Ataun (1955)
Treinta años más tarde, en 1955, I. Aguirre[1] señalaba que el pastoreo veraniego en las laderas de los montes Ubedi y Leizadi estaba en decadencia. Estos montes juntamente con Agauz componen la sierra de Ataun y en sus pastizales altos permanecían durante el verano unos ocho pastores del municipio; de ellos cuatro eran del barrio de Aia, tres de Ergoiena y uno de San Martín.
Por lo que a la construcción de la txabola respecta, indicaba Aguirre que desde varios años antes se estaban introduciendo cambios notables.
Un pastor nacido hacia 1872 le había dicho: «… garai baten danak zotalakin egindakoak ziran eta oso txikiak eta ate bajuakin. Eta ebia ez sartzeko ixuria aundia ematen zitzaion. Lo eiteko barruan kamaiña izaten zan, orain oiak sartu dira, txillar leorrakin egindakoak eta aldamenera ez joateko jartzen zitzaion kamaiña aulkia eta txabolan exeritzeko ere ura izaten zan»[2].
(Antaño todas las txabolas estaban hechas con tepes de tierra, eran muy reducidas y tenían la puerta muy baja. Y para que no calara el agua de la lluvia se daba al techo mucha inclinación. Para dormir –ahora se han introducido las camas– entonces había un catre de brezo seco y para que éste no se esparciera se le colocaba un tronco cuadrado que servía también para sentarse.)
Por los años cincuenta la mayoría de las txabolas disponían de dos departamentos. El de la entrada, donde se hallaba el fogón para calentar la leche y preparar la comida, tenía una abertura sin puerta. A continuación venía el departamento interior con gruesa puerta cerrada con llave; en él había un lecho de brezo, kamaiña, y una estantería de tablas, gaztai-apala, para guardar y ahumar los quesos.
El uso de tejas para la cubierta se había introducido muchos años antes; sin embargo, para conservar dentro mejor la temperatura se estaba generalizando por los años cincuenta la costumbre de colocar las tejas después de una capa de tepes de tierra. De ahí resultaba que la cubierta de las txabolas se componía de un tablado sostenido por vigas sobre el cual iba una capa de tepes, zotalak, rematado todo ello con un tejado de tejas.
Antiguos rediles, egilehorrak. Las técnicas empleadas antaño en las construcciones pastoriles pervivían por aquellas fechas en los rústicos rediles, eillorrak, empleados para refugio de las ovejas[3] antes de que proliferaran las bordas o granjas.
Para la ubicación del redil el pastor elegía siempre un altozano o un terreno poco propenso a la humedad. Por lo general estos rediles eran largos y estrechos, de paredes levantadas con piedras y tierra. Los muros laterales muy bajos; el frontal y el zaguero se elevaban a partir de cierta altura en forma triangular para sostener con sus vértices la viga principal que recorría el redil en toda su largura. Si ésta era mucha se colocaban refuerzos en la mitad, pero no con postes que dificultarían la circulación de las ovejas en el interior del redil, sino por medio de vigas de gran curvatura. Sus extremos se incrustaban en los muros laterales ofreciendo con su arqueo un punto de apoyo a la viga principal. Desde ésta descendían a los muros laterales vigas más pequeñas que luego eran cubiertas con una gruesa capa de helecho y a veces con tepes de tierra, formando una techumbre de pendiente pronunciada para que el agua de la lluvia se escurriera rápidamente sin filtrarse dentro.
Esta cubierta de helecho se sujetaba a su vez con gruesas ramas de haya para que el viento no la levantara; cada dos o tres años había que renovar el helecho.
Los rediles cubiertos tenían una entrada única por el muro frontal; esta abertura se cerraba frecuentemente con una puerta portátil, ataka-esia, fabricada con varas entrelazadas de avellano. A lo largo de las paredes laterales se colocaban los pesebres de madera, atrokak.
La presencia del lobo en los montes del lugar explica el uso que antaño hacía el pastor de estos rediles cerrados y cubiertos. Además servían para dar de comer a las ovejas en la época de ordeño y cobijar en ellos a las enfermas o heridas así como a los carneros apartados del rebaño. Su construcción no requería la previa posesión del terreno sobre el que se erigían; ni su edificación en terrenos comunales causaba derecho alguno de propiedad. Solamente pertenecían al pastor los fresnos, leizarrak, que plantaba en sus proximidades para alimentar con sus hojas a las reses enfermas o heridas.
Dada su utilidad y fácil construcción cada pastor levantaba uno, dos o más rediles según fueran sus necesidades; por esta razón los montes del entorno están sembrados de ruinas de estas antiguas edificaciones.