XIV. MANO DE OBRA Y FUERZA EMPLEADA EN LA AGRICULTURA
La fuerza bruta, como se conoce al esfuerzo y trabajo con las manos, cada vez se realiza menos. De esta manera, son recuerdo del pasado el uso de las layas para voltear la tierra, el cavar viñas y olivares, el manejo del arado romano, aladro-golpino, brabán, vertedera, grada y rastro en los labrantíos, el uso del forcate en viñas y olivares, la siega de las mieses con las hoces, el traslado de los haces en carros y galera, el empleo en las eras de trillar del bieldo, horca, horquillo, llegadera, pala de aventar, trillo, la subida al hombro de los sacos de trigo y cebada hasta los altos de las casas, y otras labores similares.
Directamente, agarrados con las manos y movidos por la fuerza de los brazos, se utilizan actualmente las siguientes herramientas: azada-morisca, zadones y zadillas para remover la tierra, hoces para quitar hierbas y matorrales de las orillas de las fincas y de los regajos, hacha para hacer leña, serrucho para podar olivos, tijera de podar para cortar sarmientos, herrón para hacer agujeros y plantar vides, tijeras y corquetes para cortar la uva. Colgados de la espalda, como si se tratase de una mochila, se lleva la azufradora y sulfatadora para proceder al tratamiento de cepas y olivos. Colgado del cuello va el cesto con el que se recogen las olivas. Y en las manos se llevan los cuévanos de plástico en donde se echa la uva recién cortada para trasladarla hasta el sacauvas o al remolque.
En Valderejo (A) aplicaban la fuerza humana directamente en el trabajo utilizando las manos, con la azada, el bieldo, el rastrillo, cestos, guadañas, hoz, layas, etc. En Pipaón (A) el dato recogido es similar.
En Abadiño (B) señalan que la mayor parte de las herramientas se utilizaban de forma manual: igitaia, la hoz; eskuarea, el rastrillo; sardea, el bieldo; atxurra, la azada; korainea, la guadaña; laia, la laya..., pero había máquinas y fuerza animal que ayudaban en este esfuerzo.
En Améscoa (N) se ha consignado que a principios del siglo XX la mayor parte de la energía empleada en la agricultura era humana, pues incluso en las labores que se servían de animales, era necesario un esfuerzo humano complementario. El esfuerzo que el hombre desarrollaba en el manejo de los aperos era considerable y el que exigían la azada y la hoz era penoso y durísimo.
En las investigaciones de campo también aparecen mencionadas la energía hidráulica utilizada para mover molinos (Treviño, La Puebla de Arganzón y Berganzo-A; Hondarribia-G), las bombas para extraer el agua de los pozos y la energía eléctrica para las ordeñadoras mecánicas, estas últimas introducidas en los años setenta del siglo XX.
En primer lugar describiremos la fuerza humana empleada en las labores agrícolas, con un apartado específico para los obreros contratados temporalmente, y a continuación las prendas que se utilizan para trabajar en dichas faenas. La segunda parte está específicamente dedicada a la fuerza animal.