Siembra y plantación, ereitea eta landatzea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Aunque resulte una obviedad comenzamos diferenciando la siembra, consistente en depositar directamente la semilla en la tierra que va a constituir su ubicación definitiva, de la plantación, en la que tras abrir un hoyo o un surco se coloca la planta que antes se obtuvo por germinación en un semillero o en un recuadro de la propia heredad donde la tierra se hubiese acondicionado adecuadamente. La planta, en realidad, puede ser de producción propia o bien adquirida en mercados o a productores de planta.

Cuando la siembra se realiza directamente se han utilizado distintas técnicas, básicamente depositando las semillas en hoyos o en hileras abiertas previamente, como se irá viendo en apartados posteriores en este capítulo, o bien del modo más común que es el de esparcirlas a voleo.

En este último caso cuando las semillas son de dimensiones reducidas no se distinguen al verterlas sobre la tierra lo que dificulta que la siembra se realice uniformemente. Para obviar este problema ha sido costumbre trazar una serie de calles utilizando para ello restos vegetales, de ese modo el sembrador se puede desplazar a lo largo de las mismas utilizando las marcas como referencia y garantizando así que la siembra se realice correctamente.

En Aoiz (N) el modo de siembra puede ser directo, disponiendo la semilla con la mano directamente sobre el suelo bien en una zanja o en un agujero, o a voleo, tomándola de un pozal que se portaba en la mano o de una bolsa de tela que colgaba del hombro y esparciéndola alrededor.

Cuando la semilla se ha diseminado así y es de reducidas dimensiones, lo que impide verla cuando cae sobre la tierra, ha sido común marcar previamente el terreno a sembrar para garantizar una siembra correcta y uniforme, de modo que no queden zonas donde las plantas crezcan con una excesiva densidad y otras carentes de ellas. Después se cubre la semilla con tierra utilizando para ello distintos aperos. Hacia los años cuarenta del pasado siglo XX, llegaron a esta localidad las máquinas sembradoras.

En Valderejo (A) previamente a sembrar los cereales y las menucias a voleo se marcaban unas calles, márcenes, mediante unas ramas que se clavaban en la tierra y que servían como referencia al sembrador. Este, provisto de una cesta que colgaba de su brazo y en la que estaba depositada la semilla, iba tomando con la otra mano puñados de ella y, abriendo los dedos a la vez que hacía movimientos de derecha a izquierda, dejaba salir el grano para que cayera uniformemente sobre la tierra. Normalmente se desplazaba por la parte derecha de la marcen y regresaba cubriendo la otra mitad.

Una vez completada la finca se procedía a trapear, labor así conocida por el apero que se empleaba, la trapa. Era arrastrada por una caballería y, cuando había muchos terrones, sobre la misma se acostumbraba colocar un peso que podía ser una piedra o bien la propia persona que manejaba al animal.

En Cárcar (N) hasta finales de los años cincuenta la siembra era manual y se realizaba a voleo. En un capacho o en un saco se llevaba la simiente, previamente cribada o cernida para quitar las semillas de las malas hierbas. Se sembraba “al paso”, cuando el agricultor daba un paso cogía un puñado de simiente, cuando daba el siguiente la arrojaba. Para que la siembra fuera óptima, tras preparar la tierra se debía amugar, labor que consistía en marcar el terreno cada seis pasos para que sirviese de referencia a la hora de sembrar de modo que la simiente quedase bien distribuida.

Una vez esparcida toda la simiente se enganchaba el ganado al rastro y se pasaba por toda la finca para enterrarla. Posteriormente se utilizó la grada y más tarde llegaron las sembradoras. Este tipo de máquina fue arrastrada en primer lugar por caballerías y posteriormente por el tractor.

En Abadiño (B) para sembrar el trigo se ocupaban dos personas. Una iba por delante marcando las filas con trozos de paja, asatzak, que se colocaban cada dos metros más o menos y la otra esparcía el grano.

En Carranza (B) cuando se esparcen semillas a voleo es necesario preparar previamente la superficie que va a ser sembrada, depositando unas marcas que reciben el nombre de márcenas y que se disponen en hileras de tal modo que determinan unas calles llamadas duchas. La persona que esparce la simiente se mueve a lo largo de cada faja de estas, que tienen la anchura adecuada, permitiéndole gracias a estas referencias no dejar tramos sin sembrar, que se conocían como calvas o ralones.

Las márcenas solían consistir en ramas verdes que destacaban sobre la tierra. En ocasiones eran los chiquillos los encargados de recogerlas y colocarlas ordenadamente. A veces para ahorrar tiempo le daban vuelta a varios tarrones en línea recta. Al tener la parte inferior húmeda y por lo tanto más oscura, destacaban del resto de la superficie a sembrar, que al estar más seca era más clara.

La semilla de los nabos al ser diminuta presenta un problema adicional a la hora de sementarla a voleo. Como es difícil regular la cantidad de simiente que sale de la mano, para que la siembra quedase uniforme lo que se hacía previamente era buscar un lugar donde la tierra trabajada hubiese quedado muy fina, recoger una cierta cantidad en un balde y después mezclarla con la semilla de nabos. Algunos preferían hacer esta mezcla con ceniza. Mediante este procedimiento se conseguía diseminar la semilla de un modo más uniforme.

Se requiere mucha práctica además de habilidad para diseminar la cantidad precisa en la superficie adecuada sin realizar dicha mezcla previa, es decir, esparciendo directamente las diminutas semillas. La persona de cada casa que fuese buena sementando se ocupaba siempre de esta tarea y a menudo hacía lo propio cuando algunos vecinos requerían su colaboración.

En Valtierra (N) los modos de siembra o plantación han evolucionado desde la forma manual hasta los procedimientos industriales y mecanizados actuales. El maíz, por ejemplo, ha pasado de sembrarse surco a surco y grano a grano a realizarse con máquinas que abarcan seis surcos cada vez y depositan el grano cada 70 cm. Labrar o preparar la tierra, que antes suponía semanas con el ganado de tiro y el arado, hoy se realiza en pocos días con el tractor y las maquinarias al efecto.