Técnicas de caza

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Revisión del 11:06 21 may 2019 de Admin (discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

Al igual que se ha constatado con el lobo, se han conocido varios procedimientos para capturar al zorro. El primero de los que se describen consistía en una especie de jaula en la que se le atrapaba vivo.

Captura mediante cajas

En Améscoa (N) se cazaban preferentemente con arca y cepo. El arca era una trampa con forma de cajón alargado. La boca terminal iba cerrada con una rejilla de metal que dejaba pasar la luz mientras que en el otro extremo una tablilla giratoria abría y cerraba la entrada. Cuando se tenía la seguridad de que el zorro se encontraba en su cueva, se encajaba la trampa en la boca de la madriguera. La tablilla giratoria debía estar levantada y sostenida con un hilo o cuerda frágil atada a la rejilla. Cuando el animal, acuciado por el hambre, se decidía a salir de su refugio a través del arca, guiado por la luz de la rejilla, se introducía en la caja y al romper con su hocico la cuerda y caer la tablilla que la cerraba, quedaba atrapado.

Artilugios similares a éste han sido utilizados en un buen número de localidades. Así se ha constatado en Urkabustaiz y en Bajauri, Obécuri y Urturi (A). En Lezaun (N) la portezuela de entrada se mantenía levantada unas veces con una cuerda, como se ha descrito antes, o mediante un palo que el zorro tiraba al pasar. En la Montaña Alavesa colocaban el arca cerrando la boca de la guarida una vez que los perros habían perseguido al zorro y éste se había ocultado en ella. En Triano (B), igualmente, se da una batida previa con perros para que los raposos se refugien. En Belatxikieta (B) también hay constancia del uso de esta trampa.

En algunas ocasiones se colocaba un cebo en el interior de la trampa con la pretensión de facilitar la captura. Así se ha constatado en Ezkio (G); Izurdiaga (N) y Valderejo (A). En esta última localidad para esta finalidad se utilizaba una cuarteleja de las empleadas para recoger enjambres a la que se le añadía una trampilla.

Satrustegui recoge en un artículo dedicado a la caza del zorro en Navarra abundante información sobre este artilugio y constata el nombre de azeri-satola en Baztan (N), y en Urdiain (N) el de azkonar-kajea, caja para tejón, ya que también se utiliza para la caza de éste. Cita varios modelos en los que la mayor variedad atañe al dispositivo que mantiene abierta la portezuela de entrada y que se puede agrupar en dos sistemas: una puerta giratoria o que cae verticalmente a través de una ranura. Constata el uso de este artilugio y lo describe pormenorizadamente en varias poblaciones navarras: Oroz-Betelu, Urdiain, Améscoa, Arruazu y Leitza[1].

Caja de cazar zorros. Urdiain (N). Fuente: Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra. Tomo X. Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1978: José M.ª Satrustegui.

Lazos

Otro de los procedimientos de captura del zorro consistía en el uso de lazos. Su empleo se ha constatado en Bernedo, Valdegovía (A); Anboto-Olaeta, Abadiano, Sollube (B) y Lezaun (N).

Éste se dispone en la boca de la cueva y en los lugares de tránsito donde se detecten las huellas y generalmente al atardecer a fin de sorprender al animal en sus rondas nocturnas. Es poco eficaz en campo libre por lo que se emplaza en setos o pasos angostos por los que se tenga la certeza de que pasará el zorro. La abertura de éste no debe ser excesiva, de modo que pueda introducir la cabeza sin llegar a meter el cuerpo. Además el único espacio libre a los ojos del animal tiene que ser el círculo que forma el lazo. El material con el que se prepare éste debe ser resistente. En Olague y otros pueblos navarros se utilizó hasta hace algunas décadas el alambre con el que se empacaba la paja. En Urdiain (N) relatan que a veces la presa se retorcía y flexionaba el alambre hasta conseguir romperlo y escapar; otras veces, en cambio, estos movimientos surtían el efecto contrario y el animal moría ahorcado. Últimamente se suele emplear el cable de acero de los mandos de bicicletas y velomotores. En Santacara (N) recuerdan que se usaba un lazo con nudo corredizo hecho con pelo de caballo trenzado porque se creía que a los zorros les daba dentera morder este material. Esta trampa se colocaba a la entrada del gallinero y sobre todo a la salida de la madriguera[2].

En San Martín de Unx (N) al zorro o raposo se le pilla con un lazo de alambre fino o sirga de bicicleta colocado en su senda, a unos diez centímetros de altura del suelo, sujetando el lazo con dos palos. El extremo de la sirga se sujeta a un árbol, estaca o piedra grande, de modo que el zorro se estrangule o se canse de arrastrar la piedra, resultando más fácil cogerlo.

En Triano (B) este sistema consiste en hacer un nudo corredizo con un alambre fuerte, dejando el círculo formado por el lazo en un lugar de paso del zorro como puede ser un seto o cerradura. Debe ser pequeño y estar bien disimulado pues si el animal ve algo anormal en su camino habitual no lo cruza. El resto debe quedar clavado en el suelo, bien sujeto mediante un hinque, un hierro con punta, o atado a una rama. El mejor lazo es el de cable de freno de moto o de tractor. Una vez capturado es atado por las cuatro patas a una estaca. El uso del lazo también se ha constatado en Belatxikieta (B).

En Izurdiaga (N) las alimañas se cazaban con cepo o a lazo. Esta última modalidad consistía en poner una cuerda con un nudo corredizo en el suelo y pasar el extremo libre por una rama de forma que el nudo quedase medio colgando; ahí se ataba una longaniza a media altura de manera que el animal al intentar cogerla y caer al suelo, se aprisionase él mismo.

Cepos

Los zorros también se han capturado mediante el empleo de cepos de hierro, en este caso de menor tamaño que los destinados para los lobos. Su uso se ha constatado en Bernedo, Valdegovía (A); Anboto-Olaeta, Belatxikieta, Triano (B); Améscoa, Larraun, Lezaun y Sangüesa (N).

Entre las distintas modalidades de cepos cabe destacar el de plato, que se asienta en un sólido bastidor circular, y el de salto, con un solo punto de apoyo de las dos barras corvadas. Su colocación requiere mucho esmero y una limpieza meticulosa ya que gracias a su fino olfato el zorro es capaz de detectar la trampa incluso bajo tierra. Generalmente se emplaza delante de la madriguera tras estrechar la boca de salida para obligarle a pasar por encima de ella. Algunos también lo han utilizado en campo abierto recurriendo a un cebo para atraer al animal[3].

En Roncal (N) solían utilizar este artilugio para cazar zorros por la noche. Enterraban el cepo y echaban el cebo, consistente en sebo de oveja, alrededor de éste, no donde estaba la trampa porque el zorro se percataba de ello.

En Sangüesa se cazaban rabosos con cepos a los que se ponían como cebo cabezas o tripas de sardina. Se tapaban con tierra y briznas de hierba.

Satrustegui recoge la forma en que una de las personas consultadas preparaba esta trampa. Tomaba los pulmones y la cabeza de una oveja y daba un rodeo grande arrastrándolos hasta llegar a un lugar retirado al que no se acercaran yeguas, vacas ni ovejas y allí ocultaba el cepo. Para colocarlo bajo tierra hacía con un cuchillo un agujero de la medida del mismo, levantaba el tepe y lo colocaba de lleno, cubriéndolo a continuación con tierra de topera. Encima dejaba trocitos de queso, pequeños pedacitos de carne y cortecitos de sebo. A pesar de que el animal sospechaba acababa comiendo y solía quedar atrapado de una mano.

Un informante relata que por la zona de Zeanuri (B) para proteger el gallinero solían colgar a una cierta altura una gallina dentro de un saco y al pie ocultaban la trampa. El zorro saltaba yendo a parar en la caída al cepo[4].

Cazador con sus cepos. Lakuntza (N), 1967. Fuente: Archivo PP. Benedictinos de Lazkao (G): Jesús Elosegui.

Cebos envenenados

En Valderejo (A) se usaba estricnina que se introducía dentro de un trozo de carne. El uso del veneno era mal visto ya que en ocasiones la carne envenenada era ingerida por los perros. En Belatxikieta (B) utilizaban un cebo de carne picada con topicida.

En Triano (B) también se recurría al veneno pero se consideraba muy peligroso. Quien lo utilizaba, o a veces también utiliza, debía madrugar mucho antes de que por el lugar en que lo había colocado pasasen perros de caza o caseros. La substancia tóxica se impregnaba en hígado de cerdo o de vacuno.

En Orozko (B) untaban con veneno pedazos de carne de oveja, aunque algunos pastores duden de su efectividad ya que aseguran que el zorro se limita a matarlas y desangrarlas sin comer su carne. Solamente en el caso de que uno de aquellos animales estuviera preñado dicen que sacaba el feto y se lo llevaba a sus crías para que lo comieran.

Un informante de Zerain (G) entrevistado a mediados de la década de los cincuenta relataba que en ese tiempo los zorros, azeriak, planteaban un serio problema. Para capturarlos buscaban su madriguera y en el extremo de un palo largo le ataban un trozo de carne con veneno y lo movían delante de la boca de la cavidad. Los zorros salían y comían y si a continuación bebían agua, morían con toda seguridad.

Caza con escopeta

También se les ha dado caza a tiro, unas veces por los propios afectados (Valdegovía, Valderejo-A) y otras mediante la intervención de cazadores.

En Ezkio (G) hoy en día el zorro aparece habitualmente en el pueblo por lo que anualmente se organizan cacerías para que su número no se incremente en exceso. Se caza a escopeta y con la ayuda de perros de caza. En Triano (B) también se captura con escopeta y con perros lebreles.

En la Montaña Alavesa otra forma de aprehenderlo era durante el tiempo en el que nevaba. Allí donde se encontrasen rastros de su paso se levantaba una choza construida con la misma nieve para que no recelase y se le aguardaba por la noche armado de escopeta. Para mayor seguridad se rastreaba antes con carne desde el lugar en que se sospechaba que podía estar escondido hasta la chabola de espera, siendo entonces más fácil que acudiese. Si se lograba capturar una camada de pequeños zorritos no era difícil que al oír sus chillidos acudiesen a defenderlos sus padres resultando sencillo acabar con ellos a tiro de escopeta.

En la región de Agurain (A) un informante vio de joven el siguiente procedimiento para cazar zorros. Durante las grandes nevadas, cuando el hambre les obligaba a bajar del monte a buscar alimento en los gallineros de la aldea, se les preparaba una trampa. Se ponía un trozo de carne atado al extremo de una cuerda y se dejaba ésta tendida en el suelo delante de la casa; el otro extremo de la cuerda pasaba por una ventana a una habitación de la casa y tenía atada una campanilla. Esta trampa se preparaba una noche clara de luna. Al tirar el zorro del extremo de la cuerda queriendo llevarse la carne, tocaba la campanilla dentro de la casa, lo que no llamaba la atención al animal creyendo que se trataba del ganado. Entonces el cazador, que tenía preparada la escopeta, disparaba contra él.

En la actualidad también es perseguido por cazadores pero por razones ajenas al pastoreo. En Moreda (A) todos los años después de terminar la temporada de caza a finales del mes de diciembre, los aficionados de la localidad organizan en varios fines de semana del mes de enero batidas contra raposos previa autorización de la Diputación Foral. Se organizan por los ríos, siendo necesario llevar perros que saquen a los raposos de los matorrales en donde se hallen escondidos. Unos echan los perros y otros esperan con las escopetas para abatirlos. Esta actividad la organizan los cazadores y su finalidad es acabar con las alimañas que contribuyen a la reducción de las especies cinegéticas.

En la Sierra de Codés (N) los pastores utilizaban una técnica bien distinta a las descritas hasta aquí: intentaban sacar los raposos de las cuevas donde tenían sus refugios mediante el humo del fuego hecho a la boca de las madrigueras.


 
  1. José M.ª SATRUSTEGUI. «La caza del zorro en el País Vasco» in CEEN, X (1978) pp. 206-214, 215-216.
  2. Ibidem, p. 206.
  3. Ibidem, pp. 214-215.
  4. IBABE, Unas notas sobre la caza en el País Vasco, op. cit., p. 7.