Álava

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Los dos primeros municipios que se incluyen a continuación se hallan al norte de la divisoria de aguas y por tanto pertenecen aún a la vertiente atlántica.

En Ayala había vacas de raza terreña en todas las casas y su número no solía sobrepasar las cinco, aunque algunos tenían hasta diez. También había en Ayala pueblos más pobres en que sus vecinos no tenían dinero ni para adquirir ganado vacuno. Cada caserío poseía en propiedad una pareja de bueyes; los menos llegaban a criar dos. Algunas familias mantenían unas pocas yeguas, dos o tres. Eran más pequeñas que las actuales, pero más duras. La mayoría de los vecinos tenían ovejas, el que no era pastor podía llegar a tener ocho o diez, todas de raza lacha. La mayoría de los vecinos poseían dos cabras y el que más, llegaba a las veinte. No faltaba nunca un burro. En algunas casas tenían un burreño, es decir, un animal resultante del cruce entre una burra y un caballo. También se han criado conejos. Los perros y gatos se contaban por cuatro o cinco en cada caserío. También había, si bien no en todos los hogares, palomas y abejas. Las más abundantes entonces eran las gallinas, en torno a las cuarenta.

Hoy en día no se crían todas las clases de ganado que se tenían antaño con el fin de autoabastecerse sino que se han especializado en la explotación de uno en concreto aumentando su número en un intento de buscar mayor rentabilidad. Hay quienes se dedican a las vacas, tanto en régimen extensivo como intensivo, abundando las razas alóctonas de aptitud cárnica. Hay familias que viven del ganado ovino, vendiendo la leche y los corderos de un rebaño casi siempre superior a las 300 cabezas. Los propietarios de ovejas suelen tener también algunas cabras. Con la mayor especialización, unos pocos se han hecho con veinte o treinta yeguas que pacen casi todo el año en la sierra. Sigue habiendo en los caseríos gatos, perros, cerdos, gallinas, conejos y palomas. Lo que ya no quedan son burros y parejas de bueyes, al haber sido sustituidos por vehículos y maquinaria agrícola. Actualmente la explotación ganadera es la actividad principal del sector primario en la Tierra de Ayala y dentro del territorio alavés es la comarca de mayor tradición y peso ganadero.

En Urkabustaiz cuentan las personas mayores que lo normal era que «hubiese un poco de todo». Así, se han criado ovejas, cabras, yeguas, vacas, gallinas, abejas, burros, mulas y cerdos, entre otros. También ha sido costumbre tener un perro para proteger la casa y gatos para luchar contra los ratones.

Las vacas de carne pasan buena parte del año en el monte. Se echan en abril y permanecen fuera de la cuadra hasta que llegan las primeras nieves. La más habitual es la terreña, que también se utiliza para criar bueyes. Este ganado resiste bien la vida en el monte y baja sin ayuda del pastor cuando presiente que llega el mal tiempo. A veces las vacas se retienen en la cuadra porque están preñadas y van a parir. Después de cubiertas vuelven al monte. Se ordeñan muy pocas veces, sólo cuando acaban de parir. En algunas épocas del año el ganado vacuno duerme en la cuadra, las suizas normalmente, y por la mañana se abre la puerta para que por sí mismas suban a la sierra. La pareja de bueyes permanece estabulada durante todo el año. Lo mismo ocurre con la vaca destinada a producir leche para consumo doméstico, que sin embargo no se ha criado en todas las casas; por eso suelen ordeñar alguna vaca de monte después del parto. En épocas más recientes ha aumentado el número de cabezas de ganado de leche, que se vende a una central. Las primeras de estas vacas (holandesas) llegaron al pueblo en 1955. En épocas anteriores, sin embargo, se consideraba más importante que hubiese leche en verano para poder venderla a los veraneantes. Para engordar tenían algunas cabezas viejas.

Las yeguas se utilizaban para trillar. En esta localidad los potros se venden a los nueve meses, el día de San Martín. En caso de que no se encuentre un comprador se destetan y se venden en abril; pero este retraso supone una pérdida de dinero.

Rebaño de cabras en Aralar (G), 1998. Fuente: Archivo Fotográfico Labayru Fundazioa: José Ignacio García Muñoz.

En lo que respecta a las ovejas, normalmente de raza lacha, en verano se quedan en el monte pero el resto del año bajan diariamente a los establos con la ayuda del pastor. Los grandes rebaños de la zona se formaron hace cuatro o cinco décadas. Por un lado, porque llegaron pastores procedentes de Bizkaia que en su provincia se habían quedado sin pastos a causa de las plantaciones de pinos. Por otro, porque el campo se mecanizó y la cría de bueyes para realizar las labores, con cuya venta se conseguían importantes ingresos, perdió sentido. Fue entonces cuando muchos ganaderos se plantearon criar rebaños de ovejas como nueva fuente de ingresos. Aunque la presencia de las ovejas en las cuadras ha sido muy habitual, el dicho asegura que:

En ovejas, ni en abejas, no pongas dinero, Juan.
Las unas porque se mueren, las otras porque se van.

Las cabras han estado consideradas como animales muy útiles para mantener limpio el monte; sin embargo, con el tiempo, en algunos montes como Altube se prohibió su presencia, argumentando que comían los retoños de los árboles. No ocurrió lo mismo en Guibijo, sierra a la que todavía se echan. Las cabras suben a la sierra con el resto del rebaño de ovejas aunque luego, al moverse más, se separan. Con su leche se hacen quesos; otros venden las crías, aunque siempre se conserva una en casa para comer en fiestas. El cabrito está mejor cotizado que el cordero.

Las mulas y los burros se emplean como animales de carga. Se decía además que la leche de burra era buena para eliminar las pecas. Las mulas o machos son el resultado de echar un burro a la yegua. La misma utilidad se da a los llamados mulares burreños, mezcla de caballo con burra; son ejemplares pequeños y falsos. También hay ganaderos que crían yeguas para vender las crías. La venta de mulas es muy rentable. En la postguerra se pagaban hasta 12.000 pesetas por ejemplar «más de lo que se ganaba en una fábrica», apuntan los encuestados.

En Urkabustaiz las familias también solían criar un cerdo en casa para consumo propio, habitualmente una maquera porque tenía más carne. Las casas solían tener una palomera en la que se criaban pichones para el consumo doméstico o la venta. Los conejos sólo eran criados por algunos para abastecimiento propio aunque a veces también se vendían algunos ejemplares. Había faisanes y patos en algunas casas. Sí era frecuente la presencia de abejales junto a las mismas.

En las Estribaciones del Gorbea, en Apodaca, las especies que se han criado hasta hoy son bueyes, vacas y novillos, yeguas, mulas, burros, cabras, ovejas, cerdos, conejos, gallinas, palomas, patos, gansos, perros, gatos y abejas.

En las casas de labranza importantes tenían una pareja de bueyes y en las más modestas de vacas. De éstas había en todas las casas. En los años sesenta y setenta había alrededor de 60 de leche y ninguna pareja de vacas para juncir. Hoy en día ya no queda ningún animal de leche. En definitiva, Apodaca no ha sido pueblo ganadero, en la actualidad sólo existe una explotación de vacuno de carne con 30 vacas y 30 terneros.

Hacia los años cincuenta había cabras en casi todas las casas y tenían pastor para cuidarlas. En la actualidad quedan unas veinte.

En todas las casas criaban cerdo para la matanza doméstica. En los hogares de los labradores tenían varias maqueras, madres, para la cría y venta de lechones. En la época en que más hubo fue en los años sesenta y setenta en que se alcanzaron las 80 cerdas. En la actualidad no llegan a cuatro los cerdos entre todas las casas, exceptuando una granja de engorde.

En los años cincuenta había unas setenta yeguas para criar potros y potras para la venta. A partir de entonces comenzó a descender su número. En estos últimos años se han echado al monte algunas yeguas. Sólo había burras en una casa y se dedicaban a la cría de mulas. El último burro desapareció a mediados de los cuarenta.

Del millar y medio de gallinas que había entre los años 1955-1965 hoy apenas quedan un par de docenas. Ahora se crían capones y pollos de engorde, unos cuantos para el consumo doméstico. Hay pavos en algunas casas. En una época, hubo en una casa más de 200 patos blancos de Indias. En el barrio de abajo, en muchas casas se criaban patos de río o comunes y también gansos. En la iglesia solía haber palomas y también en algún hogar. Hoy las hay en los chalets.

En esta localidad hubo ovejas hasta los años setenta. A veces el rebaño lo tenían entre dos o tres vecinos, otras sólo uno; no pasaba de 90 cabezas.

Casi todas las casas tenían abejas en la abejera a fin de obtener miel para el consumo doméstico. Actualmente hay una explotación de unas cuarenta colmenas en instalaciones movibles. La cría de perros y gatos se realiza exclusivamente para compañía de casa.

En la Llanada Alavesa, en Agurain[1], se crían vacas, bueyes, yeguas y caballos, mulos, burros, cabras, ovejas y carneros, puercos, conejos, gallinas, gallos y capones, pavos, patos, ocas, codornices, perdices, palomas, pájaros, perros, gatos y abejas. Se llevaba una docena de cabras con los rebaños de ovejas. Hasta 1972 no hubo un rebaño íntegramente de cabras, que llegó a alcanzar las ciento treinta cabezas a principios de la década de los ochenta.

En la misma comarca alavesa, en Araia, hoy en día en la gran mayoría de las casas se sigue manteniendo la cría de diversas aves de corral como gallinas y ánsares, además de cerdos, perros, palomas, abejas en algunas casas, y en la mayoría de ellas ovejas, vacas y/o yeguas.

En los valles alaveses, en Valdegovía, hay escaso número de gallinas y cada día menos y enjauladas. Se crían pocos conejos y se destinan al consumo familiar.

En Valderejo con anterioridad a los años setenta había vacas terreñas cuyo destino era la procreación y posterior venta de las crías. No se ordeñaban. Algunas crías machos se castraban y como bueyes se reservaban para destinarlos a trabajar. También había tudancas, originarias de Cantabria, que se empleaban en trabajos más sencillos que los que realizaban los bueyes. Las vacas lecheras eran suizas o mestizas y proporcionaban leche para el consumo familiar y la elaboración de derivados como la mantequilla. A partir de los años setenta se comenzaron a ver charolesas, suizas, pirenaicas y limusinas, siendo las predominantes las charolesas. Éstas se destinaban a la cría y en algunas ocasiones se reservaba alguna para el ordeño.

La tenencia de cabras ha pasado por diversas visicitudes a lo largo de este siglo. Hasta los años cincuenta cada familia poseía un número muy elevado de ejemplares. En los años finales de la década de los cincuenta una disposición de la Dirección de Montes de la Diputación Foral de Álava prohibió poseer cabras a causa de los efectos nocivos que ocasionaban en las repoblaciones forestales, especialmente de pino. Esta medida no fue muy bien aceptada por los pobladores del Valle que alegaban que también tenían aspectos positivos como la eliminación de la maleza de los montes. A pesar de la prohibición siguieron existiendo algunos rebaños, si bien muy reducidos, además de cabras de raza murciana para la producción de leche.

Los puercos se compraban cuando eran crías y llegado el momento se castraban para su engorde y posterior sacrificio. También, aunque en menor medida, se empleaban para la procreación y posterior venta de las crías. Desde hace unos años se ha suprimido prácticamente su cría y engorde; si alguien realiza la matanza los adquiere cuando ya están listos para ser sacrificados.

Hasta los años setenta se acostumbraba a tener una yegua o un caballo para emplearlo como montura, para trabajos agrícolas sencillos y como medio de transporte de mercancías. Los trabajos que realizaba eran tales como arrastrar la trapa, pasar el cultivador, ser complemento de tiro para el carro de bueyes, transportar cargas de grano al molino y otras tareas similares. Además tenían yeguas que permanecían habitualmente en el monte cuyo destino era la cría y el arrastre de los trillos. En la actualidad estos animales han desaparecido existiendo tan sólo una granja en la población de Lahoz con un número importante de ejemplares destinados a la cría y la posterior venta para carne.

Hoy en día no quedan ejemplares de mulas y machos ya que desaparecieron en los años cincuenta. Antes de que ocurriera esto, lo habitual era comprar las crías en las ferias si bien en algún caso se empleaba una yegua para cruzarla con un burro. Se procedía entonces a su crianza hasta que alcanzaba la madurez, momento en el que se procedía a su venta a los marancones, tratantes de esta clase de ganado que provenían de la zona central de la península, donde se hacía uso de estos animales para los trabajos agrícolas en lugar de los bueyes. La crianza de estos animales únicamente se realizaba en los pueblos de Lalastra y Ribera.

En Valderejo se han criado gallinas de siempre. También hay perros en cada casa y no pertenecen a ninguna raza definida. Se emplean como guardianes, siempre sujetos con una cadena junto a la entrada. En alguna ocasión se han criado algunos apropiados para el control de las vacas, pero nunca se han servido de ellos para el manejo de los rebaños de ovejas.

Hasta los años sesenta existieron varias familias que se dedicaban a la explotación de abejas. En la actualidad sólo se tiene noticia de un vecino que se dedica a esta labor en muy pequeña medida.

En Ribera Alta había pocos rebaños de ovejas. Actualmente un par de vecinos de esta localidad explotan rebaño, uno en Treviño y el otro, domiciliado en Mimbredo, en Ribera Alta. Se criaban los cerdos justos para la matanza anual. Lo normal es que hubiese unas tres o cuatro cerdas. Una vez parían se vendían las crías. Las yeguas se criaban en el monte de igual modo que las vacas. Estos animales resistían más tiempo en él sin necesidad de bajar a la cuadra, por su capacidad de pacer la hierba más corta. Cuando una yegua paría en el monte se bajaba a casa con la cría. Esto no ocurría con las vacas, que no descendían al establo sino que se criaban en el monte. La explotación de estos animales con el objeto de obtener potros, potras, mulas y machos se realizaba en los pueblos situados en la sierra de Árcamo, Badaia o en aquellos que tenían un monte propicio para ello. En el resto de los pueblos no se explotaban las yeguas con este fin sino que se disponía de una o dos para trabajar.

En esta población alavesa se han producido grandes cambios en los últimos treinta años, tanto en la agricultura como en la ganadería. La población ha ido envejeciendo y no se ha producido el relevo generacional necesario. Como consecuencia de ello ha descendido el número de agricultores y ganaderos y la tierra se ha concentrado en menos manos. Hay por tanto menos población dedicada al sector primario pero labran la misma extensión de tierra que antaño. En el caso de los que crían ganado han incrementado el número de cabezas. Una característica de la zona es que no existe el ganadero puro, todo el que tiene ganado labra la tierra en mayor o menor grado. No ocurre lo mismo con los que se dedican a la agricultura ya que los que residen en pueblos que carecen de sierra o monte adecuado, se desentienden del ganado y se dedican exclusivamente a la agricultura; en estos pueblos que no disponen de monte apenas han quedado animales en las cuadras. En algunos casos han mantenido las gallinas y algún conejo. Otros siguen fieles a la matanza del cerdo y crían en casa uno con este objeto.

En Berganzo las especies que se crían son vacas, bueyes, mulos y mulas, yeguas y caballos, cabras, ovejas y carneros, puercos, gallos y capones, patos, palomas, perdices, abejas, además de gatos y perros, estos últimos no sólo para la guarda de la casa sino también para vigilar las cuadras y el ganado cuando va con el pastor.

Mulo arrastrando la lera. Beasain (G), 1997. Fuente: José Zufiaurre, Grupos Etniker Euskalerria.

En la Montaña Alavesa, en Pipaón, hasta la década de los sesenta se criaba toda clase de ganado: vacas, caballos, cabras, ovejas, cerdos, conejos, gallinas, palomas y patos.

En Bernedo en la actualidad son pocos los vecinos que crían animales en sus casas. De los años cincuenta a esta parte la transformación ha sido radical ya que antes todos eran ganaderos. La fuente principal de riqueza de esta comarca era precisamente la ganadería, pero hoy prácticamente ha desaparecido. Antaño destacaban las vacas terreñas, que se sacaban al monte del uno de mayo hasta el uno de noviembre. Durante este periodo de tiempo sólo se bajaban al pueblo cada quince días para que tomasen la sal. De las mismas no se aprovechaba la leche sino que se obtenían crías para formar las parejas de bueyes utilizadas en las faenas agrícolas. A menudo las mismas vacas se empleaban en estos trabajos, sobre todo en el caso de familias que contaban con menores recursos económicos. Hacia el año 1940 se comenzó a introducir la vaca pinta holandesa para la obtención de leche.

Las cabras eran muy apreciadas porque además de crías proporcionaban leche para el consumo familiar y originaban pocos gastos en su mantenimiento. La desaparición de estos animales se debió a la presión de las autoridades forestales.

Se criaban yeguas por las crías y porque servían para el trabajo doméstico y del campo. Se solían mantener en casa, pero muchos las tenían sueltas en el monte sólo para beneficiarse de los productos de su reproducción.

El cerdo se criaba en el cortín o pocilga, que se localizaba en un rincón de la cuadra, a menudo debajo de la escalera. Todos tenían gallinas. Antes de la generalización de los coches se tenían sueltas por la calle durante el día. En la actualidad ya no se crían sino que se compran los huevos en el mercado. Algunos vecinos han tenido palomas. Unos las dejaban salir de casa mientras que otros las tenían permanentemente cerradas. Los informantes tienen la impresión de que la cría del conejo no ha tenido importancia hasta hace poco tiempo. Todos tienen algún perro. Además, en tiempos pasados fue muy común el cultivo de abejas. Hoy en día se ha ido reduciendo su explotación, en parte por el cambio operado en todas las actividades y en parte por el sistema agrícola imperante que recurre a numerosos productos nocivos para los insectos.

En Bajauri, Obécuri y Urturi, a finales de los años sesenta, cuando se realizó esta encuesta, sólo quedaban ovejas, pues las cabras estaban prohibidas para preservar el monte. Pero los vecinos les tenían gran aprecio ya que a pesar de ser muy económicas en su alimentación les proporcionaban leche y crías. También se explotaban cerdos para aprovechar su carne y sus crías; machos y caballos para trabajar y criar; gallinas y palomas para el gasto de casa; y antaño patos, hasta que se prohibieron para proteger la pesca. Cada vecino había poseído una pareja de bueyes, pero en el momento de realizar la encuesta casi todos la habían sustituido por un tractor. En algunas casas llegaban a tener ocho vacas que cuando no las sacaban al monte las alimentaban con nabos y forraje. Cabras tenían todos y ovejas tres o cuatro vecinos en cada pueblo. Caballo, cerdos y gallinas había en todas las casas. A finales de los años sesenta ya se observaba un retroceso en la ganadería local. Hacía tan sólo 13 años antes había en Obécuri siete rebaños de ovejas, uno de vacas, otro de bueyes, otro de yeguas y uno más de cabras; al realizar la encuesta sólo quedaban uno de ovejas y otro de vacas. En Urturi había uno de vacas y dos de ovejas y en Bajauri dos de ovejas[2].

En Treviño en la mayoría de las casas existía una gran variedad de especies, todas ellas destinadas al sustento de la familia, bien como productoras de alimentos o dedicadas al trabajo. Era normal que en las cuadras o establos hubiese alguna vaca lechera, aunque sólo en unos cuantos, una o dos parejas de bueyes, un par de mulas, gallinas, conejos, ovejas y en el cortín o cochiquera unos cuantos cerdos. Algunos también mantenían yeguas y vacas que destinaban a la cría de bueyes. En menor medida y sólo en unas pocas casas tenían colmenas en cuezos o troncos de árbol ahuecados. Además se han tenido perros y gatos.

En Moreda, en plena Rioja Alavesa, se puede afirmar que en la actualidad la ganadería ha desaparecido. Sólo se cría algún animal doméstico de compañía como los gatos, o perros en el caso de los cazadores. Sin embargo hasta hace apenas una década se explotaba una gran variedad de animales. Varios vecinos han tenido vacas lecheras holandesas de color blanco y negro; cada casa solía criar de cuatro a seis cabezas y los terneros que obtenían los vendían después de destetarlos.

Hasta hace una década en todas las casas ha habido siempre dos o tres cabras con la finalidad de obtener leche y cabritos para comer. El que tenía sólo hasta dos cabras no tenía obligación de pagar hierbas de pasturaje. A partir de ese número por cada animal de más se pagaba un tanto al pastor. Las cabras de todos los vecinos del pueblo formaban el rebaño de villa de la localidad.

Rebaño sesteando en el monte Toloño. Moreda (A). Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

Los cerdos, también denominados cochos, gorrines y puercos, se criaban para aprovisionarse de viandas. Se criaban en pocilgas existentes en las cuadras.

Los caballos se han empleado como montura y para el trabajo en el campo en labores de carga y arrastre. Eran más dóciles para el trabajo que los machos, pero a la larga daban peor resultado ya que los segundos los superaban en dureza y resistencia. A los machos o mulos se les llama muletos hasta que no cumplen los tres años y no se les echa a trabajar. Una vez se convierten en machos se utilizan como animales de carga, de montura o para laborear la tierra. En esta misma población llaman burreños tanto a los descendientes de los burros como a los del cruce de burra y caballo.

En Moreda ha habido rebaños particulares y rebaño de villa. Hace un cuarto de siglo el sistema predominante consistía en que los vecinos poseyesen un pequeño número de ovejas, media o una docena, que reunían en el rebaño de villa para llevarlas a pastar. En los últimos años, sin embargo, han predominado los rebaños de particulares de unas doscientas cabezas.

Las gallinas se criaban sueltas por las cuadras o en gallineros, o bien en jaulas de alambre. En cada casa había un gallo con el fin de que algunas gallinas se quedaran culecas. No se consideraba recomendable que en el mismo gallinero hubiera varios gallos ya que «se tiraban a matar». También ha sido costumbre capar los pollos, para lo cual se llevaban a Viana, con el fin de engordarlos para consumo doméstico. Varios vecinos crían palomas por capricho en los altos de sus casas.

Algún cazador ha criado codornices, pero es una actividad poco frecuente. Las perdices también se han criado ocasionalmente, cuando un cazador las capturaba con reclamo. Algunas familias acostumbraban tener media docena de patos, sobre todo los vecinos que vivían junto a cursos de ríos.

Los conejos se tenían sueltos por el suelo de las cuadras o en conejeras. Se criaban con el fin de venderlos o de sacrificarlos en casa para consumirlos en días señalados.

Los gatos se crían como animales de compañía además de para limpiar de roedores la casa y la cuadra. Los perros también se crían como animales de compañía, además de para guardar las cuadras de las casas y en tiempos pasados las alforjas de los labradores en el campo cuando iban con las caballerías. Los cazadores los han utilizado en la caza de la perdiz y del conejo.

Se han aprovechado las abejas de las abejeras de las huertas así como las colmenas existentes en los huecos de las viviendas o las localizadas en los huecos de los árboles, especialmente en los troncos de los olivos.


 
  1. Esta localidad alavesa recibe indistintamente las denominaciones de Salvatierra o Agurain.
  2. José Antonio GONZÁLEZ SALAZAR. «Vida Agrícola de Bajauri, Obecuri y Urturi» in AEF, XXIII (1969-1970) pp. 36, 39.