, desapareció la segadora simple. Lassegadoras-atadoras eran arrastradas por una pareja de bueyes. Muchas eran de la marca Ajuria, de Vitoria, y las solían comprar entre dos o tres vecinos.
Cuando se acarreaba con el tractor se recurría a grandes remolques, en los que dos o tres personas se dedicaban a plegar los haces. Apenas había haces grandes, todos eran de atadora. El tractor pasaba entre dos filas de montones, los primeros los echaban con la horca y luego los subían por la escalera. Estos remolques los ataban bien con una soga. En la era los dejaban en un montón, plegados, cerca de donde tenían que colocar la trilladora.
Las lías y vencejos se guardaban para el año siguiente. Las cuerdas de las gavillotas se cortaban por el nudo tejedor con un cuchillo o con la hoz y se guardaban para hacer sogas o trenzas para tirantes de las caballerías y en algunas casas para confeccionar suelas de alpargatas. A la cuerda de atar la llamaban sisal y venía en rollos de 500 metros.
Para la trilla colocaban los haces sueltos por toda la era. En primer lugar daban una vuelta con los caballos para que con las patas la igualasen. Después colocaban los trillos a las caballerías, uno por cada animal. Los trillos se enganchaban al torrollo, collera, que se le colocaba en el cuello, procurando que la cuerda de esparto, llamada trincha, o la lía, no rozara al ganado. El trillo siempre quedaba colocado a la izquierda de la caballería. El torrollo estaba hecho de paja de centeno y los había también de saco relleno de paja. La persona que arreaba a las caballerías se colocaba a su izquierda e iba provista de una tralla, un palo de un metro de largo que en su punta tenía una correa para fustigarlas. Las caballerías daban vueltas a la era en sentido contrario a las agujas del reloj y los bueyes al revés.
El trillo que llevaban las parejas de bueyes era de 2 metros de ancho por 1.80 de largo y el de las caballerías de 0.60 de ancho por 1.80 de largo. El corte de los trillos era de pedernal y la madera de chopo judío, que era blanca. Algunos trillos llevaban hojas de sierra intercaladas con el pedernal. Estas sierras las aprovechaban de viejas hojas de sierras de cinta de los aserraderos.Archivo:Irudia12.png
Fig. 117. Aventando el grano. Álava, c. 1940.A primeros del siglo XX salieron al mercado unos trillos para bueyes que consistían en unos cajones de madera con discos de sierra. Cada trillo llevaba tres o cuatro cilindros y en cada cilindro ocho o diez discos de sierra. Disponían de un asiento para el conductor. No dieron buen resultado, ya que se embazaban cuando la mies estaba correosa por no hallarse bien seca.
En el trillo, aparte de la persona que guiaba los bueyes, se subían los niños. Cuando los bueyes defecaban y al que iba encima del trillo no le daba tiempo a poner la pala para recoger las moñigas, se paraba. Se recogían para que no cayesen a la parva ya que embazaban los trillos, remolinando la mies. Los excrementos de las caballerías, carajones, que eran más secos, se recogían en la era en cestos.
Cuando habían trillado la parva por un lado le daban la vuelta. Para ello paraban los bueyes y la mitad de las caballerías, porque de lo contrario, al pasar los trillos arrastrarían la mies y dañarían la era. Entre vuelta y vuelta quedaba un espacio de la era sin mies. La vuelta a la parva se hacía a horca y participaban tanto hombres como mujeres. Esta labor se repetía cuatro o más veces; por donde terminaban, a la siguiente vez se empezaba, es decir, una vuelta a la derecha y otra a la izquierda, la última con palas de madera.
En la última vuelta retiraban los bueyes y solo quedaban las caballerías. A los trillos les ponían en la parte de atrás la volvedera, que era una barra de hierro curvada con una pala en uno de los extremos; el otro se enganchaba en el trillo. Su finalidad era no tener que parar para darle vuelta a la paja, ya que lo hacía la volvedera.
Mientras trillaban, las mujeres llevaban el almuerzo a la era. Durante la trilla corría el porrón de vino con gaseosa y en una jarra, sangría. Lo tenían en un cubo de zinc con agua fresca y tapado con una servilleta para que no le entrase polvo.
Cuando se terminaba de trillar en algunos sitios apartaban la paja y la ponían en un montón y de allí solían llevarla con las horcas al pajar que estaba en la era. Posteriormente en mantas cargadas en carros o a hombros se transportaba al pajar de la casa. En la mayoría de los pueblos las eras estaban fuera del pueblo. El algunos te- nían las bordas junto a la era, orientadas al norte; en otros las eras estaban juntas, sin ninguna borda.
A un buey que le ponían medio yugo le enganchaban el rastro, tablero de dos o más metros de largo y 0.60 m de anchura con dos anillas a medio metro de cada punta para enganchar las cinchas al yugo del buey o al collarón de las caballerías. Detrás iban dos personas sujetando el rastro y tras estas, otras con rastros individuales recogiendo el grano con la paja, mientras los demás barrían la era hasta formar un montón.
Como se ha indicado antes, a menudo tenían junto a las eras un edificio con el tejado a una o dos aguas orientado al norte y con laterales de piedra y grandes portones de madera en las dos caras, o incluso un portón en un lado y el otro abierto. Allí se colocaba la mies tras la trilla y con la corriente que se formaba con los dos portones abiertos ablentaban, aventaban, el grano. Estos edificios se llamaban ablentaderos y también se utilizaban para guardar la mies si había peligro de lluvia. A la paja pequeña que quedaba después de aventar se le llamaba tamo.
Los pueblos de la orilla izquierda del río Ayuda, lo tenían mal para aventar a mano debido a los remolinos que les hacía el viento. Fueron los primeros que compraron máquinas de aventar que eran de la marca Ajuria. Las movían con una manilla mientras otro con una horca echaba la paja y el grano a la tolva superior. Cuando llegó la luz le colocaron un motor eléctrico aunque también hubo quien instaló un motor de gasolina. El grano caía por delante de la máquina y con la media fanega llenaban los sacos. La paja, debido a la corriente de aire generada, salía por detrás, y por otro lado lo hacían las granzas.
Una vez llenos los sacos los llevaban a casa en el carro, los cargaban al hombro y los subían al desván. Allí estaban los graneros o alorines, nombre que recibían en Taravero, Laño, Bajauri, Obecuri y Villanueva de Tobera.
En algunas casas dejaban el grano que apartaban para sembrar en cenachos, escriños o nasas, que por su tamaño se tejían en el mismo desván ya que no cabían por las puertas. Si el año había sido bueno y la cosecha abundante no entraba en los graneros, así que dejaban parte del grano en sacos en un cuarto de la planta baja.Hacia 1896 entre varios socios de La Puebla de Arganzón compraron una trilladora inglesa a vapor. A primeros del siglo XX aparecieron las primeras trilladoras de la marca Ruston, de Múgica y Arellano, de Pamplona, y de la casa Ajuria, de Vitoria. Las movían con unos grandes motores de gasolina; en algunos pueblos con motores eléctricos. Se alimentaban por arriba y no tenían elevador de paja; resultaban peligrosas, ya que la mies caía directamente al rodillo picador y podía arrastrar a la persona que echaba la mies o amputarle algún miembro. Hacía los años 1930 aparecieron trilladoras con elevador de paja, que mediante tubos la elevaban al pajar. En la década 1950-1960 todas tenían elevador de mies.
Muchas trilladoras pertenecían a varios vecinos. Las trasladaban con los bueyes de era en era. Primero trillaban las cebadas en cada casa, luego los yeros (menuncias) y después el trigo. Si la máquina era contratada, los sacos con el grano se pesaban en básculas, pagando el alquiler de la máquina en función de los kilos recogidos. Algunos de La Puebla de Arganzón y de Treviño, después de trillar para ellos se dedicaban a hacerlo para otros pueblos.
Cuando aparecieron los tractores se usó su fuerza para mover las trilladoras. Los de gasoil eran más baratos que los ruidosos motores de gasolina. Las primeras cosechadoras se trajeron al Condado por los años 1960, pero no eran como las de ahora. A partir de los años 19701975 se generalizaron las actuales, que son más completas y desaparecieron las trilladoras. Hoy en día las cosechadoras cuentan con los últimos avances tecnológicos como aire acondicionado o control de humedad del grano por ordenador, entre otros. Lo hacen todo: siegan, trillan, apartan el grano y la paja. Pueden cosechar durante el día y parte de la noche, según indiquen los sensores del grado de humedad.
La paja que dejan en la pieza la empacan en fardos. Antes lo hacían con una enfardadora a mano y era una labor muy dura. Hoy las modernas enfardadoras la recogen y enfardan en poco tiempo. Detrás, unas máquinas elevadoras colocan los fardos en el remolque o camión.
Estos fardos de paja los venden a ganaderos de Bizkaia o Gipuzkoa y a veces a los de Cantabria. Otros se venden a fábricas, como antiguamente lo hacían a FEFASA, de Miranda de
Ebro, para la obtención de fibras artificiales. Estos últimos años la paja la emplean para la generación de energía eléctrica, asimismo la utilizan en el cultivo del champiñón y en otras aplicaciones. A la paja sobrante le dan fuego en el mes de septiembre.
En Treviño antes de los años 1950 raro era el labrador que no sembraba centeno. Crecía más de metro y medio, lo segaban y hacían manojos. Cuando estaba seco lo desgranaban golpeándolo. Pocas veces se trillaba, solo alguna para hacer pan en los pueblos de Bajauri, Obecuri y Laño.
En Ribera Alta el cereal se recogía hacia julio o agosto. Hacia 1958 llegó la
en la que se tomaba un postre especial además de café y copa.
Lo imprevisible del tiempo atmosférico aun en el período estival era una de las razones, entre otras, de que la trilla se debiese efectuar en el mismo día. De ahí que se requiriese la colaboración de cuantas más personas.
La trilla se podía realizar con una pareja de bueyes que arrastraba un trillo o bien con yeguas monchinas que se bajaban del monte para esta labor.
"En las Encartaciones la trilla se hace por regla general con bueyes, aunque también se han usado y se usan, más antes que ahora, las yeguas bravas, que para este objeto se bajan de las montañas, donde vagan libremente en sus pastos"15
Las yeguas que se empleaban en la trilla eran monchinas, no estaban domadas, y se bajaban el día o los días anteriores. Para ello debían participar unos cuantos hombres. Cuando llegaban al barrio las encerraban en una cuadra que estuviese vacía. No todo el mundo tenía bando de yeguas, al menos en los pueblos que no se dedicaban a su crianza. Incluso en los barrios altos que tenían ganado monchino, "por lo regular" contaban solo con la de montura. Recuerdan que algunos que tenían yeguas realizaban la trilla con las mismas para quienes se lo pidiesen a cambio de un jornal que cobraban en especie, en sacos de trigo.
Cuando llegaba el día de la trilla se sacaban las yeguas de la cuadra en la que se tenían encerradas y con la ayuda de los vecinos se dirigían por los cañaos hasta el lugar de la era. Previamente se obligaba a retirarse a todos los niños pequeños.
Cuando se utilizaban yeguas para trillar un hombre se situaba en el centro de la era y mediante un ramal sujetaba a una de ellas, la más cercana a él, y la obligaba a dar vueltas en redondo. Solía tener una vara en la mano libre pero no le pegaba. Las otras yeguas corrían por la parte externa a la sujeta y para que no se parasen un par de hombres corrían detrás de ellas con sendas varas. La labor de estos era extenuante ya que se trillaba "a la calmera del sol", es decir, cuando más calentaba y tenían que co-
15 Ibidem, p. 339. rrer sobre la paja, tarea harto dificultosa. Por ello debían ser sustituidos periódicamente por otros. La persona situada en el centro además de hacer girar en redondo a la yegua que mantenía sujeta, impedía que las otras se agrupasen en el centro de la era y dejasen de correr.
Al inicio de la trilla participaban estas tres personas, las demás rodeaban el recinto de la era para evitar que las yeguas escaparan, pero en cuanto los animales desplazaban la paja hacia el exterior en su trote circular, otras provistas de horcones de madera debían incorporarse para redistribuir la paja uniformemente y evitar que llegasen a tocar con los cascos la tierra o la capa de estiércol seco porque entonces la levantaban y se mezclaba con el grano, que por ello salía posteriormente sucio. Retiraban las yeguas a un rincón que estuviese soleado para que no se enfriaran ya que estaban sudadas, y dos o tres personas se encargaban de vigilar que no escapasen. Mientras tanto el resto de participantes se ocupaban de concentrar el trigo hacia el centro de la era a la vez que le daban vuelta, es decir, sacaban el que había estado debajo, y que por ello permanecía más entero, hacia la superficie. Para esta labor se usaban horcones, que eran de madera, y no horquillas, que tienen las gangas o púas metálicas, entre otras razones para no correr el riesgo de pinchar a las yeguas o a los otros participantes, también para que no se clavasen en el fondo de la era y levantasen la muñega seca y porque la paja se desprende más fácilmente de las púas de madera del horcón.
Otra forma de realizar la trilla fue recurriendo a parejas de bueyes o vacas que arrastraban un trillo. El trillo estaba fabricado íntegramente con madera, con la parte anterior curvada hacia arriba para evitar que amontonase la paja al desplazarlo la pareja. En su cara inferior se le practicaban unas ranuras en las que se insertaban piedras de pedernal. Posteriormente se sustituyeron por piezas metálicas dentadas. La pareja arrastraba el trillo sobre la parva dando vueltas a la era y la iba desmenuzando poco a poco. Cuando se cansaba se sustituía por otra pareja. Los animales se dejaban descansar a la sombra pero se cubrían con unas mantas para que no se enfriasen. La trilla con bueyes tenía el inconveniente de que resultaba más lenta que con yeguas.Fig. 135. Trilladora. Zeanuri (B), 1965.Una vez realizado el trabajo con el trillo había que "darle vuelta a la era". La primera vez se daba a mano y consistía en recoger el trigo que aún estaba entero e irlo plegando en medio de la era con la espiga hacia arriba. De este modo volvía a quedar una parvada que se trillaba de nuevo. Más adelante se le volvía a dar vuelta, pero en ese caso los hombres que realizaban la labor empleaban horcones. Clavaban los mismos e iban sacando hacia arriba los tallos de trigo que aún continuaban enteros y los disponían otra vez en la parte central. Al realizar esta operación el grano ya desprendido caía poco a poco hacia el fondo de la era. Era necesario repetir cuatro o cinco veces la operación de darle vuelta hasta conseguir que solo saliese paja al levantar los tallos trillados, lo que indicaba que el grano se había desprendido completamente y había ido descendiendo hacia el fondo.
Cuando las vacas o bueyes que formaban la pareja que arrastraba el trillo defecaban, se paraba, se recogían los excrementos y se arrojaban fuera de la era. También se obraba así en el caso de las yeguas, si bien estas tenían que moverse tan rápido que solían satisfacer sus necesidades cuando las sacaban para que descansasen y poder "darle vuelta a la era".
A medida que se fue abandonando el cultivo del trigo se pusieron en práctica otras formas de trillarlo. En el barrio de Paules, por ejemplo, la tierra resultaba demasiado feraz para este cultivo así que crecía en exceso y se tumbaba con la humedad, perdiéndose a menudo el grano. Recuerda un informante que los últimos años que lo sembraron en su casa fue en pequeña cantidad, para obtener treinta o cuarenta haces a fin de moler alguna talega y tener grano para las gallinas. La cantidad resultaba demasiado pequeña para trillarla en la era. Subían entonces los haces al sobrao y allí cubrían el suelo con sóbanos y alguna sábana vieja para que no se perdiese el grano. Colocaban sobre ellos un madero y después tomaban los tallos que cabían en una mano y golpeaban las espigas contra el madero para que se desprendieran los granos. No importaba que quedase alguno adherido ala paja porque esta se destinaría posteriormente a la alimentación del ganado.
Una vez separado el grano en la era se retiraban las yeguas y se comenzaba a separar la paja del mismo. Los hombres elegían la paja y la cargaban en sóbanos que llevaban hasta la casa y la subían al sobrao, donde est aba a 'macen ada la hierba seca. Por el sitio en que iban limpiando la era, mujeres y chiquillos comenzaban a cargar el grano en todo tipo de recipientes.
El grano se recogía mezclado con restos de paja, gallestas y otras impurezas por lo que se debía someter a un proceso de limpieza para lo cual era necesario que "saliese un día de aire", que podía ser esa misma jornada al atardecer o un día posterior. Para ello se ayudaban de trigueras med i ante las cuales se iba lanzan do al aire de modo que el grano caía vertical mientras que la broza que contenía era arrastrada por el viento un tanto más allá. Esta labor se conocía como beldar el trigo.
Posteriormente aparecieron unas máquinas que facilitaban el proceso de limpieza del grano llamadas beldadoras. Contaban con unas aspas que se movían manualmente y que al girar ge neraban una corriente de aire que arrastraba las impurezas del grano. Estas máquinas permitían efectuar el beldado del trigo sin tener que depender de que soplase el viento. En su interior tenían además unas parrillas que se agitaban y seleccionaban los granos de trigo.
En Beasain (G) los cereales, entre los que se incluía el trigo, se recogían normalmente en la segunda quincena del mes de julio. La siega del trigo, gari-ebaketa, se hacía a mano con la hoz, igitagie o ittaie, y en ella participaban todos los miembros de la familia. Con una mano, generalmente la derecha, se manejaba la hoz y para proteger los dedos de la izquierda de un posible corte se colocaba en ella una especie de guante de madera atado a la muñeca con una cuerda llamado zoketa.
Una vez cortado el manojo se dejaba en el suelo y así a lo largo de la fila de cada segador. El trabajo era muy pesado puesto que había que trabajar encorvado durante horas y horas y casi siempre bajo el tórrido sol. Detrás de los segadores venían otros, muchas veces los más jóvenes de la casa, que iban haciendo gavillas, lastabalak, con dos o tres manojos que tomaban del suelo.Archivo:Irudia1.png
Fig. 136. Segando trigo. Elgoibar (G), c. 1930.
Para atar las gavillas utilizaban una de las pajas del mismo trigo y cuando preparaban varias las llevaban en brazos al lugar de la heredad donde atando unas cuantas con una cuerda hacían un haz. Los haces los ponían de pie uno contra otro formando almiares, gari-metak. Al terminar la jornada los recogían y los llevaban a guardar al desván del caserío.
Una vez concluida la siega se procedía al trillado. Hasta mediados los años 1940 no se empezaron a ver las trilladoras mecánicas que, sobre cuatro ruedas, traían alquiladas de caserío en caserío. En esta trilladora de madera, con aspas metálicas en su interior, metían las gavillas por un extremo y por el otro salía la paja cortada, descargando el grano a los sacos por un tubo lateral. En un día o menos se trillaba todo el trigo del caserío. Hasta entonces se realizaba esta labor batiendo fuertemente las gavillas contra unas grandes piedras lisas que se colocaban inclinadas.
La cosecha más importante que se sembró en los caseríos de esta localidad fue el trigo para poder tener harina con la que hacer el pan durante todo el año. Se dejó de cultivar a partir de que en los primeros años de la década de los cincuenta se liberalizó el pan, que hasta entonces había estado intervenido y racionado.
En Zerain (G) cuando llegaban los calores de Santiago se segaba el trigo. Con una mano se cogía una gavilla, gari zama, y con la otra se cortaba por debajo con una hoz, itaia.
Se aprovechaba que hiciese calor y pegase bien el sol para cargar el carro y prensar la carga con la vara que se ponía sobre el mismo para estibarla, gainagea. Esta carga se transportaba hasta el camarote o se apilaba junto a la casa levantando grandes almiares, metak, de 500 gavillas, azaoak, equivalentes a cinco o seis fanegas, anegak.
Todos los caseríos entregaban la primera gavilla de su cosecha al ayuntamiento. Las gavillas se guardaban en una estancia del mismo y a lo largo del año, cuando una persona necesitaba alumbrarse al dirigirse a su casa de noche, tomaba una gavilla de estas y la prendía.
En algunos caseríos trillaban golpeando las gavillas con las dos manos contra unas losas, gari-harriak. Cuanto más seco estuviese el trigo, más fácilmente se soltaba el grano. Para limpiar el trigo también se utilizó el mayal, idaurra. Era un trabajo realizado por dos personas, situadas una a cado lado del banco, y que se turnaban al dar los golpes; si uno de ellos perdía la vez o golpeaba el palo del contrarío se decía que "diera por perdido el sueldo". Se requería gran habilidad.
La paja se guardaba en un rincón para comida del ganado y también para arreglar los culos de las sillas. El trigo que quedaba se extendía con una pala de madera, palarra, y cuando estuviese seco se apilaba y se guardaba en una arca, kutxa, o se vertía en cestos, kapatxak o kanpazak; también se introducía en sacos para poderlo transportar en el burro hasta el molino.
Cuando llegaron las trilladoras se movían de barrio en barrio haciendo su trabajo. Era una labor fatigosa y los vecinos se ayudaban unos a otros. Era costumbre que los vecinos colaborasen en la trilla, ordaiñe. Luego hacían una merienda-cena con jamón, huevos fritos, pan y vino. Cuando concluían los trabajos se celebraba una comida consistente en bacalao con tomate y patatas en salsa verde; luego se cambió por pollo y carne.
En Telleriarte (G) el cereal se recogía de julio a noviembre, el primero el trigo. A medida que se iba cortando con la hoz se dejaba en el suelo el manojo, eskuta, para secar. Cuando estaba bien seco se cogían ocho o diez manojos y se ataban por el medio formando haces, azagoak. Después se hacían pilas con los mismos, mutxurioak. Seguidamente se llevaban cerca de la casa y se colocaban en montones más grandes, garimetak, de modo que en cada uno de ellos entraban tres o cuatro fanegas. Con posterioridad se llevaba a cabo la trilla, gari-jotzea. Para ello se extendían en el suelo los haces que se pudiesen trillar en un día, bien extendidos para que se secasen. Se golpeaban las espigas a fuerza de brazos contra las losas del lavadero para que se desprendiese el grano; la paja, lastoa, quedaba para alimentar el ganado. Algunas espigas quedaban sin desgranar, kizkiñak, y se golpeaban con el mayal, irabiurra, hasta que se desprendiese el grano. Al final se limpiaba el grano aventándolo con cedazos.
En Ataun (G) la siega, iritea, se efectuaba con la hoz, itaie o iritaie, que llevaba dientes en el filo, "itai garrangadune ", y para afilarla se acudía ordinariamente a la herrería. Cuando se publi-Archivo:Irudia2.png
Fig. 137. Siega de trigo. Gesaltza (G), c. 1950.
Fig. 138. Atando los haces. Gesaltza (G), c. 1950.
caron estos datos (1960), ya se iba introduciendo también la hoz sin púas, sega-itaie, y algo después la guadaña o segea. Efectuada la siega, con dos manojos de paja o galasto se hacía lo que llamaban galbala o gavilla, atándola con unas pajas; estas formaban pues la atadura, que recibía el nombre de heskarri. Con tres gavillas atadas en la punta o extremo superior y colocadas de pie en trípode se formaba el eje o zille alrededor del cual iban colocadas, también de pie, otras gavillas que así formaban gari-meta. Cuando se deseaba que el trigo permaneciese mucho tiempo en el campo se formaban montones mayores llamados suatzak.
En el siglo XIX durante la época de la siega solían desplazarse a Navarra bastantes mujeres solteras de Ataun impelidas por el deseo de ganar unas pesetas. La temporada de trabajo solía durar unos ocho días. Comenzaban la faena al amanecer dejándola al oscurecer. El año 1880 en esa labor ganaban al día una pe- seta y la manutención. Durante el día festivo la manutención era por cuenta propia.
Antiguamente la trilla, gari- otzea, se efectuaba en las eras, larrañetan, que se hallaban instaladas unas en las antepuertas de las casas y otras en el interior de cobertizos o casas. Colocaban las gavillas en la era tendidas en dos hileras de suerte que las espigas estuvieran en el centro. Las golpeaban con iraurrek o mayales compuestos de dos varas, iraur-zigorrak, ordinariamente de acebo. Los operarios, iraurlek, trabajaban en grupo, golpeando todos al compás. Las gavillas una vez trilladas eran retiradas al desván en donde se hacía el lasto-pilla o montón de paja; el poso de la paja, lastazea, era recogido con rastrillo de mano y colocado en lugar separado por ser mejor y más blando que la paja de la gavilla. El grano quedaba en el fondo y era recogido con pelakia, pala de madera. La trilla se efectuaba con la ayuda del vecindario que era obsequiado con la comida.
En la segunda mitad del siglo XIX desapareció en Ataun el uso de las eras y se introdujo la costumbre de efectuar la trilla golpeando las gavillas contra unas piedras planas. Para ablandar la paja, lastoa gozatu, y desgranar los restos que pudieran permanecer después de golpear en la piedra, se servían de la tranka. En el tiempo en que se recopiló esta información se iba extendiendo el uso de máquinas trilladoras.
Para la limpieza o aventamiento del grano, gari garbitzea, se emplearon dos procedimientos. El primero consistía en el uso de la criba o artzea que solía ser un cedazo de más de un metro de diámetro. Mediante la criba lanzaban al aire el grano con su paja y descendía primero el grano al ser más pesado y en el momento mismo en que lo recogían orillaban la criba para que la paja, aulkea, cayese al suelo. Volvían a lanzarlo al aire una y otra vez hasta que el grano quedaba limpio del todo. La criba recibía cada vez poco más o menos un celemín de grano. El artzelari, que así se llamaba al cribador, siendo hábil podía limpiar al día unas veinte fanegas de trigo. Su oficio era penoso porque toda la labor debía efectuarla a pulso.
El segundo procedimiento consistía en el aprovechamiento del viento. Arrojando el trigo desde cierta altura el grano descendía al fondo y la paja era desviada o arrastrada por el viento. Hacia el año 1870 se introdujeron máquinas deArchivo:Irudia4.png
Fig. 139. Gari jotzea gari-harrian. Zerain (G), 1961.
limpiar el trigo, aventadoras, que en el momento de recopilar esto ya se habían generalizado.
Antiguamente el grano limpio se depositaba en espuertas construidas en casa con paja y tiras de zarza, kanpazkoak. En cada kanpazko cabían tres o cuatro fanegas. Para ese objeto había también tinas, arcas y kutxak. Las arcas a diferencia de kutxak carecían de kutxatilla o arquilla y en su exterior eran lisas, sin talla alguna.
En Gatzaga (G) la cosecha del trigo se iniciaba a finales de junio o principios de julio. En la recogida solía participar la familia y también los vecinos, que se ayudaban unos a otros. Según iba madurando, en cada pieza se ponían manos a la obra para recogerlo. Esta labor que se efectuaba con la hoz, igitaia, comenzaba al amanecer; se descansaba sobre las nueve y media, para tomar fuerzas en la cocina del caserío correspondiente; luego se continuaba hasta pasado el mediodía; una pequeña siesta y de nuevo a seguir faenando hasta el anochecer.
Según se iba cortando con la hoz se preparaban las gavillas, azpelak, que se anudaban con las pajas más largas y se dejaban en el suelo, donde permanecían por espacio de un par de días. Ese era el tiempo previsto para que tanto el grano como la paja se secasen, tras lo cual se daba paso a otro trabajo, pero antes se escogía el lugar más adecuado para llevarlo a cabo y que solía ser la parte más elevada del terreno. Hasta allí se llevaban las gavillas, se colocaba una de pie con las espigas hacia arriba y a su alrededor, con la parte superior hacia el centro, se apoyaban otras tres o cuatro y una o dos desatadas, con lo que se iban montando las hacinas, metak, al objeto de preservar los granos de la humedad. De ese modo permanecían varios días y durante ese tiempo se preparaba la era, adonde luego se transportaban todas las metas en carros tirados por bueyes o vacas.
La era se acondicionaba frente al caserío, para ello era necesario conseguir alisar el terreno con un cilindro de piedra, alperra, de mucho peso. Compactado el terreno y al objeto de que el grano no se escapase por las grietas, se preparaba una especie de masa a base de excrementos de vaca y agua que se extendía con escobas sobre el terreno para dejarlo alisado y sin rendijas.
Se conocieron varios métodos para separar el grano de la paja: Uno de los utilizados antiguamente consistía en golpear las gavillas contra una losa de piedra inclinada, los granos caían al suelo y en las manos se quedaba la paja, aunque de este modo muchos todavía quedaban adheridos y era necesario utilizar un instrumento más para despegarlos en su totalidad. Para ello se echaba el cereal al suelo y se golpeaba repetidamente con el mayal, iregurra. Este utensilio constaba de dos palos, uno de avellano y el otro de acebo, unidos por una correa; tomando uno se impulsaba el otro, haciéndolo caer sobre las espigas hasta lograr la total separación del grano de su envoltorio, bujua.
Otro de los métodos consistía en extender las espigas en la era y hacer pasar por encima un trillo, que constaba de una tabla gruesa y ancha en cuya parte inferior se hallaban incrustados pedazos de pedernal o también tiras de hierro. Era arrastrado por bueyes que describían constantes círculos. En ocasiones se utilizaban dos
Fig. 140. Trilla en Sara (L), c. 1940.parejas girando simultáneamente en sentido contrario, dependiendo de las dimensiones de la era. Encima del trillo se colocaba un niño o joven con una especie de cazuela con mango largo para ir recogiendo los excrementos de los animales. De vez en cuando se daba vueltas a las espigas por medio de horquillas, sardiak.
Finalizado el trabajo con el trillo se amontonaba la paja; el grano quedaba en el suelo y después se juntaba con escobas para llevarlo al interior del caserío. La paja se recogía con sábanas para trasladarla al camarote y se utilizaba en invierno como comida para el ganado. Con el grano quedaban muchos restos de paja que había que separar, para ello escogían un día de viento y de ese modo poder lanzarlo al aire y aventarlo. Se aventaba el trigo con el harnero o artzia, de origen vizcaíno.
A mediados del siglo XX se utilizaron unas máquinas que facilitaban el proceso de aventado por medio de unas paletas manejadas manualmente mediante manivelas con las que se conseguía generar una corriente de aire. Esta arrastraba los restos más ligeros y el grano pasaba sobre un tamiz que vibraba al accionarlo ma nualmente. Cuando el grano quedaba limpio de polvo y paja se depositaba en la kutxa del caserío. Luego ese grano se llevaba a los diferentes molinos de la localidad para obtener harina.
En Gatzaga antes de dar comienzo a las tareas de la siega y trilla, los salineros salían a ayudar en dichas faenas a familiares o conocidos de Eskoriatza, Aretxabaleta (G) o Elorrio (B), ya que al parecer en estos lugares las cosechas maduraban más tempranamente. Luego estos colaboraban con quienes les habían ayudado previamente. Se iba segando desde las tierras más bajas en altitud a las más altas, según iban madurando progresivamente las mieses. Algunos pasaban luego a la vecina Álava para continuar con la labor.
En Berastegi (G) a la cosecha de cereales le llaman uzta; a la acción de cortar el trigo o cereal, garla moztu; a la herramienta con la que se corta, que es la hoz, itaia; a la gavilla, azaoa; los haces son sortak y el almiar, mandioa.
En Elgoibar (G) el trigo se recogía por los meses de junio a julio. Antaño se cortaba con una hoz de filo dentado y posteriormente con guadaña, pero esta modalidad duró muy poco.Según se iba cortando el trigo se iban preparando las gavillas que luego se amontonaban en metas, meta-mutxurrak. Posteriormente se abrían las mismas para que se secaran al sol y cuando amenazaba lluvia se volvían a hacer. Una vez se secaban se amontonaban en metas grandes hasta que llegase la hora de trillar. Se trillaba de varias maneras y a una de ellas se le llamaba txanketa, la más antigua; consistía en golpear la gavilla contra una losa de piedra. Después apareció una máquina, artueta, provista de una especie de rodillo con aspas, donde se introducía la espiga de la gavilla para separar el grano de la paja. Más tarde vino la trilladora; se cortaba la atadura de la gavilla y se echaba dentro entera, por un lado salía el grano y por el otro la paja. Cuanto más modernas eran las máquinas utilizadas menos se sembraba, hasta que llegó su desaparición.
En Bera (N) el trigo, garija, se sembraba en menos cantidad que el maíz pero antaño parece que tuvo mucha más extensión. La cosecha, ogi-patia, ogi-paita, podía comenzar en julio, siendo los días óptimos los que van del 15 al 20 de aquel mes. El trigo se cortaba con la hoz dentada, igitia, y luego con hoces industriales. Se utilizaba la zoqueta de madera. Con lo que cabía en una mano se hacían gavillas, mazotak, que se ataban con una paja y rara vez se dejaban en el campo mucho tiempo a causa de la humedad.
La operación de trillar se llevaba a cabo en los alrededores del caserío o dentro y en el mes de agosto. Algunos caseríos conservaban un enlosado dedicado a esta actividad. Las espigas, ogiburuak, se golpeaban sobre la losa, con un palo, luego contra la misma losa calentada al sol. La gente nacida entre 1870 y 1880 conoció en su infancia y adolescencia el uso del mayal, treillua, que se empleaba poniendo las espigas en un receptáculo que se llamaba treilluarka o treilluarkera. También se usó más modernamente el burro sobre el que se ponía una losa inclinada para golpear las gavillas, ogi-mihaurtzeko astua. El trigo se guardaba en arcas, kutxak, y se llevaba al molino del barrio en sacosls
is CARO BAROJA, "Un estudio de tecnología rural", cit., pp. 221-222.
En Sara (L) la siega del trigo se efectuaba por julio y se llamaba ogi-pikatzea. Antaño se segaba con hoz y más tarde se generalizó el uso de la guadaña. Posteriormente se pasó a utilizar las máquinas segadoras, si bien algunos siguieron apegados a la guadaña, lo que era comprensible teniendo en cuenta lo exiguas que resultaban las cosechas de trigo en esta población.
Segado el trigo se hacían gavillas, ogi falak, cada una de las cuales constaba de varios manojos, ahurrak, de paja atados mediante otro manojo menor que los rodeaba. A comienzos del siglo XX era costumbre reunir las gavillas en grupos de a doce. Estos grupos así formados en el campo eran designados por el nombre de garba o de zama, haz. Se ataban mediante enredaderas, aihenak, u otras plantas trepadoras.
En la misma pieza donde se había segado el trigo a veces eran amontonadas todas las gavillas formando uno o más almiares, metak. Otras veces eran conducidas en haces a casa, bien a hombros, bien en carros. Cuando se recogieron estos datos en los años 1940 ya era general la costumbre de transportar a casa en carro todas las gavillas sin formar haces, aunque también había vecinos que las agrupaban en almiares en la misma pieza.
Cuando no había oportunidad de retirar pronto el trigo del campo, se formaban montones de gavillas tiesas, de suerte que, apoyadas unas en otras por su parte superior a modo de cono, sostuviesen en alto las espigas. Sobre cada uno de tales montones se colocaban horizontales tres o cuatro gavillas más. Así dispuestas no había peligro de que la humedad del suelo perjudicase a las espigas. Tales montones se llamaban ogi-multzuak y también garbak.
La cuantía de la cosecha se calculaba antiguamente contando los haces, garbak, formados en el campo. Cada garba o zama daba medio erregu (medida de 28 litros) de grano. Este se medía por kilos o por sacos (82 kilos). La paja se calculaba pesándola; su unidad de medida era el kintal de 50 kilos.
El trigo gozaba de gran aprecio popular. Así, era corriente decir que san Pedro, yendo montado sobre un asno, bajó de él a recoger un grano de trigo que había visto en el suelo.
Era costumbre comer mejor que de ordinario mientras durasen las operaciones de la recolección del trigo. Carne y vino eran los elementosextraordinarios en la comida. Además se tomaba vino a las once de la mañana, en el hamaiketako.
La operación del desgrane del trigo se llamaba ogi-jotzea. A principios del siglo XX se efectuaba a mano. A fin de facilitar el trabajo, se exponían previamente al sol las gavillas en las proximidades de la casa con lo que se secaban bien. Cada trabajador manejaba una de ellas, golpeando una lancha de piedra, ogijotzeko harria, dispuesta en rampa sobre el suelo del lorio, vestíbulo abierto de la casa, o en el desván. Esta primera fase de la operación soltaba la mayor parte de los granos. Después, mientras el trabajador sostenía con su mano izquierda la gavilla sobre la piedra, con la derecha la batía mediante un palo hasta que se hubiesen soltado todos los granos. Las espigas que, sin desgranarse, se hubiesen desprendido de las gavillas cayendo al pie de la piedra, eran recogidas y amontonadas en el suelo y desgranadas a golpe de mayal, trailua. Hacia 1860 en muchas casas toda la cosecha de trigo era desgranada con trailu en el lorio o en el desván. Para realizar esta labor, siempre penosa, era preciso a veces buscar peones, a los cuales se daba comida y jornal.
En el momento de la recogida de esta información, hacia 1940, se desgranaba el trigo y se aventaba con máquina trilladora, ogi-jotzeko maxina. Para obtener de esta el mayor rendimiento posible, se reunían veinte o más hombres de la vecindad, que le iban dando gavillas de trigo y retirándolas luego a medida que se desgranaban. Así se lograba desgranar y aventar veinte sacos (ochenta y dos kilogramos de trigo hacían un saco) durante una hora. Los vecinos trabajaban en esta labor a título de mutua prestación de servicios. Había dos trilladoras en el pueblo y pertenecían a dos asociaciones formadas por varios vecinos. A cuantos trabajaban en esta operación se les obsequiaba con una comida o con una buena cena.
A finales del siglo XIX la trilladora y la aventadora eran dos máquinas independientes. Una vez trillado el trigo, era luego limpiado con la máquina aventadora, haizerrota. Antaño, hacía 1860, todavía un vecino de Ascain iba por las casas de Sara que al efecto le contrataban para aventar el trigo y pasar por el bage (criba, triguero); pero ya le era difícil competir con los que trabajaban con máquinas aventadoras y acabó él mismo por adquirir una de estas.
Las habas sembradas en los trigales eran segadas al mismo tiempo que el trigo. Transportadas a casa eran desgranadas con mayales en el lorio o en el desván.
Cuando Barandiaran recogió estos datos el cultivo del trigo iba siendo abandonado, considerado como poco rentable.
En Uhartehiri (BN) la cosecha del trigo tenía lugar en julio. Inicialmente se segaba a guadaña y posteriormente a máquina. Una vez segado se ponía en gavillas, ogi-espalak, y seguidamente se colocaban en pilas de cuatro o cinco, paketak, con el fin de que se aireasen y secasen. En otro tiempo era costumbre dejarlas en el suelo; una vez secas eran agrupadas, ogi-azauak, y llevadas a la casa.
La trilla se efectuaba en agosto. Inicialmente golpeando las espigas con mayales, korreiak, y posteriormente a máquina.
Durante la cosecha y la trilla se comía mejor que de ordinario: pollo, gallina, conejo y, si era viernes, bacalao, tomate y huevos.
En Donazaharre (BN) al ir segando el trigo se hacían hileras. Después se preparaban haces, ogi-espalak, que se cargaban para llevarlos al granero y batirlos cuando llegara la trilladora. Esta pertenecía a un particular y se desplazaba de casa en casa. Podía acudir a pueblos vecinos pero el suyo tenía prioridad. Los desplazamientos de la máquina eran posibles porque el trigo no llegaba a madurar a la vez en todos los sitios. El grano se guardaba en sacos para llevarlo al molino.
En Donoztiri (BN) la siega del trigo comenzaba a mediados de julio. Se decía que un trigal estaba garriahantzia indicando que había llegado prematuramente a la sazón a causa de los vientos de bochorno. Se segaba con hoces y guadañas. El puñado de paja que se segaba recibía el nombre de ahur. Con dos o tres ahur se formaba una espala, gavilla. Diez gavillas, espalak, constituían un azao. Se calculaba que de ocho o nueve gavillas se obtenía un gaitzuri o cuarta de trigo. Con el tiempo se dejó de segar a mano y se empezó a hacerlo con máquinas segadoras.
En época de siega se comía mejor que de ordinario. Por ejemplo se servían huevos, carne de vaca y café en la comida del mediodía.
Fig. 141. Trilladora movida con máquina de vapor. Sara (L), c. 1940.Poco tiempo después de la siega tenía lugar la trilla. Esta operación que antes se hacía a mano, golpeando con las mismas gavillas unas losas de piedra dispuestas en rampa, latsa-harria, o también batiendo las gavillas con taila, mayal, en el ezkaratza o vestíbulo de la casa, se pasó a efectuar con trilladoras. De este modo en cada casa se realizaba la trilla en pocas horas con la ayuda de los vecinos. Antaño el cálculo de la paja para su venta se efectuaba por meta, almiar.
En Liginaga (Z) la recolección de la cosecha de trigo empezaba en julio y la trilla, ogi joiten, en agosto. La gavilla de trigo se llamaba ogi-eskuta y ahurreta. Su atadura de paja se denominaba hersakia. Cuando el trigo se pasó a desgranar con máquinas trilladoras se dejó de hacer gavillas. Azaua era una gavilla mucho mayor que ahurreta (doce ahurretas hacían un azau) y se ataba con enredaderas, aihentxuiak. Después que los azau estaban atados, se colocaban tiesos en grupos de seis u ocho, a fin de que se secasen mejor. Estos grupos recibían el nombre de azauato. A veces las gavillas se apilaban formando una gran pira cónica donde las espigas ocupan la parte central; el almiar así formado se llamaba lacto-meta.
Antaño se desgranaba el trigo en el suelo del vestíbulo de la casa, ezkatzola, golpeando con mayales, korreak, las gavillas. Luego era aventado mediante cedazos o cribas, bahiak, en un sitio donde hubiese corriente de aire. Más tarde se introdujo la costumbre de trillar golpeando las gavillas, ogi-eskutak, contra una piedra ancha colocada horizontalmente sobre unas banquetas. Posteriormente esta operación se pasó a realizar con máquina trilladora.
En el tiempo que duraba la recolección se reforzaba la alimentación: se bebía vino y se comían gallinas, pollos, ensalada de pimientos, crema, etc. Al terminar la trilla se hacía una gran cena.
Recolección actual del cereal: cosechadora; enfarda-dora; picadora de paja; empacadora
La recolección actual del cereal mediante modernas cosechadoras que aúnan la siega y la trilla, ya que extraen el grano limpio, poco tiene que ver con los procesos que se han descrito antes de carácter manual. Ponemos amodo de ejemplo la labor que se lleva a cabo en la localidad alavesa de Argandoña y que es prácticamente idéntica a la que se efectúa en otras poblaciones, ya que esta agricultura mecanizada se caracteriza por su uniformidad.
En Argandoña los cereales, todos ellos de secano, se recolectan en el verano, entre los meses de julio y agosto. Esta labor está totalmente mecanizada y consiste en recoger, trasladar y almacenar el grano, todo ello de una sola vez.
La máquina cosechadora está preparada para segar el cereal y separar el grano de la paja. Por la parte trasera va soltando la paja, depositándola en el suelo en una hilera, para que posteriormente sea recogida por las máquinas enfardadoras de paja arrastradas por un tractor. Cuando no interesa aprovechar la paja, algunas cosechadoras suelen picarla, quedando triturada extendida por toda la superficie del terreno para que cuando se are la pieza se descomponga más rápidamente. En otros casos se utilizan máquinas picadoras de paja movidas por el tractor, que llevan a cabo la misma labor.
Cuando la cosechadora ha llenado su tolva o depósito de grano, lo descarga utilizando un sinfín en remolques tirados por tractores que se colocan a la par de la misma. Así esta no tiene que desviarse del surco de corte y pierde el menor tiempo posible en cosechar cada pieza. Para ello se disponen dos o más tractores con remolque que se turnan en el vaciado de las tolvas de la cosechadora. Cada vez que un remolque se llena se transporta hasta los almacenes, descarga el grano y vuelve otra vez a la pieza.
La cosechadora entra en la pieza por el portillo y realiza los primeros cortes recorriendo todo el orillo para dejar paso a los remolques y evitar que se pisen las plantas sin recoger. Después, si la pieza no es muy grande, la cosechadora va recorriéndola en redondo, es decir, dando vueltas sin cambiar de sentido desde los orillos hasta el centro. Por el contrario, si la pieza es de mediana o grandes dimensiones, una vez hechos los orillos, la cosechadora realiza cortes, es decir, divide la pieza aproximadamente en varias parcelas que va cosechando una tras otra.
Según la capacidad de la cosechadora y de los remolques, estos se suelen llenar con varias tolvas de cosechadora. Cuando el remolque está bien lleno, inmediatamente se traslada el grano a los almacenes de las cooperativas agrícolas o empresas del sector que se encuentren en los alrededores (a un máximo de 10-15 km) y lo descargan en grandes montones utilizando el volquete del remolque, después de haberlo pesado en una báscula para vehículos de carga.
La cosecha se inicia cada día una vez se está seguro de que el grano está suficientemente maduro y sin humedad. Las primeras horas del día no suelen ser apropiadas porque el grano tiende a captar humedad por el descenso de las temperaturas nocturnas y la aparición de rocío,Fig. 142. Cosechadora automotriz actual. Argandoña (A), 2003.así que conviene esperar hasta que al mediodía el sol calienta con más fuerza. En ocasiones, cuando sopla viento sur o el nivel de humedad es muy bajo, el grano está seco y se puede cosechar antes del mediodía hasta bien entrada la noche. Si llega con humedad al almacén, los compradores aplican descuentos de tal manera que el precio final sufre una considerable rebaja. Para ello el agricultor, antes de ponerse a cosechar, se traslada a la pieza y realiza una pequeña cata. Con una muestra del grano catado, no mayor de 1 kg, acude al almacén para conocer el grado de humedad que analizan con un medidor especial. En ocasiones la propia máquina cosechadora dispone de un medidor de humedad. Según baremos generales está permitido vender grano sin descuento con un porcentaje de humedad menor del 14 %. Si es mayor del 14 % se aplican descuentos, a razón de aproximadamente un céntimo de euro en cada kilogramo de cereal por cada décima de más en el porcentaje de humedad. Igualmente, la máquina que mide la humedad también muestra el peso específico, lo que al agricultor le sirve para saber cómo va a resultar la producción en relación cantidad-calidad del grano. Además, si el grano se piensa destinar para semilla de las próximas sementeras tiene un mayor precio, por lo que el control del peso y de la humedad es más riguroso.
Comprobado que el grano está en buenas condiciones para su cosecha, se inicia esta durante el resto del día sin descanso hasta el anochecer, si las condiciones atmosféricas lo permiten. Cuando cae la noche y los almacenes que compran el grano están cerrados, los remolques que se llenan son guardados en las casas. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, se llevan a los almacenes para vaciarlos y cuanto antes iniciar otra jornada de cosecha. Si el tiempo es bueno y dependiendo de los medios disponibles, un agricultor con una media de 100 fanegas de superficie (25 ha) de cereal, puede llegar a tardar en cosechar un máximo de 10 días. Lo habitual es que algún día amanezca nublado o lo que es peor, llueva. Entonces habrá que esperar uno o varios días a que el sol caliente el grano en la espiga y elimine la humedad acumulada por la lluvia o el rocío.
Algunos agricultores poseen cosechadora propia, bien individualmente o bien compartién dola entre dos o tres propietarios. En los dos casos realizan la cosecha por su cuenta, alternando la cosecha de los cereales según el tipo y su grado de maduración. Por ejemplo, la avena se debe cosechar en el momento preciso dada su fragilidad mientras que el trigo aguanta más tiempo en la rama una vez maduro. Si se cosecha entre varios agricultores, se ayudan unos a otros poniendo a disposición todos los remolques y llevando a cabo la labor en común. Algunos conservan cosechadoras de cierta antiguedad que mientras funcionan correctamente las siguen usando, a pesar de su menor efectividad frente a las nuevas. Esta máquina resulta muy cara para ser adquirida por un solo agricultor, así que o bien la compran entre varios para recoger su propia cosecha o bien es propiedad de uno solo o de varios de ellos y se dedican a cosechar a otros agricultores cobrándoles por superficie recogida. La espera del turno de cosechadora se compensa con la rapidez que realizan la labor estas máquinas. Muchas de estas grandes cosechadoras acuden a la Llanada Alavesa desde comarcas o territorios vecinos como Navarra, donde la cosecha ya ha concluido.
Cuando las cosechadoras de cereal dejan en el suelo la paja entera, esta se enfarda. La mayoría de los agricultores no necesitan la paja y dejan que sean otros los que se aprovechen de ella. Determinados agricultores se dedican a recoger la paja, la enfardan y la amontonan o almacenan. Así, el que cultiva la finca se libra de ella sin ningún esfuerzo, sin haber tenido que abonar nada y puede ir preparando la siguiente siembra. Por su parte, el que recoge la paja rentabiliza su trabajo vendiendo los fardos de paja.
Hasta hace unos años, de la paja que se enfardaba se guardaba lo justo para la casa, dado que en todas ellas había cuadras con ganado. El resto se enfardaba para venderlo o se quedaba en la pieza y se quemaba junto con el rastrojo. Actualmente son muy pocas las piezas en las que se abandona la paja, ya que como se ha dicho es aprovechada por agricultores especializados en recogerla y comercializarla. La quema del rastrojo se ha llevado a cabo desde siempre y es una práctica en decadencia. Con ella se pretendía eliminar la caña y paja del cereal que restaba tras la siega y se conseguía con sus cenizas un buen abono natural. El tiempo ha demostrado que el rastrojo se pudre con fa-Fig. 143. Descargando el grano en el remolque. Argandoña (A), 2003.cilidad después de una buena labor de arada. El problema surge cuando no interesa recoger la paja; entonces en algunos casos, se recurre a quemarla junto con el rastrojo.
Ante el peligro y el riesgo de incendios que suponía la quema de rastrojos, la administración pública decidió eliminar dicha práctica. Durante los años ochenta del pasado siglo, la Diputación de Álava facilitó la adquisición y el uso de máquinas picadoras de paja, que esparcen lo picado por la pieza para facilitar su putrefacción. Por otro lado, decidió regular las quemas de rastrojos en los casos en los que su práctica era inevitable. Se regula tanto la época de su ejecución (día y hora) como la forma de llevarla a cabo (control por guardas forestales, construcción de cortafuegos en los orillos, respeto al medio ambiente, etc.). Hoy es el día en el que la mayor parte de la paja se aprovecha y el resto se pica.
Respecto al tratamiento de la paja que queda en el suelo de la finca, antes de que se estropee tractores con máquinas enfardadoras la recogen y la empacan en fardos. Las enfardadoras antiguas formaban fardos de paja rectangulares de unos 30-50 kilogramos, atados con alambre. Las enfardadoras más modernas ya liaban los fardos con cuerdas, y conforme se han ido modernizando, los fardos resultan más grandes y de distintas formas, llegando a sobrepasar los 300 kilogramos de peso. Estos grandes fardos han de moverse con palas mecánicas con púas acopladas al tractor o con máquinas específicas para cargarlos en grandes remolques. Tradicionalmente la paja la han comprado los ganaderos como forraje y cama para sus ganados. En este sentido, la paja más demandada es la de cebada ya que es más apreciada como alimento por el ganado. Últimamente los fardos son adquiridos por empresas del sector papelero y también para la producción de energía mediante su combustión en una planta de Navarra.
- ↑ Véase ETNIKER EUSKALERRIA. Ritos funerarios en Vasconia. Bilbao: 1995, pp. 435 y ss.