Ofrendas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En nuestras encuestas se constata que los informantes no guardan recuerdo alguno de ofrendas de reses a Dios o a los santos por la salud de los rebaños (Araia, Berganzo, Bernedo, Treviño, Valderejo-A; Atxondo-Anboto, Oiz, Belatxikieta, Gorbea-Orozko y Zeanuri-B; Ernio, Goierri, Izarraitz-G; Allo, Améscoa, Aoiz, Arraioz, Bardenas, Eugi, Izal, Izurdiaga, Lezaun, Mélida, Otsagabia, Roncal, San Martín de Unx, Sangüesa, Sierra de Codés, Valle de Salazar-N; Uharte-Garazi-BN).

Sin embargo sí se constatan en algunos lugares aportaciones de animales del rebaño para contribuir al culto de un santo.

En San Juan de Ofrendo, en Amorebieta, y San Juan de Garaitorre, en Mañaria (B), en la festividad del Bautista los pastores ofrendaban una oveja para que fuera subastada o sorteada. El dinero obtenido de la rifa se destinaba a la conservación de las ermitas u otras necesidades. Estos y otros indicios nos inducen a creer que en otro tiempo San Juan Bautista era tenido como protector de los rebaños. Los pastores de Urbia (G) le invocan sin hacer ninguna ofrenda especial[1].

Los pastores de Gorbea-Zeanuri no recuerdan ofrendas de animales a Dios o a los santos; únicamente han conocido que se solía hacer donación de alguna oveja o cordero para la rifa que se organiza en la fiesta de alguna ermita, como la de San Juan de Arzuaga.

En la Sierra de Zaraia uno de los pastores, de forma particular, ofrendaba un cordero todos los años a Ntra. Sra. de Arantzazu, en acción de gracias[2].

En Zerain (G) en los años cincuenta era costumbre en muchos caseríos ofrendar un par de pollas a la Virgen de Liernia para tener suerte con el ganado. Estos últimos años es más común ofrecer limosna y cerilla que arde en la ermita

Algunos pastores de Urbia han tenido costumbre de llevar anualmente a la Virgen de Arantzazu un cordero.

En Zerain para pedir la protección del establo se encargaba la celebración de una misa en el Santuario de Arantzazu; otra, a San Antonio, en el de Urkiola; a ambos santuarios se acude todos los años desde Zerain. Hasta recientemente estas peregrinaciones se hacían a pie. En esta misma localidad era costumbre ofrecer «limosna» si algún animal doméstico estaba enfermo

Un pastor de Urbia-Zerain señalaba que a la Virgen de Arantzazu le llevaba cuatro quesos al año; a la de Liernia le había llevado muchas veces aceite; a San Juan le ofrecía y encargaba que le celebraran una misa todos los años.

En Ezkurra (N) en los años treinta cuando algún ganado se hallaba enfermo le sacaban misas en la ermita de Santa Cruz y llevaban allí aceite para su lámpara. Antes iban también para lo mismo a San Antón de Zubieta.

En Beasain (G) en la ermita de San Gregorio, del barrio de Astigarreta, se sacaba una misa anual, el segundo día de Pascua de Pentecostés, para proteger el ganado de las enfermedades. Si una vaca era reacia a quedarse preñada, se hacía esta operación ritual. Cuando el toro la cubría se le rodeaba el cuerpo, a la altura del vientre, con cerilla bendecida (de la que se ponía en la sepultura de la iglesia, en la argizaiola); la longitud de cera que se había utilizado se llevaba a la ermita de Alzagarate, para que ardiera a los pies de la Virgen.

Los pastores y ganaderos de Astigarraga (G) recuerdan que ante el parto difícil de un animal se rezaba por el buen desenlace de éste. Si la casa se hallaba cerca de una ermita se ponía una vela a San Antonio. También en Zerain (G) se enciende la vela bendita durante el parto de los animales.

En Elosua (G) acudían a la ermita del Ángel de la Guarda, para encender una vela y dar limosna para que cuidara él de los animales. Después del rosario, se rezaba un padrenuestro por la salud del ganado.

En Allo (N) en algunas casas, cuando tenían una caballería enferma, ponía la mujer una vela encendida sobre el altar de San Antón. También había costumbre, ya desaparecida hace varias décadas, de «subir a San Antón».


 
  1. Karmele GOÑI. «Pastoreo en Cerain» in AEF, XVI (1956) p. 48.
  2. Juan SAN MARTIN. «Vida pastoril y agrícola en el País Vasco» in AEF, XVI (1956) p. 28.