Diferencia entre revisiones de «LA CAZA DE ALIMAÑAS/en»

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Se dice en la Sierra de Codés (N) que antaño los únicos que subían a los altos eran los pastores y los cazadores y aunque los primeros también eran aficionados a la caza detestaban ciertos métodos que llegaban a perjudicarles. No eran amigos de los lazos para el jabalí donde ocasionalmente quedaban atrapadas ovejas ni de los cepos en los que alguna vez caían prisioneros sus perros.
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Los mayores problemas entre ellos surgen cuando los cazadores emplean perros en su actividad ya que a menudo ocasionan perjuicios en los rebaños, la mayoría de las veces porque asustan a las ovejas y ocasionalmente porque causan la muerte de alguna (Carranza-B).
 
Los mayores problemas entre ellos surgen cuando los cazadores emplean perros en su actividad ya que a menudo ocasionan perjuicios en los rebaños, la mayoría de las veces porque asustan a las ovejas y ocasionalmente porque causan la muerte de alguna (Carranza-B).

Revisión del 12:18 6 feb 2019

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Los mayores problemas entre ellos surgen cuando los cazadores emplean perros en su actividad ya que a menudo ocasionan perjuicios en los rebaños, la mayoría de las veces porque asustan a las ovejas y ocasionalmente porque causan la muerte de alguna (Carranza-B).

En cuanto a las formas tradicionales para capturar las alimañas Caro Baroja recoge que «algunos procedimientos rudimentarios de caza en el norte de España están relacionados estrechamente con el régimen pastoril [...] aunque sin duda, desde un punto de vista cultural, deben ser considerados como anteriores a aquél y se hallan en un área mucho mayor. Uno de ellos es el de la caza al ojeo armando la gente grandes estrépitos en la zona en que hay alimañas, que socialmente conviene aniquilar, porque son amenaza constante para los ganados. El otro, mucho más curioso, es el sistema de caza con trampas. A veces se combinan ambos»[1].

En determinadas montañas existen todavía loberas, es decir, terrenos enmarcados por dos costados con sendas paredes que convergen hacia una fosa profunda. Esta disposición facilitaba el resultado de la caza de ojeo cuando se sabía que algún lobo andaba por la montaña. Donde no había lobera la caza era menos segura. Aun así mediante una batida combinada de un grupo, auxiliado por perros, se procuraba espantar a las fieras obligándolas a huir hacia un desfiladero donde otros cazadores las aguardaban armados con escopetas[2].

Mucho más precarios han sido los procedimientos de asustar a los depredadores mediante el empleo de fuego o realizando fuertes ruidos. Otros recursos como el veneno han tenido por el contrario efectos devastadores.

La presencia de estos animales ha dado lugar a numerosos topónimos como los que a continuación se recogen a modo de ejemplo, todos ellos constatados en poblaciones alavesas: Pieza del Lobo (Lagrán), Portillo del Lobo (Montes de Vitoria), Cueva del Lobo y Ventana del Lobo (Apellániz), Paso de los Lobos y Loma de las Raposeras (Bujanda), Raposera (Lagrán y Markinez), Cueva del Raposo (Santa Cruz de Campezo) y Peña del Raposo (Alda)[3].


 
  1. Julio CARO BAROJA. Los pueblos del Norte. San Sebastián, 1977, p. 188.
  2. José Miguel de BARANDIARAN. «Aspectos sociográficos de la población del Pirineo Vasco» in Eusko-Jakintza, VII (1953-1957) p. 19.
  3. Los datos referentes a la montaña alavesa han sido tomados de Gerardo LÓPEZ DE GUEREÑU. «La caza en la montaña alavesa» in Munibe, IX (1957) pp. 226-227, 240-250.