La cría de abejas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La práctica de criar abejas estuvo ampliamente extendida en tiempos pasados hasta el punto de que son un buen número los informantes que conocen su cultivo. También es cierto que aquellas personas que nunca han criado abejas muestran gran recelo hacia estos insectos a los que atribuyen una peligrosidad desmedida.

En cada población solían ser varios los que tenían colmenas si bien su número no era alto. Se autoabastecían así de cera y miel. Pocas personas poseían colmenares grandes y menos obtenían beneficios económicos de su explotación.

Los informantes recuerdan distintas formas de trabajar con estos animales que abarcan desde estadios tan arcaicos como la depredación o prácticas como el apicidio, hasta procesos de producción y explotación más recientes, que son bastante sofisticados.

Los datos etnográficos consignados en nuestras encuestas actuales y los recogidos bibliográficamente permiten afirmar que, siendo doble el producto que se obtiene de la abeja, la miel y la cera, ha tenido más importancia la producción cerera, debido a las obligaciones de la casa en el mundo tradicional para con los difuntos.

Un dato que llama la atención es el modo de denominar a la abeja y al enjambre, junto con el tratamiento que se le ofrece en lengua vasca. Si bien el término más usual, erlea, se refiere a cada insecto por separado, este mismo vocablo, en singular, alcanza a denominar a la abeja principal, la reina, o incluso al conjunto de las abejas del enjambre, lo que explica que incluso se llame erlakumea (lit. cría de abeja) a la formación de un nuevo enjambre. Puede que este uso esté relacionado con expresiones como recoger una abeja (Bernedo-A) que hacen referencia al enjambre entero.

Existe gran número de recitados y fórmulas dirigidas a las abejas en lengua vasca que utilizan el plural de respeto, zuek, a pesar de ser animales. En zonas castellanoparlantes se ha recogido también la expresión gente como sinónima de «las abejas» (Apodaca, Ayala-A).

En cuanto a las razones por las que se incluyen las abejas en un capítulo dedicado a la ganadería y el pastoreo, debe entenderse que ésta es una práctica ganadera más. Quizá no lo parezca así cuando se considera a las abejas como a individuos difíciles de someter al mismo control que a otros animales domésticos. Pero cuando lo que se tiene en cuenta es cada colmena, un habitáculo estático y que por lo tanto puede supeditarse a un régimen de propiedad, y mucho más cuando el colmenar es un recinto cerrado con paredes y tejado, se comprende que esta práctica no esté tan alejada de la crianza de otros animales en establos y bordas. Otro matiz añadido es el hecho de que para unos cuantos de los encuestados el conjunto de insectos que ocupan una colmena reciba precisamente el nombre de ganado. Además, por equiparación con los restantes animales domésticos herbívoros, a la actividad de libar el néctar de las flores le llaman algunos pacer. Y en una amplia zona de las Encartaciones de Bizkaia, curiosamente, se emplea la voz catar para denominar a la actividad de extraer la miel de las colmenas y a la de ordeñar vacas y ovejas.

A diferencia de lo que ocurre con quienes se han dedicado a la labor de criar otros animales, no se ha recogido un nombre popular que designe a los que se ocupan de las abejas. Por ello, cuando en este capítulo se hable de apicultores debe entenderse que no es una designación popular; ni siquiera la de abejero, hoy un tanto despectiva, se ha utilizado.

En la actualidad la práctica de la apicultura se ha reducido pero, al igual que ha ocurrido con otras actividades ganaderas, si bien son menos los que se ocupan de ella, el número de colmenas por explotación ha crecido considerablemente.