Pastores de rebaño propio

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Esta figura fue la más frecuente en Bizkaia, Gipuzkoa y Vasconia continental; se ha registrado también en numerosas localidades de Navarra. Así se ha constatado su presencia en Abadiano, Anboto, Atxondo, Belatxikieta, Encartaciones, localidades que bordean el monte Oiz, Orozko, Sollube, Urkiola, Zeanuri (B); Aralar, Ezkio, Urbia-Oltza (G); Allo, Améscoa, Arraioz (Valle de Baztan), Sierra de Codés, Eugi, Izurdiaga, Larraun, Lezaun, Mélida, Otsagabia, Roncal, Ultzama (N); y Zunharreta (Z). En lo que respecta a Álava, se introdujo hace tres o cuatro décadas en Amurrio, Ayala, Badaia, Bernedo, Moreda y Urkabustaiz, mientras que en el valle de Zuya siempre ha existido debido al pastoreo en el Gorbea. Desde principios de los noventa, a Ribera Alta (A) llegan pastores dueños de su ganado procedentes de Urkabustaiz y Amurrio que mantienen los rebaños de vacas, ovejas y yeguas en esta zona de julio a septiembre. Ya no se ven en la obligación de permanecer junto al ganado en el monte porque pueden subir diariamente con un vehículo y regresar a sus hogares al anochecer.

En el valle de Carranza (B) los propietarios de ganado monchino permitían que los animales pastaran libremente y sólo acudían a los montes esporádicamente para comprobar que se hallaban en buen estado. Igual costumbre se ha constatado en la zona de Badaia (A), Gorbea[1] (A y B) y Aralar donde el ganado vacuno y caballar vivía en completa libertad en los montes sin pastor que lo cuidara. Cada quince o veinte días subían los dueños para comprobar dónde se encontraba –aunque lo habitual era que no se alejara demasiado– y que no hubiera sufrido ningún percance. Durante el invierno se bajaba el rebaño a casa para hacer pasturaje en los montes bajos comunales de los pueblos, ayudándoles con heno y paja en la alimentación.

Pastores en Erro (N). Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

La situación de los dueños de ovino de Gorbea (A y B) y Ernio (G) difería sustancialmente de la anterior ya que estaban obligados a vivir en el monte durante buena parte del año. En la zona vizcaina, en la época de partos, al anochecer, el pastor recogía a las ovejas en sus corrales y cabañas y dormía con ellas; tras ordeñarlas, las echaba de nuevo a los prados. A partir de abril y hasta septiembre, sin embargo, se limitaba a contarlas, para saber si faltaba alguna.

En el valle de Carranza los cuidados se extremaban en caso de que se detectara la presencia de zorros, lobos o perros. En tiempo de bellota y castaña acercaban el rebaño a los lugares donde abundaban estos frutos y en veranos de gran sequía trasladaban los rebaños de un punto a otro, conduciéndolos a los lugares más frescos y de pastos más abundantes, como los de Zalama, los Tornos (Cantabria), Gumadernia, Salduero y las Canales[2].

En las zonas con pastoreo de altura, tales como Aralar (G y N), Gorbea (A y B), Urbasa (N) y Urbia (G), la jornada del pastor se ajustaba más o menos al siguiente horario: se levantaba a las seis de la mañana y, tras desayunar un café o algo similar y ordeñar (en la época que correspondiera), dejaba libre el rebaño y comenzaba a fabricar quesos. Hacia las diez y media de la mañana llegaba el momento de degustar el almuerzo, amaiketako. Luego continuaba limpiando los utensilios de la chabola, dando vuelta a los quesos o realizando alguna tarea similar. Después de comer no perdonaba una siesta de dos horas y al atardecer ordeñaba de nuevo las ovejas, hacía más quesos, cenaba y se acostaba. En época de quesos no se disponía a dormir hasta las doce de la noche, mientras que durante el resto del año lo hacía al anochecer.

En los valles de Roncal y Salazar (N) los propietarios se responsabilizaban del rebaño incluso durante la trashumancia que les conducía hasta las Bardenas.

En Urbia-Oltza (G), según se recogió en los años cincuenta, la falta en las cercanías de bosques de pinos u otras plantaciones en las que el ganado pudiera causar daño facilitaba mucho su cuidado, dado que limitaba la vigilancia a evitar que superara los límites de la Parzonería. En estos casos el trabajo principal era recogerlo al atardecer para que pasara la noche en las inmediaciones de la chabola, recluido en uno o varios corrales, eskortak[3].

En Aia de Ataun (G), en el mismo decenio, se constató la existencia de una antigua costumbre practicada en los caseríos de Arrondoa y San Martín que determinaba la propiedad del rebaño. Dado que todos no podían quedarse en casa al casarse, se realizaba la siguiente distribución: el primero, el mayorazgo, heredaba la casa paterna y cuidaba de los padres en su ancianidad. El siguiente, el segundón, tomaba en posesión los seles y rebaños paternos y tras realizar una serie de arreglos convertía generalmente en morada la borda o construía en sus cercanías una casa con los materiales de la destrucción de la borda. Después iba adquiriendo poco a poco más terrenos comunales comprados a la villa y transformaba el sel en casa de labranza, baserria, y al mismo tiempo construía bordas y chozas, eillorrak, en lugares más altos[4].

En Vasconia continental (Zuberoa y Baja Navarra) los pastores eran dueños de los rebaños y marcaban las cabezas de su ganado dos o tres veces al año para que, en caso de que se mezclaran con otras, no hubiera problemas en saber a quién pertenecían. Se organizaban en torno a los kaiolar, denominados en euskera olha egitiak, que agrupaba rebaños de una decena de explotaciones, juntando entre 800 y 1.000 cabezas. La propiedad de las cabañas era indivisa y estaba en manos de los habitantes de una zona o de un valle. El terreno circundante (unos 100 m) era propiedad de los pastores y los rebaños tenían derecho de pasto en él, así como a hacer uso del monte para edificar cabañas. Los txotx, que agrupaban como media 80 cabezas de ganado, se podían comprar en ocasiones al Sindicato de Soule (que era quien organizaba su funcionamiento), si bien era mucho más frecuente la transmisión de padres a hijos ya que no existía la costumbre de venderlos.

El pastor, mientras permanecía en la sierra, hacía dos comidas diarias: gosaria, alrededor de las nueve de la mañana y bazkaria, a las seis de la tarde. Cuando descendía de la sierra se acomodaba a la costumbre de tres refecciones. El pastor atribuía el cambio a la influencia del monte y del aire de los campos. «Bi otordutara gorputza bera jartzen da, menditik eta beera jetxi ezkero ezin gera bi otordukin» (El monte hace que el cuerpo se amolde a dos comidas y cuando bajamos no podemos estar con dos). De mediados del siglo a los años cincuenta se habían introducido gosari txikia, amarretakoa y la merienda. El horario de estas dos últimas refecciones se aproximaba al del antiguo almuerzo y comida respectivamente.


 
  1. Julián OLABARRIA. «El pastoreo en el Valle de Zuya» in AEF, XVI (1956) p. 11.
  2. Nicolás VICARIO DE LA PEÑA. El Noble y Leal Valle de Carranza. Bilbao, 1975, p. 57.
  3. Alejandro EZCURDIA; José Ignacio LASA. «El pastoreo en la zona de Urbía-Oltze» in AEF, XV (1955) p. 163.
  4. Ignacio AGUIRRE. «Descripción y área del pastoreo en Aya de Ataun» in AEF, XV (1955) pp. 74-75.